Hay gente que nace de pie y otros sentados, y muchos que caen en gracia y algunos que son graciosos. José Antonio Durán i Lleida pertenece al primer grupo en ambos casos. Es un político con mayúsculas, muy bien valorado, que es capaz de soltar auténticas barbaridades al adversario llamándole, entre otras lindezas, incompetente -aunque sea todo un señor presidente del Gobierno-, para luego echarle una mano con los Presupuestos, el Debate sobre el Estado de la Nación, las medidas económicas o taladradoras de derechos sociales que sean… y lo que se tercie. Si las elecciones son el 20-N son, en parte, gracias a CiU, que ha sabido sacarle todo lo posible a un Gobierno agonizante -lo último fue la titularidad de hospitales de la Seguridad Social en Cataluña-, aun a costa de que el resto del Estado se tenga que sentir menospreciado. Hasta se permitió el lujo de faltar a los agricultores andaluces diciendo que cobraban el PER «yendo al bar», lo que le ha granjeado críticas de PP y PSOE. Ha sorprendido mucho la metedura de pata, si bien no le falta demasiada razón pues el subsidio agrario -también llamado voto cautivo- no tiene mucho control.
Pero cada uno debe defender sus intereses y los de su tierra y, en ese sentido, la labor de este oscense de Alcampell, de 61 años, es impecable. A pesar de no haber nacido en la región que representa con tanto ardor, como él mismo dice en su web, nació en un pueblo de habla catalana. Eso es importante, y seguro que más de una vez ha querido ese rincón anexionado.
Este padre de familia -tiene tres hijas- y abogado es diplomado en Comunidades Europeas por el Ministerio de Asuntos Exteriores, y aunque eso de Internet le llegó tarde, echa sus buenos twitters de vez en cuando -con los comicios cerca, más-, y hace unos días abrió una nueva web, que acaba en .cat para sus paisanos y en .org para los castellanoparlantes. ¡Las formas! Eso sí, el lema se las trae, aunque sencillo es: +xcat.
Sumergiéndonos en su página, podemos ver lo que piensa y sienta un político democristiano que dice bien a las claras que le parece bien el copago -por mucho que, sibilinamente, diga que hay que estudiarlo- y el crucifijo en las escuelas públicas…
Lo que parece evidente es que su amor a la política es grande. Si no, es imposible explicar cómo, después de serle extraído en febrero de 2008 un tumor maligno de su pulmón derecho -le extrajeron un tercio del mismo y 25 ganglios-, se presentó sin más a los comicios generales, donde su formación logró los mismos resultados que en 2004: 10 diputados.
«Recibí la extremaunción de forma voluntaria porque no sabía qué iba a pasar», confesó en una entrevista realizada el pasado 27 de febrero a propósito de la intervención a la que fue sometida la presidenta madrileña, Esperanza Aguirre, a la que le detectaron un cáncer de mama. «Me siento mucho más optimista, me ha cambiado la vida completamente. Valoro mucho más la familia, los amigos, el tiempo, los minutos, disfruto y saboreo más la vida porque, aunque todo fue bien y no pasó nada, uno durante las 24 horas previas a la operación repasa toda su vida y piensa que puede ser el final de la misma», añadió. Y es cierto, porque es difícil encontrarle con el gesto torcido, a no ser que haya que hablar de Economía.
El hombre que lidera UDC desde 1987, y al que Zapatero le ofreció ser ministro -ahora suena para el PP-, es historia viva de CiU, y ha asumido como ha podido su eterno papel de secundón. Siempre a la sombra del honorable Jordi Pujol, y en competencia directa con Miquel Roca, al que no acompañó en su loca aventura del PRD, tuvo que soportar cómo el eterno president le metía un gol por la escuadra colando a su delfín, Artur Mas, que no ha tenido más remedio que radicalizar su discurso con la irrupción del Tripartito.
Para colmo de males, los dos batacazos seguidos de su compañero no fueron suficientes para echarle a su casa y auparle al liderazgo de la nave convergente. Una lástima. Todo parece indicar que su carácter moderado no iba a dar muchos votos en unos años en los que el independentismo resurgió con mucha fuerza gracias a Maragall y Montilla, o al menos eso es lo que pensó en la cúpula de CiU.
Obviamente, de estas cosas no habla en el artículo semanal de su blog, pues este ejemplo de mesura -salvo en campaña electoral, claro- no quiere problemas con su media naranja política, que considera imprescindible su presencia en Madrid, ya que, a juicio de su grupo, habrá un Gobierno fuerte del PP y los nacionalistas catalanes necesitarán de su veteranía -estuvo en la Cámara Baja entre 1982 y 1993, y lleva desde 2004-a la hora de llegar a acuerdos. Y es que nadie puso en duda que repetiría, máxime cuando Mas se hizo con la Generalitat hace 10 meses.
El problema es que igual su papel de bisagra no es tan necesario en enero, pero quién sabe si dentro de un año o dos sí, ya que habrá que ver cómo anda la paz social y unos sindicatos que no serán tan indulgentes con los populares como lo fueron con el PSOE. Si se llegara a un Gobierno de concentración, subrayen su nombre en rojo.
Por aquello de guardar las apariencias, el pasado jueves desempolvó su látigo y cargó contra Rajoy, al que llamó «el mandado de Aznar». Tanta virulencia se debe a que, como comentó recientemente la periodista Pilar Cernuda en Onda Cero, los viajes del político gallego a tierras catalanas se suceden, ya que el descalabro del PSC, que puede ser de 10 escaños, le hace albergar esperanzas de quedarse con gran parte de ellos. De momento, las encuestas le darían cinco y otros cinco a CiU.
Durán seguirá moviéndose con sigilo, y el muerto de hipotéticos recortes a los funcionarios ya se lo colgó esta semana «al Gobierno que surja».
