El Real Madrid perdió ayer ante el Bayern de Múnich en la ida de las semifinales de la Champions, un duelo con sabor añejo, que castigó el juego anodino y el conformismo de los pupilos de Mourinho, obligados a abrazarse al Bernabéu dentro de siete días si quieren regresar a una final de Copa de Europa 10 años después.
El cuadro germano fue un excelente termómetro para los blancos, que sufrieron más de la cuenta, obsesionados con encontrar la fórmula mágica para defenderse y renunciando a llevar la iniciativa.
Y eso que la primera sensación fue más que positiva para el conjunto visitante. Benzema, a los siete minutos, dispuso del primer lanzamiento que movió a la grada de su asiento y Cristiano se empeñó en alimentar su ego con faltas lejanas. No había excesivo fútbol, pero sí un poso de dominio blanco que desapareció en cuatro mordiscos del Bayern.
El balón parado zarandeó la estabilidad del Real Madrid y lo hizo con justicia. La defensa entregó demasiadas facilidades a un Ribery tremendo y el francés tardó poco en aprovechar la candidez de los españoles. Un córner desde el costado izquierdo acabó en las botas del internacional galo que fusiló a Casillas sin piedad. Volvían los fantasmas.
Con el marcador en contra, Di María volvió a la carga, voluntarioso pero erróneo en las decisiones colectivas; y Khedira hizo un nuevo ejercicio de extrapolación.
Antes del tanto del Real Madrid, Mario Gómez dejó su esencia con un reverso de manual que salvó Casillas. Llegó el descanso y, minutos después, el gol de Özil, aunque el juego blanco seguía siendo deslabazado, abusando del desplazamiento en largo como camino más corto para llegar a la portería contraria. La aportación ofensiva de Xabi Alonso fue prácticamente nula y la suplencia de Marcelo restó profundidad.
Pero dio igual. El Madrid tiene un don que no tiene otro equipo para marcar sin merecerlo. En una jugada que debió haber definido Cristiano, el balón acabó en los pies de Benzema. El ‘9’ se inventó un centro-chut que recibió nuevamente el luso y éste cedió a Özil, que marcó a placer con un leve toque. Empate y a dormir.
En la última media hora, el balón y las ocasiones tuvieron color rojo. Müller añadió efervescencia a los muniqueses y el Real Madrid perdió inteligencia y talento con la sustitución de Özil. El Bayern llamó a la puerta y encontró destinatario en el último suspiro.
Con el tiempo cumplido, Lahm hurgó de nuevo en la herida. El talón de Aquiles del Real Madrid supuso el gol de la victoria del Bayern. El centro del lateral alemán acabó en los pies de Mario Gómez, que colocó el 2-1, la justicia en el marcador y la obligación de ganar en el Bernabéu para volver a Múnich. No se levanten del asiento, ahora viene el Barça.
