La redada del pasado lunes en Ondarroa no pasará a los anales de la lucha antiterrorista por su trascendencia, pero bien podría ponerse en un futuro como claro ejemplo de la mísera decadencia de una ETA abocada a su desaparición. Además de confirmar que los cinco legales -pistoleros sin fichar- capturados por las Fuerzas de Seguridad, que les atribuyen el atentado cometido contra la Casa Cuartel del pueblo vizcaíno en septiembre de 2008, son, como buenos etarras, unos cobardes que delatan a sus compañeros apenas entran en comisaría, la operación ha sacado a la luz que, además de ser terroristas, los detenidos trabajaban como camellos, vendiendo cocaína.
Los mismos gudaris que otrora atacaban a los narcotraficantes con el argumento de que las drogas corrompían a la juventud vasca, se dedican ahora a trapichear en buena muestra de hasta qué punto han caído en la marginalidad social.
Pero, justo antes de que los agentes de la Ertzaintza confirmaran la existencia del alijo de estupefacientes en poder de los pistoleros detenidos, la Policía autonómica puso entre rejas a dos nuevos terroristas miembros del talde, que han sido delatados por sus compañeros. Se trata de Zubeltz Bedialauneta y de una mujer, Urtza Alkorta, presente en las listas ilegalizadas de ANV para las últimas elecciones municipales.
Ambos, junto con el quinteto apresado días atrás, eran los responsables de un verdadero arsenal, aún mayor de los previsto después de que se localizara un nuevo zulo en Ondarroa con explosivos, cordón detonante, polvo de aluminio, nitrato de aluminio y nitrometano, elementos, especialmente este último, utilizados como reforzante para incrementar los efectos de las explosiones. Tales materiales se unen a los descubiertos el lunes en otro escondite con pentrita, dos armas y abundante munición.
Junto a la dinamita y la pólvora, los asesinos también tenían sitio para abundante marihuana, 41 bolsas de cocaína, cuatro básculas para pesar droga, útiles para su manipulación y 1.750 euros en billetes de 50, fruto sin duda de sus turbios negocios como camellos.
No resulta descabellado suponer que algunos de los suministros a drogadictos hubieran tenido lugar en los bares del casco viejo vitoriano donde también la Ertzaintza procedió a retirar diversas fotos de presos de ETA y carteles de exaltación a la banda asesina. Además de llevarse los pasquines, los agentes identificaron a varias personas, aunque no se abrió diligencias contra ninguna de ellas.
Ya en un ámbito más político, aunque igualmente conectado con la violencia, la Asociación de Víctimas del Terrorismo (AVT) denunciaba que, una vez más, la connivencia del PNV permitirá a los proetarras acudir a las instituciones democráticas.
En esta ocasión el colectivo puso de manifiesto que los familiares de los detenidos en la redada desarrollada en noviembre contra Segi, la rama juvenil de ETA, darán «voz a los asesinos» en una próxima comparecencia en las Juntas Generales de Guipúzcoa. El acto, respaldado por el Partido Nacionalista, supondrá que una representación de allegados de los detenidos acuda a ese Parlamento para dar cuenta de la experiencia vivida» cuando se produjeron los arrestos y «de lo que tuvieron que pasar esas familias». En un comunicado, la AVT critica semejante decisión, adoptada en contra del criterio de socialistas y populares, porque supone un «duro golpe a la lucha contra el terrorismo» y las Fuerzas de Seguridad.
