El Museo Nacional del Prado presentó el resultado de la restauración de la obra ‘San Pedro penitente de los Venerables’, de Bartolomé Esteban Murillo, que se podrá visitar en la pinacoteca hasta el próximo 17 de enero, antes de su regreso definitivo a la sede de la Fundación Abengoa, en Sevilla, entidad que adquirió la obra en junio de 2014.
El director del museo, Miguel Zugaza, se refirió a esta obra este durante su presentación como un “tesoro nacional”, que fue adquirido a una familia en Londres y que experimentó un proceso de recuperación tanto de la composición que ideó el autor, como de los recursos técnicos y estilísticos.
El jefe de Departamento de Pintura Española del Museo Nacional del Prado, Javier Portús, ha indicado que ‘San Pedro penitente de los Venerables’ ha vivido una “historia de desaparición”, puesto que hasta su adquisición había estado al margen de los circuitos expositivos. De hecho, añadió que en el último catálogo razonado de Murillo tan solo aparece una fotografía en blanco y negro.
Por su parte, la directora general de la Fundación Focus-Abengoa, Anabel Morillo, destacó que se trata de una obra “excepcional” que mantiene un vínculo con Sevilla, puesto que fue realizada para Justino de Neve, quien la legó al Hospital de los Venerables en 1685, sede de la fundación.
En la iglesia del Hospital se conserva el retablo en el que se expuso desde 1701 hasta que, durante la Guerra de la Independencia, la obra fue confiscada por el mariscal Soult, en cuya colección permaneció hasta su muerte en 1851. Desde entonces ha permanecido en obras privadas.
La directora señaló que este regreso al Hospital de los Venerables tiene para Sevilla una “carga emocional” y con esta restauración se devuelve “parte del alma y de la identidad artística” de Murillo. Además, aunque su regreso definitivo está previsto para el próximo mes de enero, no descarta que pueda viajar para participar en exposiciones temporales.
La responsable de esta labor, la restauradora del Prado María Álvarez, explicó que el trabajo de recuperación se observa especialmente en la resolución de los problemas espaciales, puesto que en la obra no se percibían las referencias al espacio y al volumen.
En concreto, el enfoque estuvo en recuperar el “mensaje”, la forma en la que el pintor utilizó la materia para expresar y encontrar el camino para llegar así al “alma del cuadro”. Por ello, uno de los esfuerzos fue comprender la composición, es decir, la intención del artista por colocar los elementos en escena.
A ello se une el recorrido artístico de Murillo, el lenguaje que usa, la perspectiva, la proporción y, sobre todo, “la luz”, con la que expresa los aspectos más y menos relevantes de la obra pictórica y que, a su llegada al Prado, fue necesario potenciar para recuperar “luminosidad y transparencia”.
En cuanto a la composición del cuadro, Álvarez señaló que la estructura que Murillo planteó es piramidal, con el fin de guiar los ojos del observador a lo largo del libro que permanece en primer plano, por un lado, y de una de sus piernas, por otro, para llegar a los ojos “vidriosos y llenos de lágrimas” de San Pedro.
A pesar del destino de la pintura, precisó que no se trata de un artista dramático, sino amable, algo que muestra también en el tratamiento de la luz, aunque sus contrastes no eran tan acentuados como los de Ribera, uno de los referentes del artista hispalense, personalidad central de la escuela sevillana de pintura y que acumuló un gran número de discípulos y seguidores.
