Martín Rico y Ortega. Fuente de Anfítrite en La Granja de San Ildefonso. Acuarela. Museo Nacional del Prado. Perpendicular a la gran fachada del palacio que mira al este, hacia la sierra, hay un eje en el que se sitúa esa maravilla de la arquitectura de jardines que son la escultura y el agua formando la conocida Fuente de Anfítrite, o Cascada, sobre la que se elevan para formar una espectacular unidad la Fuente de las tres Gracias y el Cenador. Martín Rico no recogió tan magnífico conjunto y se limitó a representar a la diosa griega Anfitrite, hija de Nereo y Doris y esposa de Neptuno, jugando con dos pequeñuelos en un estanque muy reducido. El verde ácido de las hojas de los altos tilos y los recortados carpes del seto tiñen con su color el agua del estanque.

Martín Rico y Ortega. Fuente de Neptuno en La Granja de San Ildefonso. Acuarela. Museo Nacional del Prado. A la izquierda de la Fuente de la Cascada y en su comienzo al mismo nivel, aunque luego se levanta un muro de separación, hay otro conjunto de fuentes espectacular, formado por las del Abanico y la Carrera de Caballos. En ese conjunto destaca la llamada Fuente de Neptuno, por la imagen del dios mitológico que surca el agua montado en su carro y portando el tridente que le identifica. Martín Rico tomó aquí una perspectiva más amplia e incluso introdujo espectadores que, colocados en los lugares de sombra, no hay duda de que están viendo correr la fuente que lanza su chorro de agua al aire, por encima de los tilos. ¿Estuvo el pintor en los jardines el día de San Luis?

Martín Rico y Ortega. Fuente de las ranas en los jardines de San Ildefonso. Acuarela. Museo Nacional del Prado. Con los verdes dominantes que eligió para pintar en La Granja, tanto en los jardines como en la población, el artista llevó a su cuaderno de apuntes la Fuente de las Ranas, versión escultórica de un pasaje del conocido mito de Latona, divulgado por Ovidio en sus Metamorfosis: Esta y sus hijos, Apolo y Diana, iban de camino y sedientos cuando vieron un charco al que se acercaron para beber. Por el mismo lugar y al mismo tiempo, aparecieron unos labradores que enlodaron el agua para impedir que bebiesen y Latona se dirigió suplicante a Zeus pidiendo que los castigase. El dios escuchó su ruego y castigó a los labradores convirtiéndolos en ranas y condenándoles a vivir siempre revolcándose en el cieno.

Martín Rico y Ortega. Paisaje del Guadarrama con pinos. O/L. Cuando en la pintura española el paisaje romántico fue cediendo ante el paisaje realista, avanzada ya la segunda mitad del siglo XIX, a Segovia se acercaron dos artistas a los que podemos considerar introductores de la técnica de la acuarela en nuestro país. Fueron ellos Pedro Pérez de Castro, gallego, y Martín Rico y Ortega. Este, nacido en El Escorial, pueblo segregado de la antigua Tierra de Segovia y englobado en la provincia de Madrid, fue el primero que pintó el paisaje de la Sierra de Guadarrama. Su paisaje. Sirva de presentación a este tan grande como poco conocido artista el óleo Paisaje del Guadarrama, pintado el año 1858. Forma parte de los fondos del Museo del Prado, aunque se expone en el Museo de San Telmo, San Sebastián. Si el cuadro hubo de cederse para que el público pudiera verlo y no se llenara de polvo en un almacén, ¿no podía haber sido cedido al Museo de Segovia? Es posible que nadie lo pidiera.

Martín Rico y Ortega. Meseta castellana. Acuarela. Museo Nacional del Prado. El artista presenta en esta acuarela un terreno de suaves ondulaciones visto desde una altura. ¿Desde Peñas Buitreras o La Atalaya otra vez? En el llano viviendas y tenadas levantadas por ganaderos y una mayor, acaso el molino Gamones. Pero escribo por escribir pues nada está claramente definido en este paisaje meseteño que un artista pintó por primera vez. El camino que serpea a lo lejos podría ser la carretera que une La Granja con Segovia, pero se ve tan poco que diremos que no conduce a ninguna parte.

Martín Rico y Ortega. Casas de Segovia. Acuarela. Museo Nacional del Prado. Conociendo la ruta seguida por el artista, estas casas pueden situarse, con bastantes posibilidades de acierto en la curva donde, habiendo dejado atrás la iglesia de Santa Eulalia y su cuesta, comienza la calle del Mercado. Casas de dos plantas, de labradores, construidas con entramados de madera y algunas con soportales. A nuestra izquierda, justo donde la curva cambia de dirección se ve un conjunto de edificios de mayor tamaño a los que da acceso una portada con arco de medio punto. Puede ser, aunque lo señalo sin mucha seguridad, el convento de monjes trinitarios, que hoy acoge a la delegación del ministerio de Educación y Ciencia. El artista puso varios grupos de personas acaso con la única finalidad de que pudiera adivinarse el tamaño real de calle y edificaciones.

Martín Rico y Ortega. Segovia. Calle del Mercado. Acuarela. Museo Nacional del Prado. Para un segoviano de hoy ésta es una vista desconocida, difícil de comprender y, leyendo el pie que acompaña a la imagen, increíble. Paralela a la fachada occidental de Santa Eulalia subía la calle que acabamos de ver y que llegaba hasta la ermita del Cristo del Mercado. Era la Calle del Mercado, larga y ancha, habitada por labradores, moradores de casas bajas, algunas con soportales en las que trabajaban y exponían sus productos herreros, carpinteros, carreteros, cesteros, curtidores… Hoy es la calle José Zorrilla, comercial y flanqueada por construcciones de muchos pisos. De los antiguos soportales sólo queda uno.

Martín Rico y Ortega. Caserío con una torre. Acuarela. Museo Nacional del Prado. Cuando supe que en el Museo del Prado se guardaban muchos trabajos de Martín Rico fui allí preguntando por ellos. Me enviaron a la sección Casón del Buen Retiro, y un amable funcionario me puso ante un ordenador en el que pude estudiar los cuadernos en los que estaban digitalizadas sus acuarelas. Y allí vi la que os pongo y que recordaba, vagamente, haber visto ya en internet. Acabada su estancia en La Granja de San Ildefonso, el artista vendría a Segovia y entre los espacios que vio y pintó se halla éste, uno de los límites de la ciudad por levante. El charco en el que hay personas bañándose debía hallarse entre las calles de la Plata y del Mercado, por encima de la iglesia de Santa Eulalia, cuya torre vemos a la izquierda, semioculta por casas.

Martín Rico y Ortega. Iglesia de Santo Tomás. Acuarela. Museo del Prado. El artista, vagando por el extrarradio de la ciudad buscando motivos que pintar, vería este templo medio elevándose solitario en medio de una pradera en la que por entonces pastaban ovejas. Del todo aislada. La ciudad aparece detrás, con un fragmento del arbolado Camino Nuevo y el Alcázar, que se intuye más que se ve, a la izquierda, y varias casas y el gran edificio del seminario que aparece a la derecha, elevándose sobre el resto del caserío. La iglesia de Santo Tomás tenía un pequeño pórtico protegiendo la portada, que se ha eliminado, pero lo demás sigue igual: un atrio cegado como lo sigue estando hoy aunque han puesto a la luz el dibujo de sus arcos, una torre de tres cuerpos con planta cuadrada y un bonito ábside románico en parte oculto por la sacristía de muros encalados.
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* Supernumerario de la Real Academia de Historia y Arte de San Quirce
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