Fue decisión suya, decisión personal del Rey. Y fue una decisión que le salió de dentro, sincera, sentida.
Es probable que su reflexión sobre la inoportunidad de su viaje se iniciara en el avión privado que le trasladaba a Madrid desde Botsuana; se dio cuenta del daño que hacía a la Corona y también a su familia, y pudo adivinar que, con toda seguridad, se publicaría que la escapada no la había hecho solo, lo que además de profundizar en el dolor de Doña Sofía también supondría una decepción en sus hijos. Una vez en la clínica San José, ya recuperado de la anestesia, continuó su reflexión al conocer el contenido de las informaciones y comentarios sobre su viaje, sobre su salud, sobre las circunstancias que rodeaban la cacería y, por encima de todo, el cuestionamiento que se hacía en algunos niveles, que elaboraban algunas firmas y algunos políticos, a la Monarquía.
Solo con el Príncipe Felipe y con el Jefe de la Casa del Rey, Rafael Spottorno, cambió impresiones Don Juan Carlos sobre lo sucedido. Con Spottorno, que fue secretario de la Casa durante 10 años y al que el propio Rey pidió que regresara a Zarzuela para sustituir a Alberto Aza como jefe de Su Casa, la confianza es absoluta. Se hablan con total franqueza, como hacen las personas leales. El Monarca sabe interpretar los silencios de Spottorno, que generalmente significan que no comparte algunas decisiones del Rey, y sabe también que después de esos silencios el jefe de la Casa suele mantener largas conversaciones con Don Juan Carlos en las que expone con toda sinceridad sus puntos de vista e incluso, desde el respeto, las discuten. En esta ocasión, la autocrítica hizo acto de presencia a los dos días de la operación, como hizo acto de presencia el anuncio del Rey de que en cuanto tuviera oportunidad, probablemente al salir de la clínica, ofrecería sus disculpas a los españoles a través de los periodistas que, generalmente, cubren todas las informaciones relacionadas con las actividades de la Familia Real.
Don Juan Carlos valoró, más que las salidas de tono, que fueron muchas, las críticas que se le hicieron desde el respeto. Y sobre todo las que elogiaban su trayectoria de más de 30 años, advirtiendo que su imagen sufría un golpe por ese viaje inoportuno, mal planteado y falto de sensibilidad hacia la situación de agonía que sufren millones de ciudadanos españoles. Una cacería que afectaba también a la imagen de la Corona y, además, profundizaba en la crisis familiar, que dejó de ser un asunto estrictamente privado para convertirse en materia de debate público, y no siempre con interpretaciones que se ajustaran totalmente a la realidad.
gran labor. El Monarca, desde el mismo día de su proclamación en noviembre del 75, ha antepuesto los intereses de España a los personales. Por eso, que haya dado una vuelta a ese comportamiento ha provocado tanta conmoción. Con el transcurso de los días se filtraron datos, probablemente interesados, que apuntaban que el empresario que había financiado la polémica cacería era un importante hombre de negocios vinculado a la Casa Real saudí y que su excelente relación con el Rey, más la que mantiene Don Juan Carlos con el Rey saudí y con los jeques de los Emiratos, había facilitado que España firmara importantes acuerdos comerciales con esos Estados. Sin embargo, ese dato, con ser muy relevante y que podrían justificar el viaje a Botswana, no caló suficientemente en una sociedad que, de repente, había bajado a su representante del pedestal en el que le había colocado y solo quería verlo arriba cumpliendo el requisito de ser como siempre un elemento clave de estabilidad política y social y, también, verlo como miembro de una familia tradicional. Y no le ha gustado conocer que llevaba una vida paralela, algo que hasta ahora solo se sabía en los círculos de poder.
En sus días de internamiento en la clínica tras la operación, tanto la Reina como sus hijos han tenido una actitud de sobresaliente. La Princesa de Asturias, tan reacia a aparecer en público con sus hijas, y que daba la impresión de que no fomentaba excesivamente la relación de las niñas con su abuelo paterno, acudió a ver al Rey acompañando al Príncipe y con las Infantas Leonor y Sofía, algo que sin duda agradeció el Monarca; a nadie sorprendieron las visitas de la Infanta Elena a su padre a pesar de que debía atender también a su hijo Felipe, internado en otra clínica; la Infanta mantiene una especialísima relación con su padre.
controversia. Y la Reina Sofía provocó polémica al no regresar a España cuando se produjo el accidente, polémica que se agudizó y que se interpretó como lógicamente se tenía que interpretar cuando solo permaneció 20 minutos en la clínica, lo que significaba que, como mucho, había estado cinco con su marido, y que al día siguiente regresó a la San José, donde almorzó con Don Juan Carlos y le hizo compañía. «Una profesional», señaló el Rey en una ocasión de Doña Sofía. Una profesional pero, además, una Reina que sabe que cualquier gesto, cualquier palabra, cualquier decisión de un miembro de una Familia Real, incluso de tipo privado, potencia o perjudica a la Corona. No consta que Don Juan Carlos hablara con la Reina sobre la delicada situación de la institución , o de las informaciones sobre la vida privada del Rey, aunque sí las analizó con Don Felipe cuando acudió solo a la clínica, sin la Princesa de Asturias y las Infantas.
Y es que Don Juan Carlos conoce muy bien a los españoles, sus sentimientos, sus reacciones y ante qué reacciona. Cuando el caso Urdangarín y su conducta «no ejemplar» provocaron un distanciamiento entre padre e hija porque Doña Cristina no se sintió suficientemente apoyada por el Rey, no tuvo dudas en explicarle que la Institución está por encima de todo, incluso por encima de los afectos. Jamás dejaría de quererla como un padre quiere a una hija, pero el prestigio de la Corona obligaba a apartar a Urdangarín de la agenda oficial, aunque eso provocara un profundo dolor porque se alejaba de ella.
Esa actitud del Rey, que le honra, hace pensar que quizá vaya más lejos en sus decisiones.
