A diferencia de otros municipios, el resultado del encierro de Pedraza es lo de menos. La vistosidad que ofrece la entrada lenta hacia el recinto amurallado de una villa como Pedraza satisface a la mayoría de los espectadores.
Si en Cuéllar resulta un estrepitoso fracaso el que no se encierren las reses en el primer intento y de forma rápida; en Pedraza lo que impera es la estética, aunque, como ayer, sólo se consiguiera encerrar cuatro de los seis novillos soltados desde los corrales, situados a unos tres kilómetros de distancia. Las empinadas cuestas del embudo, donde los miles de aficionados se posicionan para divisar, desde lo lejos, la llegada de la manada, hacen especial el encierro de Pedraza. Además es el único que se desarrolla con motivo de las fiestas patronales en honor a la Virgen de Carrascal que se viven estos días.
Invariablemente cada 9 de septiembre, la villa pedrazana es tomada por miles de aficionados a los encierros desde primeras horas de la mañana. Los centenares de vehículos completan los aparcamientos y colapsan las carreteras de acceso, obligando a la Guardia Civil a cortar el tráfico desde antes del comienzo del festejo.
La conducción de las reses de este año corrió a cargo de un nuevo empresario, también experimentado, pero el resultado no difirió mucho del de las ocasiones anteriores. El número de caballistas se redujo a la mínima expresión, y se impidió la presencia de público en la zona del cruce de carreteras. Pero los problemas se dieron desde el comienzo del encierro, en la zona de los corrales, dentro de un monte de enebros. Los novillos de la ganadería de Los Bayones (Salamanca) generaron problemas en la conducción al salirse de la manada y tratar de embestir a los caballistas. Finalmente, y en un segundo intento con la ayuda de los bueyes, llegaron cuatro bravos al centro del casco urbano. Los problemas retrasaron en más de media hora el horario programado.
Otro novillo había escapado antes, en el campo, y uno que se quedó rezagado creó diferentes momentos de peligro en la subida a la villa, donde estuvo arremetiendo contra las talanqueras durante un buen rato. Tras demostrar repetidamente su bravura, ya fatigado optó por quedarse tumbado al lado de la subida junto a la muralla.
En el capítulo de incidentes personales, únicamente destacó el de un joven que sufrió varias las magulladuras al ser alcanzado por parte de esta última res, junto a la puerta de la entrada a la villa. En todo caso no precisó intervención quirúrgica.
