Arturo Pérez-Reverte creció junto a un puerto, el de Cartagena, y ahora navega en un velero desde hace dos décadas. La pasión que siente por el mar vibra en muchos de los artículos que publica cada domingo y que ahora aparecen reunidos en Los barcos se pierden en tierra, su última obra.
«Cuanto más conozco el mar, más miedo le tengo. Es cruel como la vida, no tiene sentimientos, ni piedad», afirma el murciano, y asegura que el mar «es fuente inagotable de literatura, de vida, de ensueños, certezas y dudas».
Editado por Alfaguara, el libro podría ser su forma de celebrar los 20 años que lleva publicando artículos en el XL Semanal. Así, cada semana refleja su visión del mundo en esos textos, critica aquello que no le gusta y se subleva ante «la estupidez», la de los políticos o la de quien sea. «El peor enemigo del mundo no es la maldad sino la estupidez. De un malvado inteligente puedes aprender e incluso sufrir los estragos de su maldad, que puede hacerte más lúcido, pero de un estúpido nunca aprendes nada», apunta con énfasis este académico de la Lengua.
Sus artículos son una especie de indignación contra la estupidez. «Y, si a veces la unes a la política, el resultado puede ser devastador», subraya Pérez-Reverte, que nunca ha pretendido que sus colaboraciones «sean dogma» ni «hacer proselitismo» con ellas.
Ese tono guerrero, políticamente incorrecto, está también presente en algunos artículos de Los barcos se pierden en tierra, publicados entre 1994 y 2011. Pero otros, como subraya Jacinto Antón, autor del prólogo, están escritos «con gran ternura» o son «pasajes de un conmovedor lirismo». Y los hay «hilarantes», que muestran al Pérez-Reverte «iconoclasta, gamberro y cachondo».
El escritor está convencido de que el mar «es un lugar mucho más apasionante y rico que la tierra. Navegar por las aguas es hacerlo por la certeza de que el mundo es un lugar peligroso, y es también andar por la memoria, barcos hundidos, rutas, navegantes…».
