El Bayern de Múnich consiguió ayer un billete en primera clase a la final de la Champions League que se celebrará en Wembley al ganar de nuevo y con autoridad al Barcelona en el Camp Nou, gracias a una muestra del buen fútbol que les ha llevado hasta aquí, siendo inteligentes y con más ganas de conseguir la victoria que los azulgranas, que en ningún momento creyeron en la remontada y ni inquietaron a Neuer, prácticamente un espectador más. Los ‘culés’, además, dijeron adiós a una racha de 21 partidos sin perder en Europa en su estadio.
Hacía falta un hito casi utópico, cierto, pero al equipo le faltó ganas, empuje, y no puso lo que tanto pidieron en la previa; fútbol. En cambio, el Bayern hizo su trabajo a la perfección: primero con una gran presión y aguante, y luego estirando líneas para dibujar trenzas peligrosas que acabaron con el premio de verse en la final alemana, contra el Borussia Dortmund, con un global de 7-0 a favor, el peor parcial azulgrana.
Incontestable triunfo bávaro, que puso todo en la parrilla al ver que tenían, o eso pareció, más ganas que el rival de marcar. El cuadro local empezó teniendo el balón, pero demasiado atrás, incapaz de ver los pasillos de antaño a la portería rival, de mover rápido y presionar en bloque, en definitiva, incapaz de ser el Barça de los 14 títulos en 19 torneos. No compitieron, y fue la peor de las noticias en una escuadra que ha acostumbrado demasiado bien a los suyos y que, por ello, se ahorró seguramente una bronca del Camp Nou.
El conjunto de Tito Vilanova salió como si se tratara de la ida, como si por su cabeza no pasara el tener que remontar un 4-0 en contra o, por otro lado, quizá les pesaba demasiado esa pesadilla que vivieron en el Allianz Arena. El hecho fue que el bloque visitante volvió a morder, con una gran presión, y dio la sensación de que todos defendían y atacaban, como un sólido bloque, y con la intención de salir a ganar para acabar con cualquier intento ‘culé’ de darle la vuelta a la semifinal.
Poco a poco, sí fue subiendo líneas el Barça, pero sin incomodar a un Bayern que buscó siempre un gol que sentenciara a su favor la eliminatoria. La falta de Messi, lesionado y en el banquillo, se notó, y es que arriba había poca movilidad, con Cesc, Pedro y Villa demasiado estáticos. Hubo un paso adelante local, pero no lo suficiente como para enganchar a la gente.
Al término de la primera parte el once alemán se metió atrás, el equipo catalán se movió más y tuvo más presencia ante Neuer, aunque sin gran peligro. Adriano desde lejos siguió el ejemplo de Pedro en el minuto 23, ambos con disparos bien detenidos por el meta germano, y es que el Barça intentó el chut lejano como alternativa al no llegar al área rival.
No hubo cambios en ningún bando durante el descanso. Normal en un Bayern cómodo y bien asentado, difícil de entender en un Barça que necesitaba cuatro goles y ya casi un milagro, pero que tenía que luchar por ello.
Todo acabó cuando Arjen Robben abrió la lata, al irse en carrera de Adriano, a quien recortó hacia dentro, y superó con la zurda de disparo cruzado a Valdés.
Aquí empezó el baño de juego y de posesión del cuadro alemán al bloque ‘culé’, que hubiera preferido irse a la ducha entonces. Y es que no encajaron nada bien el golpe, no hubo reacción alguna y el conjunto bávaro vio como Gerard Piqué que había sido de lo ‘mejorcito’ de los azulgranas se metía un gol en propia, desencajado y abatido.
Tuvieron alguna ocasión los catalanes, sin peligro, y en cambio Müller cerró una semifinal de escándalo a nivel personal con otro gol de cabeza, imponiéndose a Adriano, Bartra y Valdés.
