Un año más acaba el curso de los pintores pensionados en el que artistas de diferentes universidades, de escuelas y facultades de Bellas Artes de toda España, se han reunido durante tres semanas en Segovia para indagar en los rincones de la ciudad y sacar todo el jugo de los paisajes y edificios segovianos.
El arte ha inundado la ciudad del Acueducto. Desde 1950 Segovia acoge este curso tan especial que un año más ha salido adelante. “Lo que destacaría de esta edición es que a pesar de las restricciones presupuestarias el curso ha salido adelante gracias al apoyo que hemos tenido. Es un proyecto con una gran importancia histórica a la vez que actual ya que reúne a alumnos selectos de distintas facultades españolas”, comentó ayer el coordinador Juan Manuel Moreno Yuste.
Ha sido una edición marcada por las dificultades económicas que al final se ha resuelto sin problemas y con minúsculas diferencias comparándolo con ediciones anteriores. La organización ha hecho un gran esfuerzo para mantener la calidad del curso a pesar de contar con menos facilidades que en años anteriores.
“Uno de los puntos clave para sacar el curso adelante ha sido el arduo trabajo de los alumnos, por supuesto, y del director del curso, Domiciano Fernández Barrieros, profesor de la escuela de Bellas Artes de la Universidad Complutense, que lo ha hecho por primera vez y ha aprovechado cada momento para enseñar a los alumnos y aconsejarles”, afirmó Moreno.
La duración del curso ha ido cambiando en función de las posibilidades y de las necesidades. Durante muchos años el curso tenía un mes de duración. Hace dos años el tiempo se redujo a 15 días en los que “no daba tiempo a respirar” tal y como dijo el coordinador. Este año la duración total ha sido de tres semanas, según la opinión de Moreno “un tiempo adecuado en el que se da la oportunidad de conocer la ciudad, captar su esencia y estudiar qué quieren reflejar en sus obras”.
Los artistas proceden de diferentes lugares y, por lo tanto, traen con ellos distintos estilos y formas de ver las cosas, esa es una de las esencias claves del curso. Compartir los diversos puntos de vista y sobre todo captar la ciudad desde una perspectiva diferente, ver Segovia desde unos ojos que no son los habituales.
Durante el curso se han realizado charlas de otros artistas, que enseñaban a los jóvenes aprendices sus formas de ver el arte, de sentirlo y sobre todo cómo lo materializan; también se han programado excursiones por la capital y la provincia, a cargo de guías especializados, que han ayudado a los pintores a entender la esencia de Segovia para poder plasmarla más tarde en sus obras y, por supuesto, toda la libertad posible para pintar y expresarse sin restricciones ni ataduras, simplemente reflejar qué les trasmite la ciudad a través de su arte.
“Cuando llegué me sentía fatal porque cuando me puse a pintar pretendía seguir con un academicismo clásico, lo que me habían enseñado en la universidad, pero cuando vieron que no estaba bien el orientador vino a hablar conmigo y me preguntó qué pasaba. Yo le dije que no me sentía bien pintando así y entonces entendí la esencia del curso, sólo tenía que expresarme, no seguir unas pautas sino dejarme llevar por lo que me llamaba la atención como quisiera y como me sintiera más cómoda. Es todo un lujo poder pertenecer a un curso como este”, comentó una de las becadas.
Los óleos, acuarelas y carboncillos se guardarán hasta el año que viene en el que un nuevo grupo de pintores pensionados llegarán a Segovia cargados de ilusión y expectativas para impregnar la ciudad de arte y sentimientos.
