El Maccabi de Tel Aviv se convirtió ayer en el primer finalista de la Euroliga después de vencer al CSKA Moscú (67-68) en la semifinal con la que se inauguró la Final Four en el Mediolanum Forum de Milán y que se decidió gracias a una canasta a falta de cinco segundos y medio de Tyrese Ryce, con la que el equipo israelí culminó una remontada de 15 puntos en tan solo 11 minutos.
A falta de un minuto para la finalización del tercer cuarto, Sonny Weems aparecía por primera vez en el partido para poner a su equipo 15 arriba (55-40). Era el sexto punto de un parcial de 6-0 que, en ese momento, parecía que cerraba un partido en el que el CSKA había sido superior, tanto en ataque como en defensa.
Kaun dominó el duelo de inicio, haciendo 10 de los primeros 12 puntos de su equipo. Posteriormente, con el paso de los minutos, el equipo ruso fue aumentando muy poco a poco las diferencias, enseñando músculo a través de un ‘roster’ infinito y con un Viktor Khryappa que ejercía de lo que es: el capitán general de los de Moscú.
Pero el CSKA no contó con el corazón de un campeón del tamaño de Maccabi del Tel Aviv. El equipo hebreo no ha jugado 14 finales de la máxima competición continental por casualidad. Son un conjunto con un orgullo inmenso, con un entrenador, David Blatt, excepcional y con una masa social y de aficionados que hicieron sentirse a los suyos como en el Nokia Arena, su feudo habitual.
Hasta la estocada casi decisiva que fue el 55-40, el Maccabi se había agarrado al partido como a un clavo ardiendo. Inferior en el juego y superado por la defensa de los de Messina, el trabajo de los de Blatt en los primeros 29 minutos fue sobrevivir. Mediante Schorsanitis al inicio, con la labor y brega de Alex Tyus o con los puntos de Ohayon y Kickman aguantó hasta que consiguió obrar el milagro.
