Recordando el pasado, pero mirando al futuro. El presidente del PP y candidato a la presidencia del Gobierno, Mariano Rajoy, invocó ayer los ejemplos de Adolfo Suárez y de José María Aznar para salir de la crisis y manifestó con rotundidad: «Podemos volver a hacerlo». Ésta fue su máxima en la clausura de la Convención Nacional que el PP ha celebrado en Málaga desde el pasado jueves. El líder popular se presentó ante un auditorio abarrotado de gente, que le interrumpía continuamente al grito de «presidente» y «a por ellos», con la intención de llevar a cabo un proyecto de «unidad» de los españoles, de gobernar con «valentía», de trabajar desde la «concordia» y de enfrentarse a los problemas con el «atrevimiento» que la situación exige. Todo ello, dijo, frente a la actitud del PSOE que quiere «ocultar» el balance que deja porque se «avergüenza» de lo que ha hecho y trata de «huir de su propia historia».
El gallego quiso dejar claro que «no será fácil» salir de la crisis y que eso exigirá «tiempo». «No es cuestión de una varita mágica, ni de un día, ni de una semana, ni de un mes», admitió. Sin embargo, apuntó que lo acabará consiguiendo y para argumentar su afirmación, recordó los retos que ha logrado superar la sociedad española, primero en la Transición democrática y después, con la crisis de los años 90. «Esa es nuestra historia, una historia de éxitos. Por eso digo, podemos volver a hacerlo». Esta última frase, que recuerda al eslogan con el que el presidente de los EEUU, Barack Obama, ganó las elecciones en su país, Rajoy la repitió en numerosas ocasiones a lo largo de su discurso. «No será fácil, pero lo mismo pensaban Aznar en 1996 o Suárez 20 años antes y lo hicieron», insistió.
El presidente del PP explicó que para lograr su objetivo lo «primero» que va a hacer es «contar con todos». Su propósito es «unir a los españoles en un proyecto común». Sin importarle, precisó, «la procedencia de cada uno, ni sus simpatías políticas».
sin trincheras. El líder popular incidió en que no quiere ser el presidente del Gobierno de los militantes del PP, sino que quiere ser el presidente «de todos los españoles». En este sentido, trató de desactivar el mensaje del miedo que considera está tratando de infundir el PSOE frente a un gobierno popular. Por ello, precisó que él no se siente enemigo de nadie y que no piensa hacer lo mismo que ha hecho el Ejecutivo socialista estos últimos ocho años que ha pretendido, según señaló, «forzar a los españoles a elegir entre bandos y trincheras».
Su intención es crear «nuevas afinidades» entre los españoles y «no atizar viejas discordias», porque considera que quien cultiva diferencias cosecha conflictos.
En su opinión, la actitud del PSOE es la de un «agorero» que «agita fantasmas» contra la «esperanza real de un cambio». Por ello, pidió a los españoles que no crean a quienes dicen que «todos somos iguales», porque está convencido de que los ciudadanos «no quieren la resignación y el fatalismo» de los que afirman que «otra política no es posible».
«malos gestores». Mariano Rajoy acusó a los socialistas de tratar de ocultar lo que han hecho estos años, de no querer hablar de la herencia que dejan y «que se niegan a defender» como si «nada tuvieran que ver con lo que aquí ha pasado». Dijo no extrañarse de la actitud porque el balance es para «avergonzarse», pero se mostró convencido de que los españoles no se van a olvidar de lo que han hecho por mucho, precisó, «que ahora se empeñen en negarse a sí mismos y huir de su propia historia».
Se trata, explicó el líder popular, de la «peor herencia que ningún gobierno ha legado jamás al siguiente», algo «inimaginable» de quien «no ha sabido estar a la altura de la sociedad española y se ha convertido al final en el primero de sus problemas».
Precisamente el reto será ahora «superar esa herencia», exclamó Rajoy, para lo cual pidió un «mandato claro» de los españoles.
En su discurso no desveló ninguna medida nueva de cuáles son sus intenciones para cuando llegue al Gobierno, aunque sí estableció una serie de principios como realizar una política económica ordenada, basada en la austeridad y las reformas que de un marco de estabilidad y certidumbre; tener unas administraciones públicas que no gasten lo que no tienen y no intervengan con «voracidad» en la vida de la gente; defender la cohesión social, el estado del bienestar y los servicios públicos pero no desde «falsas promesas o palabras huecas».
En este punto, precisó que los «mayores enemigos» de las política sociales son los «malos gestores» de la política económica que se ven obligados a hacer recortes por no haber hecho antes reformas.
