La pasada temporada, un grupo de avezados creativos publicitarios decidió anunciar una conocida marca de fiambres reuniendo en un spot a la flor y nata del humor patrio que, con mayor o menor merecimiento, ha hecho reír a varias generaciones de españoles. La excusa para esta reunión era homenajear al maestro Miguel Gila, que trajo a España una forma de hacer humor basada en el absurdo cotidiano, no exenta de crítica social y de un componente vitriólico en la caricaturización de personas y situaciones que todos conocemos.
Faemino y Cansado no aparecieron en aquel recordado anuncio, pero sin lugar a dudas son los herederos legítimos de esa forma de entender la burla, la sátira y la crítica jugando con el lenguaje, y así lo hicieron constar en su espectáculo “Parecido no es lo mismo”, con el que pusieron el cartel de ‘no hay billetes’ en el Teatro Juan Bravo.
Dos micrófonos, un juego básico de luces y una música efectista para separar los diferentes episodios son el único aditamento que esta pareja de cómicos necesitan para sacar adelante un espectáculo logorreico, vertiginoso e hilarante, en el que hasta los (presuntos) errores en el texto sirven para retorcer aún más una sucesión de historias tan absurdas como divertidas.
Desde hace casi 30 años, cuando la televisión puso en pantalla a estos dos cómicos, los españoles pudimos conocer una forma de humor que Gila ya nos presentó con éxito, pero que parecía enterrada entre astracanadas de teta y culo cuyos ejemplos hoy hacen palidecer de vergüenza hasta a los espíritus menos refinados. Curtidos en la escuela de la calle, nunca han renunciado a su particular forma de entender el mecanismo que hace despertar la risa sin necesidad de recurrir a resortes fáciles o simples.
Historias en las que se entrecruzan de forma vertiginosa casos, cosas y situaciones, con guiños a la actualidad que no son excusas, sino hilos de un intrincado tapiz humorístico que los dos saben tejer con maestría. Sobre Faemino recae el papel del payaso Augusto, ingenuo a veces, otras veces brutal pero siempre mordaz, mientras que Cansado es el ‘Carablanca’ que da el hilo conductor al espectáculo, indexándolo de forma inteligentemente dosificada para buscar la interacción con el espectador.
Con todos estos ingredientes, Faemino y Cansado construyen un espectáculo efectivo en el que no dan tregua al espectador, aplicando una receta muy similar a otras propuestas anteriores, pero a la que el talento de ambos le da la singularidad original que le hace único. Por poner algún inconveniente, en la segunda mitad del espectáculo, los excesos verbales de los cómicos ralentizan en ocasiones el ritmo con el riesgo de perder el contacto con el espectador. Tampoco Arroyito y Pozuelón, con los que ambos critican el a veces casposo humor patrio, son lo que eran…
Pero lo más importante es que gracias a ellos, podemos combatir con humor los convulsos tiempos de cólera que nos ha tocado vivir. Y eso es algo impagable, que va más allá del precio de una entrada de teatro.
