Las diez de la mañana. El sol pica a pesar de ser temprano. Colocan la pegatina a los rezagados de última hora y comienza la aventura. Santo Domingo nos espera en una cueva desconocida para muchos.
Los domingos de patrimonio, organizados por el Ayuntamiento, nos han ofrecido una vez más una visita cultural por la Segovia artística. Esta vez, el Convento de Santa Cruz la Real, actual sede del Instituto de Empresa, ha sido el lugar elegido para la visita.
Santo Domingo de Guzmán, burgalés de nacimiento, llegó a Segovia, según los cronistas de la época, la Navidad de 1217. Deslumbró a los segovianos con milagros y encontró a las orillas del Eresma una cueva donde predicar a través de su orden, la los predicadores.
La primera referencia iconográfica de la cueva es un cuadro del famoso Pedro Berruguete, que se encontraba en el actual retablo que preside en la cueva. Ahora el centro de este retablo lo ocupa una imagen del Cristo en la cruz y una figura de Santo Domingo arrodillado en la simulación de una gruta natural en la roca.
En la actualidad, accedemos al recóndito lugar por unas escaleras de piedra que desembocan en una puerta de madera. Detrás, un patio con vistas al río Eresma y al barrio de San Lorenzo, y al fondo, la portada de una iglesia con un arco deprimido y unos cuidados símbolos en lo alto. Santo Domingo señalando, una raposa a sus pies y dos grandes perros mastines atacando al animal, con la palabra inquisición escrita en sus collares. Dos escudos a los lados simbolizan la unión del convento con los Reyes Católicos: el yugo y el haz de flechas. Cruzando el umbral de la señalada puerta, la sala de los Reyes Católicos, con una fabulosa bóveda estrellada que descansa en doce ménsulas que aún hoy conservan algo de policromía. Al fondo la famosa cueva, hoy recargada en exceso. Tiempo atrás austera y fría.
En los dominicos recae la guarda y custodia de sus paredes, no siempre abiertas al público. Un paseo por la historia de Segovia a través de una cueva y un santo.
