El pintor Antonio López, uno de los artistas españoles vivos más reconocidos, participó ayer en un curso sobre la ciudad en el Palacio de Mansilla, organizado por la Facultad de Ciencias Sociales, Jurídicas y de la Comunicación de la Universidad de Valladolid (UVa). En una interesante sesión, López reflexionó sobre su manera de pintar la ciudad, sobre todo su Tomelloso natal y Madrid, una ciudad que, según confesó, siempre aborda como algo ajeno, con la mirada de un extranjero.
El pintor, que estuvo acompañado por la directora del Museo Esteban Vicente, Ana Martínez de Aguilar, y la profesora Eva Navarro, una de las impulsoras del curso, explicó que su relación con Madrid, una ciudad que ha pintado en innumerables ocasiones “y sobre la que nunca terminaré de trabajar”, es más de interés que de que sea de su gusto. “Madrid no me gusta, pero me fascina la vida que tiene”.
En este sentido también reveló que la serie de cuadros que está realizando de la Gran Vía cree que serán su “despedida del centro, porque me interesa mucho más la ciudad nueva, donde la ciudad se encuentra con el campo; la Gran Vía es la parte más antigua de la ciudad con la que soy capaz de comunicarme, porque para mí, debe haber una relación sentimental”.
Antonio López abundó en esa pasión por los lugares nuevos asegurando que le gustan “los sitios sin historia; si pesa más el pasado que el presente, echo a correr a un sitio más feo, pero nuevo”. En esta línea reconoció que se siente cómodo en ciudades de nueva creación, como algunas americanas: “una ciudad histórica o un edificio antiguo los puedo admirar, pero como espectador, a mucha distancia”.
El artista confesó también que su mirada sobre la capital de España “ha sido siempre la de un extranjero que acaba de llegar; si hubiese nacido allí, quizá tendría otro punto de vista, pero lo sigo mirando como alguien que se va a la selva, desde un plano general, de alguien que no está integrado en la ciudad, que desconfía”.
López habló también sobre el escaso interés por el entorno urbano que ha mostrado, desde su punto de vista, el arte español. “El pintor no tenía libertad y trabajaba sobre lo que se le encargaba, que normalmente no eran los escenarios sobre los que transcurría la vida, de manera que era un tema casi virgen, incluso cuando yo comencé a pintar”, afirmó.
En este sentido, sostuvo que en otros países sí ha habido ese interés por el entorno urbano, citando como ejemplos a artistas como Durero, Vermeer o Giotto, y añadió que al principio de su carrera, cuando empezó a pintar ciudades, “había compañeros que me decían que era una pena dedicar el tiempo a algo a lo que no le encontraban mucho sentido”.
Desde el punto de vista de Antonio López, esa falta de interés por el espacio público “se ve en lo ásperas que son las ciudades españolas, en lo mal que se vive en ellas, quitando Andalucía”. “Los españoles cuidamos el espacio privado, la casa, pero el espacio colectivo se menosprecia, parece que no va con nosotros, y eso también se nota en la pintura”, dijo.
Antonio López también rechazó que su obra se encuadre en el hiperrealismo, para asegurar que esa corriente “tiene relación con un pueblo sin historia y nosotros tenemos una historia larguísima, que no se acaba, y que hace que tengamos el peso de la historia en la mirada”; “que esté pintado con mucho detalle, no quiere decir que sea hiperrealista”, dijo para añadir, en cuanto a su proceso creativo, que tiene “una concepción muy abierta de lo que quiero hacer, sin un planteamiento inicial, y lo único que hago para empezar es conectarme con el mundo real, que es lo básico”.