Martín Rico y Ortega. Ábside y torre. Acuarela. Museo nacional del Prado. Del acercamiento a Segovia de Martín Rico nos quedan imágenes de rincones que él debió contemplar admirativamente y que pintó, siendo también uno de los primeros que lo hizo, aunque no el primero pues en esto ya se le había adelantado el pintor y escenógrafo José María Avrial y Flores, que una docena de años antes vino a Segovia como profesor de la Escuela de Nobles Artes, hecho que le permitió conocer la ciudad y llevar al papel monumentos y espacios singulares y pintorescos. Veo esta imagen y además de fijarme en el tema de la pintura, pienso en los valores identificadores de la ciudad, simbólicos si queremos, de aquel momento, años de 1852 a 1858. El pasado, ábside del templo de San Sebastián y torreón de la Casa de las Cadenas, arruinándose, pero aún orgullosos, y el presente, representado por el mendigo que toma el sol echado por el suelo. Segovia se derrumbaba.

Martín Rico y Ortega, en sus primeros años, llenó con muchos paisajes pintados a la acuarela unos cuadernos de pequeño tamaño que en buena parte se guardan en el Museo del Prado. Como apuntes o bocetos para cuadros de más empeño seguramente. Es una delicia poderlos contemplar y no digamos, estudiarlos. Pintó por tierras de Ávila, de Madrid, de Segovia… Y se sintió atraído por las montañas, por las rocas y por los árboles, grandes espacios y mínimos detalles. Pero también por el paisaje de la meseta y por sus pueblos, como puede verse en esta vista de Carbonero el Mayor, con una escena de trilla, el borde del caserío por el lado norte y las “dos torres”, que así es como conocen los vecinos la cúpula y el campanario de la iglesia parroquial. Nadie antes que él, que yo sepa, había pintado un paisaje de la reseca meseta. Un adelantado.

Martín Rico y Ortega. Un pueblo. Acuarela. Museo Nacional del Prado. Cuando me permitieron estudiar las acuarelas de Martín Rico conservadas en el Museo del Prado para mí fue un reto poder identificar todas las que había en aquellos bellos cuadernos. Pero me fue imposible. Algunas, como la ya vista de Carbonero el Mayor, es inconfundible; igual ocurre con otras como las que representan piedras o ruinas de Navas del Marqués o de Benavente, aunque no son de Segovia. Pero una como ésta, que lleva el apunte pueblo… Casas humildes, torre de iglesia con planta cuadrada, tejados a la s4egoviana, con tejas sólo en canal, un horno para cocer pan, dos niños con un burro y unas gallinas picoteando en la calle pueden verse en muchos pueblos de Segovia y la acuarela podía haber sido pintada en Zamarramala, en Los Huertos, en Pinarnegrillo, en Ortigosa de Pestaño…, Y hasta Arcones si la línea blanquecina que se ve en el cielo estuviera más definida como la línea de la sierra

Martín Rico y Ortega. Vista panorámica de un valle. Acuarela. Museo Nacional del Prado. El pueblo que se ve a lo lejos parece un perfil de Segovia, con su catedral elevándose al cielo, pero no lo es pues la torre está cubierta con tejado a cuatro aguas. Tampoco está la línea que debería señalar el curso del río Eresma ni la hilera de chopos que marcaría el camino de San Ildefonso. Es un paisaje meseteño, pintado por el primer artista que supo apreciar su belleza, lo mismo que supo apreciar la de los jardines de La Granja con sus fuentes y la de muchos monumentos de Segovia. Luego pintaría piedras y árboles y paisajes de España y de Europa, pero yo he querido rendir un mínimo homenaje al primero que pintó, acudiendo a la magia del color, nuestra ciudad y nuestra meseta.

Martín Rico y Ortega. Ribera de un río. Acuarela. Museo Nacional del Prado. En este conjunto de acuarelas de Martín Rico, no hay muchas dedicadas al agua, excepción hecha las que dedicó a las fuentes de los jardines de La Granja, aunque sí hay algunas. En la Sierra hizo una cascada que bien pudiera ser el Chorro Grande, desde un punto de vista que no es el usual. Bajando hacia Segovia encontró esta vista de un río. Yo aseguraría que es el Eresma que desciende en suave caída desde Valsaín hacia las Peñitas, pero no me es posible asegurarlo pues de entonces acá, en el curse del río se han hecho dos presas, el Salta del Olvido y el embalse del Pontón, obras que como podemos suponer han trasformado poderosamente el paisaje.

Martín Rico y Ortega. Paisaje y pastor. Acuarela. Museo Nacional del Prado. Desde las márgenes del río Moros hasta el macizo de Sepúlveda, hay una franja de calizas que contrasta, por su colorido, con los suelos graníticos del piedemonte serrano, sobre la que se edificó el recinto amurallado de Segovia. A Martín Rico debieron llamarle la atención pues hemos visto que se entretuvo en pintar esos suelos ocráceos. Algunos se identifican bien, por los monumentos que se alzan en ellas, pero otros, no tanto. Este, por ejemplo. Le uno al reportaje por dos razones: una, porque en ella representa a esa figura durante tanto tiempo identificada con la economía segoviana, el pastor con su perro, aunque sin ovejas, la segunda porque veo una imagen muy representativa de lo que pudo ser el paisaje local antes de que las modernas carreteras transformasen muchos de ellos.

Martín Rico y Ortega. Palo. Acuarela. Museo Nacional del Prado. Tengo otras fotografías de acuarelas que Martín Rico hizo y pegó en su álbum, pero en una pantalla de ordenador no soy capaz de identificar los espacios y el pie que llevan es ambiguo: Calizas y cuevas, Cumbre, Caserío, Calle desconocida, Un pueblo, Paisaje con un pastor, Ribera de un río… Pudo hacerlas en tierras segovianas, abulenses o alcarreñas, así que he decidido no ponerlas, con lo que evito cansar demasiado a mis lectores. Pero no puedo resistirme a mostrarles ésta: Palo. La fecha que se da a estas acuarelas es aproximada: entre 1852 y 1858. Sólo unos años más tarde el arte español se embarcaría en la realización de los enormes y aparatosos cuadros de historia. Dos mundos.
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* Supernumerario de la Real Academia de Historia y Arte de San Quirce
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