Multitudinario recibimiento del Papa Francisco tanto en el primer Ángelus de su nuevo Ministerio como en la Eucaristía previa celebrada en la Iglesia de Santa Ana. «El Señor no se cansa nunca de perdonar, ¡nunca! Somos nosotros los que nos cansamos de querer ser perdonados», subrayó ayer el Santo Padre durante la homilía de la Misa, en la que reflexionó sobre el pasaje de la mujer adúltera a la que el pueblo quería condenar y al que Jesús le dijo: Quien esté libre de pecado que tire la primera piedra. Esa misma idea fue remarcada posteriormente ante los 150.000 fieles que le esperaban en la Plaza de San Pedro para escuchar el rezo dominical.
En este sentido, el Obispo de Roma defendió la gran misericordia de Dios, apuntó que Jesús viene «no por los justos», sino «por los pecadores» y advirtió de que la sociedad actual se parece un poco a este pueblo del pasaje del Evangelio. «También nosotros creo que somos esa sociedad que, de una parte, queremos escuchar a Jesús, pero por otra, nos gusta condenar a los otros», subrayó.
Según explicó el Pontífice, en este fragmento el pueblo dejó solo a Jesucristo con la mujer, pero en una «una soledad fecunda», la de la oración con el Padre y la de la «misericordia con esta mujer». En ese sentido, narró que, mientras el pueblo que seguía al Hijo de Dios quería escucharle, había «otros que no entendían nada», que «no podían escuchar» y que son los que fueron a insultar y condenar a la fémina.
Por ello, remarcó que el mensaje de Cristo en este texto del Evangelio es uno «muy fuerte»: «La misericordia» y destacó que solo cuando uno reconoce que es pecador -no como el fariseo que delante del altar daba gracias a Dios por no ser como estos o aquellos-, conoce al Creador y la «alegría de esta misericordia».
No obstante, admitió que «no es fácil abandonarse a la misericordia de Dios» que, a veces, según apuntó, puede resultar hasta «incomprensible». «Pero debemos hacerlo», subrayó, al tiempo que puso el ejemplo de una persona que pide perdón al Señor por haber hecho cosas muy graves. «Él tiene capacidad de olvidar, de escuchar, Él te abraza, solo te dice Yo tampoco te condeno, ve y no peques más y si después de un mes vuelve a ocurrir la misma situación, se debe volver al Señor», remarcó.
El Pontífice anunció también que «un poco de misericordia hace al mundo menos frío y más justo», señaló desde el balcón del apartamento pontificio.
Además, afirmó que en estos días ha podido leer un libro del cardenal Casper sobre la misericordia que le ha hecho «tanto bien», porque subrayaba que la palabra misericordia lo cambia todo, «modifica el mundo».
Españoles
A la salida de la Iglesia, cientos de personas esperaban al Papa Francisco gritando «¡Viva el Papa!» y «¡Francesco, Francesco!». Así, el Pontífice, después de saludar a los que habían estado presentes en la Misa, se acercó al pueblo y dio la mano a todos los que se la extendían desde detrás de las vallas.
Asimismo, varios grupos de españoles estaban presentes en la Plaza de San Pedro. De esta forma, un conjunto de 77 fieles procedentes de la parroquia de La Paloma (Madrid), cantaban agarrados de las manos. Isaac, un joven de la peregrinación, destacó que le había gustado mucho el mensaje que realizó el Santo Padre, del que, sobre todo, le impresionó que no se rija por «el guión» y que hable «tan natural», expresando y transmitiendo un mensaje «de vida».
También nacionales como Trini, Mari Carmen, Reme y Pepe, que viajaron desde Valencia junto a 150 personas de la congregación San Lorenzo Mártir, aseguraron que el Pontífice «es una persona con mucha misericordia, muy afable, cercano y natural», al tiempo que Mari Carmen indicó que es en este tiempo necesario cuando se requiere un Papa así, «que acoge a los de dentro y a los de fuera».
Por su parte, Lilu y Lili, de Argentina, afirmaron que sintieron «mucha emoción» al ver a Francisco, al que describen como «muy accesible» en sus mensajes. En esta línea, César y Carolina, de Colombia, que viven en Milán y se desplazaron hasta la capital del país transalpino solo para asistir al Ángelus destacaron de él que «es muy latino» y creen que será «el Papa de los pobres».
Entre las miles de personas que se encontraban en la Plaza estaba el cardenal arzobispo emérito de Sevilla, Carlos Amigo, que volvía de dar misa en la Iglesia de Montserrat. «Es extraordinario», señaló ante las cientos de miles de personas que llenaban la Plaza de San Pedro.
