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El presidente Mubarak prende la llama de la guerra civil

por Redacción
3 de febrero de 2011
en Internacional
Manifestantes a favor y en contra de Mubarak

Manifestantes a favor y en contra de Mubarak

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Partidarios del presidente Hosni Mubarak y simpatizantes de la oposición mantuvieron ayer violentos enfrentamientos en la plaza Tahrir, que marcaron un punto de inflexión en la crisis política en la que lleva inmerso Egipto desde hace nueve días.

La erupción de la violencia sumió al centro de El Cairo en el caos absoluto, bajo la mirada pasiva de los militares apostados en sus tanques y la ausencia total de policías, que estos días limitan sus funciones a dirigir el tráfico y custodiar algunas embajadas.

Al menos una persona murió y 611 resultaron heridas en las refriegas, aunque de ellas solo cuatro se encontraban anoche en estado grave, según adelantó a la televisión pública el ministro de Sanidad, Ahmed Sameh Farid, quien añadió que ambulancias custodiadas por el Ejército entraron en la plaza Tahrir para evacuar a los heridos.

La violencia estalló sobre las 12,00 hora local, cuando miles de defensores de Mubarak se acercaron a los accesos de la zona para encararse con los miembros de la oposición e intentar desalojarlos de la plaza por la fuerza con palos y barras de hierro.

Tras unos momentos de tensión en los que se intercambiaron insultos a través del fino cordón de civiles y militares que intentaba separar a los dos bandos, comenzó una lluvia de piedras en ambas direcciones que hirió en la cabeza a muchas personas.

Muchos otros sufrieron cortes y magulladuras al caer al suelo encima de cristales o al ser arrollados por la multitud.

El principal foco de las refriegas se situó en el acceso a Tahrir ubicado delante del Museo Egipcio, donde se concentraron miles de partidarios gubernamentales, cuya cifra fue creciendo sin cesar a lo largo de la jornada hasta alcanzar al menos los 10.000.

Llegaron a caballo y en camello, en barcas por el Nilo o en sus coches, tocando el claxon y gritando: «¡No se va, no se va!». La mayoría eran varones jóvenes, pero también había mujeres, ancianos y familias, que se mantenían a una distancia prudencial.

En cuanto oscureció, comenzó el lanzamiento de cócteles molotov en la plaza, que originaron incendios que los militares trataban de sofocar. Desde las ventanas de los edificios colindantes se arrojaban palos y sillas sobre los manifestantes.

La revuelta llegó horas después de que Hosni Mubarak anunciara el lunes por la noche, en un discurso televisado a la nación, que no se presentará a las próximas elecciones presidenciales, en septiembre, aunque no dimitirá, y acusó a determinados grupos políticos, que no identificó, de estar «manipulando y aprovechándose» de estas manifestaciones.

«Se necesita liderazgo para elegir entre el caos y la estabilidad», añadió el gobernante.

Sin embargo, las escenas vividas ayer en Tahrir estuvieron mucho más cerca del caos que de la estabilidad que esgrime Mubarak.

El dirigente opositor Mohamed el Baradei aseguró que «varios grupos de matones han salido a atacar a manifestantes pacíficos y se ha probado que son oficiales de policía vestidos de civil, tenemos sus carnés».

El canal de televisión Al Yazira mostró supuestas identificaciones de policías que se hallaron en el suelo y que pertenecían a partidarios del presidente.

Un portavoz del Ministerio del Interior, el general Abdelkarim Hamdi, desmintió estas informaciones y negó que «miembros de la Policía vestidos de paisano hayan participado en los enfrentamientos».

Muchos ciudadanos egipcios en los alrededores de la plaza no podían contener las lágrimas al tratar de explicarse lo sucedido. «Mubarak debe irse antes de que estalle la guerra civil…», sollozaba la médico Dina Sabry, que acudió junto a su marido para comprobar in situ la situación.

«¿Quién ha dejado salir a los presos de la cárcel? ¿Quién ha vertido la gasolina para que esto se incendie? Los que han venido a defender a Mubarak se merecen un presidente como él», comentó Sabry, para quien el mandatario «ha partido el país en dos».

Longevos y amparados por la ley.- La mayoría de los mandatarios del mundo árabe se perpetúan en el poder gracias a sus Constituciones. Curiosamente, los que menos años llevan al frente son los monarcas. La longevidad política en los países del mundo árabe, amparada por sus Constituciones, contribuye a que algunos de sus dirigentes se perpetúen en el poder.

Las revueltas en Egipto, donde el presidente Hosni Mubarak, de 82 años, gobierna desde hace 30, y en Túnez, donde el depuesto Zine el Abidine ben Alí estuvo durante 23, han puesto de manifiesto cómo las nuevas generaciones contravienen el viejo orden.

El dirigente yemení, Alí Abdalá Saleh, de 68 años, que lleva 32 años en el poder, renunció ayer a presentarse como candidato en las elecciones presidenciales previstas para 2013 a raíz de las protestas de los ciudadanos.

Sin embargo, el decano de los dirigentes árabes es el líder libio, Muamar el Gadafi, de 68 años, que lleva 41 al frente de los destinos de su país. Gadafi lideró a un grupo de oficiales que derrocó 1969 al rey Idris al Senusi, cuando éste estaba en Grecia.

El mandatario argelino, Abdelaziz Buteflika, de 73 años, dirige el Gobierno desde hace 11, tras ganar sus primeros comicios.

Además, en el mundo árabe se da el caso paradójico de que los más jóvenes o los que menos tiempo llevan en el poder son monarcas.

En Marruecos, el rey Mohamed V, de 47 años, está en el trono desde hace 11 años, tras la muerte de su padre el rey Hasan, en 1999.

El rey Abdalá II de Jordania sucedió a su progenitor en febrero de 1999. Las protestas en este país acabaron el pasado martes con el Ejecutivo del primer ministro Samir Rifai, que presentó su dimisión al soberano hachemí, quien designó a otro antiguo jefe de Gobierno, Maaruf Bajit.

Caso aparte es el de Siria, donde a la muerte del presidente Hafez al Asad se instauró una república hereditaria, con la sucesión de su hijo, Bachar al Asad. Con 45 años, el benjamín de los dirigentes árabes, lleva 11 años en el poder.

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