El Papa Benedicto XVI rezó y lloró por y con las víctimas de los abusos sexuales de Malta, en la segunda y última jornada de su visita a la católica isla mediterránea, y les prometió que la Iglesia haría todo lo posible por llevar a los criminales ante la Justicia ordinaria civil y, así, implementar a los niños en el futuro.
Este encuentro, el primero que se realiza desde el comienzo de la crisis de la pederastia en el clero, supone un importante cambio en la actitud de la Iglesia sobre la gestión de los abusos sexuales y los casos aparecidos y denunciados por los afectados. Con esta nueva vía, la jerarquía eclesiástica, además de reconocer los hechos y de consolar a las víctimas, reclama acciones judiciales contra los criminales.
En un sentido y profundo encuentro con ocho víctimas de pederastia sacerdotal, que tuvo lugar de forma privada al término de la misa que ofició en la explanada de los Graneros, cerca de la capital de la isla (La Valeta), ante miles de personas, el Pontífice «rezó con ellos y les aseguró que la Iglesia está haciendo, y continuará haciendo, todo lo que está en su poder para investigar las acusaciones, a fin de llevar a la Justicia a los responsables», precisó el texto papal.
El comunicado fue una de las señales más claras del Vaticano de que desea que los obispos locales cooperen con las autoridades civiles para juzgar a aquellos religiosos que abusen de menores.
Las víctimas maltesas de abusos sexuales habían solicitado una reunión con el máximo líder de la Iglesia Católica, pero el Vaticano no confirmó su realización hasta el final de la ceremonia.
«El Papa estuvo profundamente conmovido por sus historias y expresó su vergüenza y pena por lo que las víctimas y sus familias han sufrido», agregó la declaración.
También subrayó que Benedicto XVI «oró porque todas las víctimas de abuso experimenten sanación y reconciliación, permitiéndoles seguir adelante con renovada esperanza».
Un portavoz del Vaticano dijo que el Pontífice se reunió con ellos como grupo y que más tarde habló con cada uno de forma individual antes de que rezaran juntos.
Por su parte, una de las víctimas que se entrevistó con el Papa, Joseph Magro, relató que Benedicto XVI «tenía lágrimas en sus ojos» y que «fue un encuentro muy emocionante. Las víctimas llorábamos, los obispos lloraban y el Papa tenía lágrimas en sus ojos», afirmó Magro.
El afectado admitió que los abusos sufridos «siguen siendo algo muy difícil», pero que ahora está «en paz con la Iglesia». «El Papa me ha dicho que rezaría por mí», agregó.
Otro de ellos, que prefirió identificarse únicamente con el nombre de Emanuel, se mostró sorprendido ante el hecho de que el Papa quisiera recibirles. «No me esperaba que esto pasara, lo hemos apreciado mucho», afirmó, remarcando que el Pontífice solo estuvo en Malta 26 horas, por lo que fue «fantástico» que pudiera dedicarles «media hora».
Según explicó Emanuel, Su Santidad dijo «sentir mucho» lo que les había pasado. «Yo le comente que también estoy apenado y que me duele que la Iglesia esté atravesando todo este problema sobre los abusos sexuales».
A pesar de ello, aseguró que «seguirán luchando en los tribunales». «Muchos malteses piensan que estamos haciendo todo esto para obtener dinero. Nosotros no queremos dinero, queremos justicia. No queremos que otras personas sufran lo que nosotros sufrimos», recalcó.
Dios es necesario
Miles de personas asistieron ayer a la explanada de los Graneros, cerca de La Valeta, a la misa que ofició Benedicto XVI. El Papa aseguró en la homilía que «no todo lo que el mundo actual propone es digno de ser asumido por el pueblo» y exhortó a los cristianos a no dejarse convencer por las «muchas voces» que en la sociedad actual aseguran que el hombre no tiene necesidad de Dios o de la Iglesia.
Ratzinger también subrayó la necesidad de la misericordia divina para curar las «heridas del pecado», asegurando que los hombres en cada ámbito de sus vida necesitan la ayuda de la gracia de Dios, «ya que con Él podemos hacer todo y sin Él no podemos hacer nada».
A la misa asistieron numerosos inmigrantes y «víctimas de la violencia consumada en los hogares y ambientes educativos», según precisó el arzobispo de Malta, Paul Cremona, quien dijo en sus palabras de saludo al Papa que la Iglesia maltesa «reconoce el fracaso y los pecados de sus miembros».
El Obispo de Roma agregó que cuando los hombres se sientan tentados a dar crédito a lo anterior, deben recordar el episodio de los apóstoles y la pesca milagrosa, y tener presente que «solo confiando en Dios el ser humano consigue grandes frutos».
«Nos sentimos tentados por la idea de que la avanzada tecnología de hoy puede responder a todas nuestras necesidades y nos salva de todos los peligros que nos acechan, pero no es así. En cada momento de nuestras vidas dependemos completamente de Dios, solo Él nos puede proteger», finalizó.
Al término de la misa, el Papa entregó una rosa de oro para que sea colocada a la Virgen de Ta Pinu, que se venera en el santuario de Gozo, ubicado en la otra isla del archipiélago maltés, que sí visitó Juan Pablo II durante su primer viaje en 1990, pero que en esta ocasión, por motivos de tiempo, no pudo realizar Benedicto XVI, aunque sí que quiso estar en espíritu.
