Todo es mentira’, la comedia que Álvaro Fernández Armero rodó en 1994 con Penélope Cruz y Coque Malla, bien podría haber sido el título de un documental sobre el Barça de Guardiola.
El argumento sería simple: la trayectoria de un equipo campeón de todo y en el que nada es lo que parece. Es el Barça una enorme y maravillosa mentira. Empezando por su portero, Valdés, que desmonta el mito de que un meta solo se dedica a parar y no tiene influencia en el ataque, y acabando por su falso ‘9’, Leo Messi.
Porque el Barça juega sin delantero centro y mete cinco, porque es capaz de formar solo con tres defensas y lograr que no le tiren a puerta hasta el minuto 88, porque su mentira empieza en la pizarra y acaba sobre el césped
Tendemos a ordenar siempre las cosas, algo que también pasa con el once azulgrana. Que si un 4-3-3, que si en realidad es un 4-1-2-3… No pierdan el tiempo. El dibujo de este equipo solo es un punto de partida. Una recreación numérica que se va al traste con el pitido inicial. A partir de ahí, el sistema muta hacia una disposición espartana cuando no se tiene el balón y a otra de lo más caótica cuando se recupera.
En su debut ante el Villarreal, la versión 4.0 del ‘Pep-Team’ jugó con un solo zaguero nato (Abidal), aunque formó con tres (Mascherano y Busquets) y llegó a defender con cinco (Thiago bajando hasta ocupar el lateral y Keita incrustándose entre los dos centrales) cuando fue necesario.
Otro engaño. Como un centro del campo en el que uno no sabe si jugaban tres, cuatro o cinco. Porque Cesc más que un mediapunta era el delantero, o ¿lo era Messi? o ambos eran el ‘10’. Vaya usted a saber, debió pensar Garrido.
Porque en el Camp Nou fue difícil entender de qué jugaba Thiago, que aparecía y desaparecía del carril del ‘8’ para marcar un gol desde la frontal o dar un par de asistencias. O Andrés Iniesta, ese jugador que asocia con todos desde ambos vértices.
Puro caos. Un desorden perfectamente organizado. Una clase magistral de fútbol de posición, velocidad, toque y ocupación de espacios. Una exhibición de cómo sorprender al rival llegando y ocupando el lugar en vez de habitar en él.
Y eso que no fue titular Villa, otro impostor que golea partiendo de la banda izquierda, o no estaban Alves, un lateral que pisa la línea de fondo más que cualquier extremo, o Piqué, un central con alma de delantero.
Guardiola ha convertido las actuaciones de su equipo en un espectáculo de ilusionismo. Cualquier día, acabará en la sala de prensa parafraseando a Anthony Blake. «No le den más vueltas, todo lo que han visto es fruto de su imaginación», dice el mentalista al final de cada uno de sus ‘shows’.
