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El arraigo del culto eucarístico

por Redacción
19 de junio de 2009
en Provincia de Segovia
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Del final al principio

FOESSA: Castilla 2025

Una nueva melodía

guillermo herrero / fuentepelayo

Con un calor sofocante, como manda la tradición de esta jornada, Fuentepelayo celebró ayer la Octava del Corpus Christi, consideraba por la mayoría de los hijos de este pueblo como la fiesta más grande de cuantas tienen lugar a lo largo del año.

Recordando todavía el emotivo acto religioso de la noche del miércoles en la iglesia de Santa María la Mayor, los vecinos se congregaron de nuevo en el mismo templo a mediodía de ayer para asistir a una eucaristía. Una hora después comenzó la procesión, el momento culminante de la fiesta. La Custodia —labrada por Diego de Olmedo en el año 1580— salió de la iglesia bajo palio. En la Plaza Mayor se encontró con un gran arco de ramas de chopo adornado con rosas, elaborado por los danzantes. Acto seguido, el primer paloteo, incluyendo reverencias al Santísimo.

Comenzaba así un recorrido repetido durante cientos de años. Porque la fiesta de la Octava de Fuentepelayo tiene, al menos, cerca de cinco siglos de existencia.

Los estudios de Sebastián Arribas demuestran que Fuentepelayo contaba ya en el siglo XVI con una cofradía del Corpus. El papa Paulo III (1534-1549) concedió indulgencias a dicha cofradía. En el Archivo Parroquial de Fuentepelayo se conserva la Bula de Minerva del año 1576, firmada por el papa Gregorio XIII, en la que se confirman las indulgencias de Paulo III y se bendice a la cofradía del Corpus.

Los bailes de palos o paloteos son, sin lugar a dudas, los más característicos de cuantos se desarrollan en la festividad de Corpus Christi y, por derivación, en la Octava. ‘Carlos V’, ‘El Arco’, ‘La Diana’, ‘La Ventana’, ‘El Clavito’ y ‘La Jota’ son los nombres de los principales. Pero los paloteos no protagonizaron todo el recorrido. El choque de los palos de encina se alternó con el de las castañuelas. Entre paloteo y paloteo, los danzantes cogían sus castañuelas para hacerlas sonar, rítmicamente, mientras iban avanzando, marcha atrás, sin dar nunca la espalda al Santísimo.

Los que bailan son jóvenes, varones. Este año había dos grupos. Uno, de chavales de entre 16 y 18 años. Otro —nuevo en esta edición—, de chicos más pequeños, de 11 a 14 años. Unos y otros se fueron turnando en su cometido, de forma que a lo largo de las cerca de las dos horas que duró la procesión siempre hubo alguien danzando.

Por la dificultad en su ejecución, quizá el más espectacular de los paloteos fue el segundo que se realizó, ‘El Arco’, bajo el que pasó seguidamente el Santísimo. Un poco más adelante, la procesión paró en la iglesia de El Salvador, donde se cantó el “Tantum ergo”. Y siguió su camino, encontrándose, en la calle del Norte, con un nuevo arco, bajo el que se volvió a danzar otro paloteo.

Ya de nuevo en la iglesia de Santa María la Mayor, continuó la música de la dulzaina y el tamboril. Los danzantes, ya casi exhaustos, siguieron bailando, hasta el presbiterio, dando finalmente el sacerdote por concluida la procesión.

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Edición digital del periódico decano de la prensa de Segovia, fundado en 1901 por Rufino Cano de Rueda

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