Aunque en los últimos días se ha instalado la idea de que el Partido Popular anda estudiando la posibilidad de presentar una moción de censura al presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, lo cierto es que la doctrina tradicional persiste: solo se tomará una decisión así si es para ganarla.
Lo ha dicho el líder de los populares, Mariano Rajoy, en privado y en público en varias ocasiones, incluso en la legislatura anterior, y se mantiene ese criterio a pesar de que la secretaria general de la formación conservadora, María Dolores Cospedal, abrió el melón de las especulaciones cuando, al ser preguntada sobre esa posibilidad, advirtió de que el principal partido de la oposición «no la descarta». En esa misma respuesta avisó de que no la descartaba «si el PP contaba con los apoyos suficientes», pero pronunciar las palabras «no descarta» y provocar el titular de que el Partido Popular estudiaba la posibilidad de presentar una moción de censura fue todo uno.
La dirección de Génova, reunida el pasado lunes, no entró en ese debate; ni se mencionó, ni siquiera tangencialmente. El único asunto que podría estar relacionado con una moción fue que ese comité de dirección analizó la estrategia política a seguir en el futuro inmediato, después de que se haya agudizado el deterioro de la imagen de Zapatero y su Gobierno, y se dio vueltas a la conveniencia de que Rajoy pida elecciones anticipadas.
El partido cuenta con datos que le auguran un triunfo si las elecciones se celebraran ahora mismo, y, además, ha recibido a principios de año la noticia de que una encuesta encargada por la Junta de Andalucía daba como resultado que el PP ganaría en esa Comunidad Autónoma (bastión socialista desde hace décadas) e incluso estaba cerca de la mayoría absoluta. Por tanto, Mariano Rajoy quiere moverse con cautela, sin dar un paso en falso, y que sean los errores del presidente del Ejecutivo central los que afiancen su posición.
Hay voces en su partido que le aconsejan que endurezca su papel como líder de la oposición, que sea más crítico, que ponga a Zapatero entre la espada y la pared y que insista en la ineficacia de sus iniciativas de Gobierno. Rajoy, sin embargo, prefiere mantenerse en su línea actual: crítica sistemática en los asuntos económicos, con exigencias de que se adopten medidas de creación de empleo, colaboración en las grandes cuestiones de Estado como la política antiterrorista o la Presidencia europea, y presentación constante de medidas alternativas que el equipo del PP considera que serían positivas para la creación de empleo y para ayudar a sobrevivir a las pequeñas y medianas empresas a través de una distinta fiscalidad e incentivos para la contratación de jóvenes y de parados de larga duración. Y, como asunto prioritario, dotar de la máxima eficacia a la organización interna del partido y volcarse en dos regiones que son básicas para el PP si pretende ganar las elecciones: Andalucía y Cataluña.
Rajoy mantiene la promesa que le hizo a Javier Arenas hace años y cada dos fines de semanas viaja a Andalucía para reforzar el partido; ahora, tanto él como María Dolores Cospedal acuden a Cataluña al menos una vez al mes para potenciar la imagen de Alicia Sánchez Camacho, que al menos ha conseguido de la dirección algo que no habían logrado sus antecesores Sirera, Piqué y Fernández: Rajoy ha dado instrucciones de consultar con Camacho todas y cada una de las propuestas que presente el PP que pueden incidir en la política catalana, y se siguen las indicaciones y sugerencias de la presidencia regional.
Antecedentes
La moción de censura ha sido utilizada en dos ocasiones en España, y Rajoy ha analizado del derecho y del revés las consecuencias de cada una de ellas. Cuando Felipe González presentó la suya contra Adolfo Suárez en mayo de 1980, el líder socialista sabía que no tenía ninguna posibilidad de ganarla, pero necesitaba presentarse como alternativa creíble y rigurosa a los españoles, que apenas llevaban tres años viviendo en democracia y todavía sentían recelos hacia un partido de izquierdas; su intervención fue muy brillante, apareció como un político riguroso, responsable y con sentido de Estado, y eliminó muchas barreras mentales que aún existían en un sector de ciudadanos que miraba con recelo a los socialistas. Aquella moción allanó el camino hacia el triunfo electoral año y medio más tarde.
Nada que ver con la moción que presentó un bisoño Hernández Mancha poco después de ser elegido presidente de Alianza Popular. Felipe González, entonces líder del Ejecutivo, lo aplastó parlamentaria y políticamente, y quedó claro que aquel joven no tenía la altura suficiente para dirigir el país. Ni siquiera para dirigir el principal partido de la oposición. Mariano Rajoy está absolutamente seguro de que ganaría el debate con Zapatero y que podría presentar una alternativa de Gobierno atractiva y creíble. Pero estos años, después de analizar con sus más directos colaboradores los pros y contras de una moción se censura, llegó a la conclusión de que después de haber gobernado, el PP solo puede presentar una moción de censura para ganarla. Nada que ver con la situación de Felipe González en 1980.
Por tanto, no pasa por la cabeza de Rajoy presentarse como alternativa, pero sí va a insistir estos días en exigir a Zapatero que adelante las elecciones generales. Piensa que de esa manera afianza la idea de que Zapatero no está a la altura de las circunstancias, no ha sabido enfocar la crisis y no es capaz de aportar soluciones efectivas.
Las palabras de Cospedal en las que decía que no se descartaba nada, hay que tomarlas al pie de la letra: nunca se descarta nada en política. Pero la moción de censura, el Partido Popular solo la tiene prevista si hay garantías de vencer.
