La acusada, que se enfrenta a una pena de entre 15 y 20 años de cárcel (si es considerada culpable de asesinato), repitió ayer gran parte del relato de lo ocurrido el día 30 de octubre de 2011, como ya hizo el primer día del juicio. Contó que había perdido su trabajo en Polonia y que no tenía nada para dar de comer a sus tres hijas. Con lágrimas en los ojos y entre sollozos, dijo que una madre puede saber lo que se siente cuando un hijo pide comida y tiene que decir no porque no hay nada en el frigorífico. Explicó que esa fue la razón por la que decidió abandonar Polonia y venir a España a trabajar, “mejorar la vida de mis hijas”. Pero en Mudrián, donde trabajaba en un vivero, por sorpresa, según sus palabras, se puso de parto. Insistió en que su intención “no era matar a este hijo”, sino abandonarle para que le encontraran, y añadió que en ese momento estaba “muy confundida”, que hubiera querido darle en adopción porque no podía mantenerle “pero lo que pasó es que salió de otra manera”, el parto se adelantó y se encontró perdida. “No quería que muriera mi hijo, si esa hubiera sido mi intención podía haberle matado directamente y ocultarle y ocultarlo todo”.
Magda afirmó que quería salvarle, buscar ayuda, un sitio donde dejar al niño, una casa o algún lugar donde hubiera personas, pero estaba perdida y confundida y se metió cerca de los árboles —en el pinar— para protegerle del viento, para que no sufriera mucho frío, confiando en que alguien le encontrara y cuidara.
Contó que sus hijas preguntan constantemente dónde está e incluso una de ellas tiene una depresión muy fuerte y necesita ayuda psicológica. “El mayor castigo en este momento es no poder estar con mis hijas”, aseguró. “Mis hijas me necesitan en este momento, porque dentro de muchos años se habrá perdido el contacto”, concluyó.