El Papa reclamó a los sacerdotes durante la durante misa Crismal del Jueves Santo que no sean “prisioneros” del consumismo o de la mundanidad virtual al tiempo que les recordó la importancia de administrar la misericordia de manera “dulce y confortadora” a todos los fieles católicos. En la celebración en la basílica del Vaticano, en la que el pontífice bendijo los óleos que se celebrarán durante todo el año en la administración de los principales sacramentos, advirtió a los prelados del “exceso de espiritualidades gaseosas” que impide caminar “libres”.
“Nos sentimos prisioneros, pero no rodeados como tantos pueblos, por infranqueables muros de piedra o de alambrados de acero, sino por una mundanidad virtual que se abre o cierra con un simple click”, exclamó. De esta forma, Francisco comparó esta “fascinación” ante mil propuestas de consumo con las “amenazas” o los “empujones” que recibe la gente pobre. Así, instó a los sacerdotes a ser “ministros de misericordia y de consolación” para cada persona, pero especialmente para “el pueblo descartado”.
Ante decenas de cardenales y cientos de sacerdotes, el Papa alertó de que a veces se alejan de la misericordia, “no por tener a mano el evangelio” sino por el “exceso de teologías complicadas”. Y a esto añadió, “como sacerdotes, nos identificamos con ese pueblo descartado, al que el Señor salva y recordamos que hay multitudes incontables de personas pobres, ignorantes, prisioneras, que se encuentran en esa situación porque otros los oprimen”.
En este sentido, incidió en que “la misericordia restaura todo y devuelve a las personas a su dignidad original” y remarcó que “el agradecimiento efusivo es la respuesta adecuada”. Así, invitó a los católicos a preguntarse, “después de confesarme, ¿festejo? O paso rápido a otra cosa, como cuando después de ir al médico, uno ve que los análisis no dieron tan mal y los mete en el sobre y pasa a otra cosa. Y cuando doy una limosna, ¿le doy tiempo al otro a que me exprese su agradecimiento y festejo su sonrisa y esas bendiciones que nos dan los pobres, o sigo apurado con mis cosas después de ‘dejar caer la moneda’”.
En esa línea, el pontífice argentino centró la homilía de Jueves Santo en el perdón y arremetió contra las actitudes que tienden a sentir “vergüenza” del pecado y luego “se pavonean”. “Escondemos y andamos con la cabeza gacha, como Adán y Eva, y cuando somos elevados a alguna dignidad tratamos de tapar los pecados y nos gusta hacernos ver, casi pavonearnos”, exclamó. Para Francisco, Dios “no sólo perdona deudas incalculables, como al siervo que le suplica y que luego se mostrará mezquino con su compañero, sino que nos hace pasar directamente de Ia vergüenza más vergonzante a la dignidad más alta sin pasos intermedios”.
Así, llamó a los católicos a mantenerse “siempre en esa tensión sana entre una digna vergüenza y una avergonzada dignidad” que calificó como la “actitud de quien por sí mismo busca humillarse y abajarse, pero es capaz de aceptar que el Señor lo ensalce en bien de la misión, sin creérselo”. Además, agregó que “para entrar más hondo en esta avergonzada dignidad, que nos salva de creernos, más o menos, de lo que somos por gracia, nos puede ayudar ver cómo en el pasaje de Isaías que el Señor lee hoy en su Sinagoga de Nazaret, el Profeta afirma que los sacerdotes han de ser humildes”.
