El mes que viene cumplirá los 36. A sus espaldas, nada más y nada menos que 21 años de fútbol y cientos de partidos defendiendo porterías. Pero, como toda historia, la de David Durán llega a su punto y final, tras vestir como última camiseta la de la Gimnástica Segoviana. Llegó el adiós a un guardameta mítico y con una personalidad arrolladora, que ha hecho de la constancia su bandera.
¿En qué momento llegó a tomar la decisión de dejar el fútbol?
Llevaba pensándolo bastante tiempo. Cuando empezamos la pretemporada no me encontraba del todo a gusto en el aspecto físico, y tampoco mentalmente. Así que sopesé muchas cosas, y decidí dejarlo después de 21 años de carrera futbolística. A partir de ahora quiero dedicarle más tiempo a la familia y a mi novia.
A todo futbolista le llega este momento, pero elegirlo adecuadamente debe de ser complicado, ¿verdad?
Sí. Cada jugador sabe muy bien cuándo le llega el momento de retirarse y cuál es su límite. Personalmente me lo he tomado bastante bien, porque creo que es una decisión acertada y en un periodo de tiempo correcto, ya que me he retirado sin empezar aún la temporada y encontrándome con fuerzas, aunque no al cien por cien para poder jugar. Por eso, antes de que me diga la gente “ya no puedes más” o “estás mayor”, he decidido dejarlo por mi propio pie.
¿Lo de ser portero le viene de vocación o empezó a jugar en otro puesto?
Con 7 u 8 años me apunté a una escuela deportiva en Segovia. Por entonces mi primer entrenador fue Jesús Bellota. Empecé jugando de defensa central y mediocentro, pero un día no vino a jugar el portero y me puse yo. Desde entonces, siempre he ocupado esta posición.
Y una vez decidido su puesto de guardameta, ¿cuántas porterías defendió?
Bastantes. Empecé con el Quintanar, y estando en los juveniles de este equipo viajé a Francia y a Venezuela con la selección española. Después me fichó el Real Madrid, y con 15 años comencé mi carrera deportiva. Allí estuve tres temporadas, pero tuve mala suerte y me rompí el cruzado, así que volví a Segovia. Jugué en el Nava Molduras, y más adelante en la Segoviana.
El primer año de gimnástico no jugué, porque tenía solo 19 años y, por delante de mí estaban dos grandes porteros como Chema y a Carmelo. Pero cuando ambos dejaron el equipo, al año siguiente, ya fui titular. Fue, además el año del primer ascenso a Segunda B. Tras el paso por la nueva categoría se fijó en mí el Sporting de Gijón pero, cuando estaba entrenando para participar con el primer equipo, me volví a romper el cruzado, terminando con todas mis expectativas aquella temporada.
En Gijón lo pasé mal. El primer año, por la lesión; y el segundo, porque me hicieron la vida imposible (no me hicieron ficha, no me dejaron entrenar ni jugar, ni marcharme a ningún otro equipo). Así que decidí regresar a Segovia, a la Gimnástica, donde jugué una temporada, antes de irme a El Espinar San Rafael para, un año después, fichar por el Real Ávila. De Ávila pasé a Ejea de los Caballeros, en Zaragoza, con quienes jugué el play off de ascenso a Segunda División B. Esta fue mi última salida antes de regresar a la Gimnástica Segoviana, hasta hoy.
Debió de ser difícil salir de su ciudad tan joven.
Fue toda una experiencia. Sobre todo cuando viajé a Francia, donde nos enfrentamos a selecciones como Portugal o Camerún, con jugadores altos como torres. Así es como uno se va curtiendo. Pero lo que nunca se me olvidará fue el torneo de Venezuela. Cuando jugamos allí estaban dando un golpe de estado y no nos dejaban salir del hotel por miedo a que nos atracaran.
Y en toda esta trayectoria deportiva, habrá conocido a personas muy interesantes, ¿verdad?
Es cierto. En la selección coincidí con futbolistas que han estado en Primera, como Joseba Etxeberría o Alberto Rivera. Luego en el Real Madrid, con Guti, Álvaro Benito, José Manuel Meca, César Jiménez… Incluso a Vicente del Bosque, que fue mi entrenador. Fue muy gratificante.
Usted ha jugado en varios equipos lejos de casa, pero siempre que ha vuelto a Segovia le han acogido con los brazos abiertos.
Eso es verdad. Segovia es mi casa, y así me he sentido siempre que he regresado. He tenido suerte de que nunca me ha faltado equipo cuando he querido jugar en Segovia.
En este caso quiero dar las gracias a los aficionados. Aunque a veces les hacía pasar un mal trago por mi manera de jugar –con los recortes, regates y mi juego lejos de la portería–, han estado siempre apoyándome y respetando mi actitud dentro del campo. Este cariño de la afición lo estoy notando también ahora que me he retirado, ya que mucha gente me da ánimos por la calle.
¿Qué le ha aportado la Gimnástica Segoviana?
Muchos amigos. El trato y la calidad humana del vestuario gimnástico es increíble, tanto en los momentos más duros –trabajando sin cobrar muchos meses– como en los bonitos. Por eso se nota que la gente quiere tanto a la Segoviana, y quiere evitar que el club desaparezca a pesar de la deuda.
¿Cómo valora la cantera de porteros segoviana?
Afortunadamente, aquí contamos con porteros jóvenes muy buenos. Pero para mantener esta cantera se necesita gente titulada para entrenar guardametas. Para sacarse el título específico deberían dar más facilidades, y no tener que irse a Madrid pagando un dineral.
A partir de ahora, ¿cómo va a calmar el ‘mono’ del fútbol?
Este año me lo tomaré libre, para relajarme, estar más tiempo con la familia y viajar más. En cuanto al ‘mono’ del fútbol intentaré quitarlo con la tele y con los amigos, jugando alguna pachanga de vez en cuando. De momento lo estoy llevando bien, porque estamos en verano. Luego, cuando empiece la temporada, ya veremos. Subiré a ver algún partido a La Albuera, aunque soy muy temperamental y lo suelo pasar muy mal en la grada.
