La buena estrella del magistrado de la Audiencia Baltasar Garzón, protagonista -con frecuencia de manera pretendida- de la mayoría de los procesos judiciales más importantes del país durante los últimos años, está a punto de apagarse. Lo que no han conseguido los mafiosos, ni los narcotraficantes, ni siquiera los etarras, bien podrían llevarlo a cabo sus propios compañeros jueces, que ayer le dieron un varapalo por partida doble.
En primer lugar, el Tribunal Superior Madrileño confirmó la anulación de todas las grabaciones ordenadas por el titular del Juzgado Central de Instrucción número cinco para registrar las conversaciones mantenidas en prisión entre los cabecillas del caso Gürtel y sus abogados, una circunstancia que no solamente pone en riesgo toda la investigación de la trama de corrupción, sino que da alas a la querella interpuesta contra él por considerar que tales escuchas contravinieron las garantías procesales de los acusados y sus letrados.
Además, el Supremo también se encargó de apretar un poco más la soga que amenaza con estrangular su carrera profesional y, en el ámbito de otra denuncia, decidió que no hay argumento para archivar las acusaciones de prevaricación a cuenta de sus investigaciones de las desapariciones del franquismo.
La Sala de lo Penal del alto tribunal, que no entra a analizar el fondo de la cuestión para no «contaminarse», rechaza así el recurso del propio Garzón contra el auto dictado en febrero por el magistrado Luciano Varela en el que se exponían los motivos para sentarle en el banquillo a cuenta de su empeño en juzgar a los responsables del régimen anterior. Ahora, Varela, que instruye la causa, tiene vía libre para acordar el procesamiento del juez, que a buen seguro pedirá con el argumento de que Garzón se saltó a sabiendas la Ley de Amnistía, «que decidió ignorar u orillar», una circunstancia que podría ser constitutiva de prevaricación.
Cabe recordar que los instigadores de esta causa son el sindicado ultraderechista Manos Limpias, ahora respaldado también por Falange Española y de las JONS.
Y si este asunto es grave para su futuro profesional, la citada anulación de todas las conversaciones del caso Gürtel no solamente pone en duda el prestigio del magistrado, sino que podría dar al traste con toda la investigación para esclarecer la presunta trama de corrupción orquestada por Francisco Correa.
En principio, escuchas de tal naturaleza solo son válidas cuando se trate de presos o penados por delitos de terrorismo, circunstancia que no concurría en este caso concreto. Por su parte, Garzón argumentó que los abogados cumplían labores de «enlace» entre Correa y sus secuaces «con personas del exterior» para continuar su actividad delictiva, una «referencia genérica» que la instancia madrileña considera «insuficiente».
Carrera de obstáculos
Así pues se abre la puerta a una avalancha de recursos de las defensas en busca de la nulidad de buena parte de la causa.
De ahí que todos los letrados que representan a los presuntos corruptos no ocultaran su «satisfacción», puesto que, además de tener garantizada la ralentización del ritmo de instrucción de la causa, bien podrían conseguir que la nulidad salpique a otra serie de pruebas y debilite de paso buena parte de las acusaciones.
No obstante, igual que ya comentara cuando la noticia se anticipó en un diario de difusión nacional, la Fiscalía aseguró nuevamente ayer que no teme por el futuro de la investigación y sostuvo que la anulación de las grabaciones «afecta poquísimo a la causa».
Similar es la impresión del portavoz de Jueces para la Democracia, Miguel Ángel Gimeno, quien explicó que hay pruebas anteriores «suficientes» para llevar a buen puerto el caso, porque «los procesados ya estaban en la cárcel» y, para ello, el juez tuvo que haber «observado motivos suficientes».
«El instructor ya tenía material suficiente, o sospechas por lo menos de que se había cometido un delito, con lo cual, el propio fiscal general, que tiene conocimiento exacto del material probatorio, dijo que no iba a influir prácticamente para nada porque estaba todo muy atado», razonó Gimeno.
