Primer día de resaca tras la caída el pasado sábado en el juzgado de Palma de Mallorca del meteorito Torres. Es momento de contar bajas y heridos 24 horas después de la colisión, y lo cierto es que los daños son tan escasos que puede que hasta haya habido un efecto bumerán, ya que no solo no ha logrado el exsocio de Urdangarín su objetivo de que se impute a la Infanta Cristina en el caso Nóos, sino que le están lloviendo todo tipo de críticas.
Lo cierto es que tanto PSOE como PP no quisieron mojarse mucho, y mostraron su confianza absoluta en la Justicia. Si acaso, el popular Esteban González Pons fue un poco más allá, y recalcó que en este país, «si te has equivocado y lo has hecho mal, lo pagas, por muy importante que sea la familia a la que pertenezcas, aunque sea la más importante». Estas palabras tan obvias parecían una utopía hasta hace poco, concretamente, el 24 de diciembre de 2011, cuando el Rey, en su tradicional discurso de Nochebuena, dejó bien claro que «la Justicia es igual para todos».
En aquel histórico momento, 12 días después de haber apartado a su yerno de los actos oficiales «por su comportamiento no ejemplar», confesó su preocupación por la «desconfianza» que se extendía entre la ciudadanía respecto a la credibilidad y el prestigio de algunas instituciones. No lo quiso especificar, pero se refería a la propia Corona, que ha visto mermada su popularidad a raíz de un problema creado por el marido de su hija, al que, según el último libro que ha salido sobre él no le cayó nada bien al principio, pues no era lo mismo, según su entorno cercano, bajar «dos o tres escalones, o incluso cuatro, que 22».
Desde luego el Monarca no se podía ni imaginar los tejemanejes en los que iba a estar implicado el exdeportista, que siempre tuvo clavada la espinita de, quizás por su currículum, gozar solo del afecto de la Reina y del asesor de las Infantas desde que eran niñas, Carlos García Revenga, que el próximo sábado iniciará su paseíllo para ver al juez instructor José Castro a las 13,00 horas, si bien, posiblemente, tenga que testificar mucho más tarde, ya que Urdangarín comenzará a hacerlo a partir de las 09,30.
Si nos ponemos a analizar los diferentes mandobles que iba dando hace 48 horas el menorquín Diego Torres, un hombre de origen muy humilde que quiso dar un buen pelotazo desde que conoció a su alumno en Esade -con los primeros golpes se compró un yate, un chalé en una zona exclusiva de Barcelona, un cochazo, restaurantes y ropa de lujo…-, puede que no fueran tan letales como él pensara en un principio.
Así, por ejemplo, ¿qué credibilidad pueden tener los correos en los que el Duque le comenta que le iba a pedir consejo a su esposa? Si fue capaz de hacer que Carmen Camí, su novia en Barcelona, se enterara de que había cortado con ella por el compromiso oficial que se anunció en los medios -también simultaneó pareja con la anterior-, si fue capaz de desobedecer al mismísimo Rey cuando le exigió en 2006 que dejara sus negocios y siguió en ellos desde la retaguardia…
Harina de otro costado es la de García Revenga, al que, según algunas fuentes, el Príncipe quiso que cesara tras ser imputado. Y es que este personaje permitió que su nombre figurara en las ampulosas cartas-presentación de Nóos que Torres y su amigo utilizaban para impresionar a sus víctimas como asesor de la Casa Real, cuando eso es totalmente falso, ya que es simple consejero de las hijas de Don Juan Carlos.
También denunció Torres que el Valencia Summit fuera gestado en la mismísima Zarzuela. Pese a que el expresidente de la Generalitat valenciana, Francisco Camps, lo negara de modo rotundo, siempre puede quedar la duda, pero en lo que hay una certeza absoluta es que el Rey no forzó ni presionó a nadie para que su yerno se beneficiara de los contratos, a lo que hay que añadir -y eso es clave- que la fundación, en teoría, no tenía ánimo de lucro alguno. Cosa distinta es que se los presentara al levantino y a la alcaldesa Rita Barberá.
En cuanto a los mails a y de la princesa Corinna, personaje que se asocia a la prensa rosa y a los chismes, no hay nada que sea revelador.
Ante tanta vaguedad y amenazas apocalípticas previas, puede resultar comprensible que el expresidente de Extremadura, Juan Carlos Rodríguez Ibarra, que no se caracteriza precisamente por ser muy monárquico, calificara ayer a Diego Torres de «sinverguenza».
