El pelo trae de cabeza a muchos hombres y mujeres. Pero si a alguien le ha dado motivos para quejarse o alegrarse es a Justino Delgado. A pocos empresarios le han dedicado tantos reportajes las televisiones, tanto españolas como extranjeras, y es que su negocio no se ciñe a los mercados nacionales, sino que ha crecido hasta extenderse por varios países; incluso la prensa de Dubai le ha dedicado atención recientemente.
Nacido en una humilde familia de cacharreros, la trayectoria profesional de Justino Delgado (Olombrada, 1940) le permite acreditar mejor que a nadie que no tiene un pelo de tonto. Esa vena comercial que heredó comenzó a desarrollarla nada más tener que buscarse la vida por sí solo.
Pasó la niñez en su pueblo hasta que el servicio militar le llevó a Segovia, donde hizo de conductor. Al terminar se enfrentó al desempleo. “Fue un año en que lo pasé mal”, confiesa; hasta que un amigo, Antonio Velasco, no sólo le mostró las posibilidades de la compra-venta de cabello, sino que le aventuró un futuro prometedor.
Tuvo que recorrerse muchos pueblos de la provincia, para lo que se sirvió de una bicicleta. El primer sitio donde comenzó a comerciar fue San Cristóbal de Segovia. “Vi que se ganaba dinero y me compré una moto, una Bultaco”, recuerda como una de sus primeras satisfacciones, hace 50 años. “Creí al principio que no iba a poder pagarla nunca, aunque era mi ilusión; pero desde entonces empecé a no dormir”. Con ella comenzó a recorrerse España entera, primero en Jaén “porque allí los gitanos eran quienes manejaban el negocio del pelo”. En solo cuatro meses recorrió 59.000 kilómetros, lo suficiente para ganar el dinero necesario para adquirir un Citröen 2 CV. Más contento aún porque “ya no llovía ni nevaba sobre mi cabeza”, recuerda. Pasó tres años por Andalucía y en menos de doce meses la hizo 123.00 kilómetros. Desde entonces ha gastado once coches en largos viajes a Alemania, uno de los lugares donde más transacciones ha hecho.
Ya casado y asentado en Madrid, su centro de negocio lo encontró en El Rastro. Para ello abrió una pequeña tienda de 70 metros cuadrados. Y gracias a unos amigos entabló negocio en la India, donde empezó a comprar material capilar en cantidades mucho más grandes. De ahí también se fue a Francia, a Alemania, a Rusia… su negocio crecía como si hubiera hallado un milagroso crecepelo. Se vio así obligado a adquirir un almacén de tres plantas. Pensó que sería definitivo. Pero enseguida se le llenó de material y a los trece años tuvo que trasladarse —hace ahora 25 años—, a las afueras de Madrid, donde hoy, en el polígono industrial de Aguacate, tiene la sede central su empresa. Con 4.500 metros cuadrados de superficie: “Es el mejor negocio que he hecho”, confiesa.
El secreto de su éxito, dice, es “vender barato”. “Así se vende en todos los sitios, pero sin perder dinero”. Gracias a ello, ahora exporta a todo el mundo. También tiene otra máxima: “Ser formal y respetar a clientes y proveedores, para garantizar la actividad futura”. Sólo se lamenta de no haber aprendido idiomas, lo que le ha llevado a “llorar de rabia porque no me entendían en Rusia”, recuerda entre las múltiples anécdotas que atesora.
Con 38 empleados, Justino Delgado es hoy líder en el sector. De carácter campechano, su bonhomía y labia le permiten contar con amigos en toda España. Alterna con cualquier paisano de su pueblo o el de su esposa, donde es conocido como ‘El Melenas’; como con famosos como Valdano, con quien ha coincidido en viajes de avión a Moscú, y le ha invitado a ver partidos de fútbol. Al país ruso acudía para comprar pelo nada más caer el muro de Berlín porque los ciudadanos lo vendían por necesidad. Ahora Justino Delgado se lo vende a ellos gracias a su nueva posición económica.
Pero si hay una cabellera a la que Justino aprecia especialmente y que no vendería por nada del mundo es la de su esposa, Lunila, que durante 40 años le ha acompañado. Con ella, Justino Delgado ha ido confiando su negocio a sus hijos Yolanda, Carlos, Óscar y Nuria. Los cuatro dominan hoy el mercado, y las preferencias cada día más variadas que les presentan los clientes. En todo caso él sigue viendo cómo marcha su empresa, donde disfruta viendo que su negocio continúa en cabeza, y donde le gusta conocer de primera mano las impresiones de sus empleados, a los que trata como si también fueran de la familia.
A fondo:
Un paraje de Segovia: Olombrada
Un lugar de Madrid: El Rastro
Un plato preferido: Lechazo asado de Campaspero
Una bebida: Vino de Ribera del Duero
Una afición o deporte: Conducción
Una canción: Carolina (Si te cortas la melena)
Tiempo necesario para una coleta de mujer:12 años
