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El orgullo de la ausencia

por Redacción
8 de abril de 2012
Judith Vizcarra. Escrito en el cuerpo (Isabel). 2008. 100 x 150 cms.

Judith Vizcarra. Escrito en el cuerpo (Isabel). 2008. 100 x 150 cms.

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Judith Vizcarra en la actualidad desarrolla talleres para fotógrafos aficionados y profesionales con la intención de profundizar en el retrato desde varios puntos de vista, más allá de la mera apariencia, de la simple presencia. Una vez más se trata de indagar en la fotografía del retrato femenino en primer plano, recuestionar el canon de belleza y el cuerpo femenino como modelo estereotipado de belleza, reinventar nuevas miradas sobre la maternidad y la paternidad, recrear la cultura desde un erotismo libre y digno.

A Judith Vizcarra siempre le interesó y comprometió las relaciones de la mujer y la fotografía en sus nuevas filosofías y estilos de vida (2000: Exposición «Les dones i les filosofies». 2003: Ponencia-seminario sobre «Dones fotografes» en Granada), busca imaginar y representar los espacios de tolerancia en el imaginario creativo (Exposición «Toleràncies» en L’espai de fotografia francesc català-roca), así como favorecer y reivindicar un nuevo erotismo liberado de servidumbres perversas y obscenidades banales (2003: Exposición colectiva «Dones i Erotisme»). Está en proyecto la exposición «Mujeres y su sangre».

En 2007 nace el proyecto «El orgullo de la ausencia» que bajo la producción y coordinación de la Fundación J. Abelló (Mollet del Vallès) se convierte en exposición itinerante a partir de 2008. Este proyecto surge del diálogo de J. Vizcarra con Montse Rovira y muestra, bajo el sugerente título «El orgullo de la ausencia», la transformación del cuerpo externo de la mujer, impuesta por las circunstancias de una enfermedad, el cáncer, y la evidencia posterior de la intervención quirúrgica, la mastectomía. Un cambio que produce también una mutilación íntima que sólo una mujer puede entender y plasmar. Este es el reto que la fotógrafa ha querido expresar junto a la belleza interior de las modelos Isabel, Montse, Ángeles, Loli, Puri, Eva, Imma, Mónica, todas protagonistas del drama que nos permiten compartir con tanta libertad como delicadeza, con tanta sensibilidad como reivindicación.

Carlos Reyero nos hace reflexionar sobre la «belleza imperfecta» (Siruela, 2005), tema recurrente en la historia del arte contemporáneo, especialmente a partir de la crisis del canon de la razón ideal y armónica. Los locos, enfermos, heridos y desahuciados de los grabados de Goya, los inválidos de Sorolla, los desechados de Gutiérrez Solana, los enanos y ciegos de I. Zuloaga, por solo citar algunas imágenes en la memoria de todos. Vizcarra se inspira en los referentes introducidos por Frida Kahlo, y a su vez reinterpretados por Jo Spence y Hanna Wilke, artistas que han mostrado en su obra su propio deterioro físico como fruto de la enfermedad. Las fotografías de Vizcarra se centran en la mujer y pretenden ir más allá de la imagen como documento para ofrecernos

una mirada a su cuerpo interior y un acercamiento empático a su trayectoria en esos duros momentos.

Cuerpos desnudos como velas blancas, dispuestos a nuevas aventuras vitales, que no quieren detenerse. Sin miedo de ser mirados, livianos en los estragos del tiempo.

Cada imagen es una inmensa lección de poder, de dignidad, de vida. Cartografía abierta de itinerarios aún por descubrir, de caminos por surcar, en los que cada pliegue es paisaje, cada cicatriz es un relato, cada tronco es un árbol (Isabel Franch)

En cada imagen la belleza interior sobrepasa el cuerpo exterior. El estigma de la enfermedad, la mutilación física, la exposición de las huellas y cicatrices, adquieren un significado enriquecido por las vivencias y la determinación de la vida sobrepasa todo dolor. La imagen es palabra que rompe el silencio.

Para unos pudieran ser imágenes incómodas, percepciones impactantes de carencias y negaciones. Pero la vida supera todo canon de presunta perfección, y la tradición de la belleza idealizada de la mujer se ve cuestionada en una feminidad fuerte y luchadora. «Estoy viva» (Eva M.), «estoy aquí, estoy viva» (Montse), «nosotras continuamos luchando» (Ángeles), son los mensajes poderosos que dan valor y significado a cada imagen, a cada cuerpo más allá de heridas y de miedos. La desnudez simbolizada encarna «la lucha, el esfuerzo, la superación» (Eva) de una naturaleza que con frecuencia es la primera opresión de la mujer.

Y como asumimos ante toda discapacidad sea física, sensorial, intelectual o mental, todos estamos mutilados, de tantas formas posibles, no siendo la física la peor mutilación. Nos atrae de cada cuerpo su mirada, su entereza, su dignidad, su alma recuperada. De ahí el «orgullo de la ausencia» (Isabel), la confianza y la determinación «escrita en el cuerpo», como un nuevo grafos de creencia y de emoción. «Me quieren» (Puri).

Y renace una belleza insólita, incluso un erotismo envidiable, libre, desconocido, dando consistencia y plenitud a la arquitectura de la persona nueva, que hace de la herida luz, de la huella memoria, del surco semilla.

«Este cuerpo altivo,

engañado hacia la orfandad,

proclama el orgullo de la ausencia,

a cambio de la vida»

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Edición digital del periódico decano de la prensa de Segovia, fundado en 1901 por Rufino Cano de Rueda

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