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El té de las cinco

por Fco. Javier López-Escobar Anguiano
9 de diciembre de 2025
en Opinion, Tribuna
JAVIER LOPEZ ESCOBAR
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La desindustrilización de España y las nuevas oportunidades que surgen para Castilla y León

EL REPLIEGUE INDIVIDUALISTA

¿Naviqué?

No hay nación en el mundo que no pueda identificarse por algún sencillo tópico. Ninguna se libra. Seguramente, nada más leer el título de estas letras, se le habrá venido a la mente Gran Bretaña, nación que asociamos con la costumbre de degustar infusiones a las cinco de la tarde.

Si en cualquier lugar del planeta mencionamos la palabra “siesta”, sin necesidad de traducirla, aparecerá inmediatamente España. Es evidente que ni todo el Reino Unido toma té a una hora exacta, ni los españoles sestean plácidamente mientras tanto. Lo más probable es que, a esa hora los ciudadanos de ambos países estén haciendo lo mismo: conducir, aburrirse en un atasco, mirar la pantalla del móvil, trabajar, recoger a los niños o hacer la compra. Con la globalización, si no reparamos en los detalles, a esa hora cualquier calle de Madrid podría confundirse con una de Londres.

Pero el diablo, dicen, está en los detalles. Y en algunos de ellos me gustaría detenerme para descubrir algunas diferencias sustanciales que tal vez sean de interés. Y ahora ya sí hablo de política, que apuesto que es lo que usted esperaba.

Una de las características del sistema político británico que más me llama la atención y envidio es su cuidada separación de poderes. En 2005 se aprobó, siguiendo los principios de Latimer House firmados por la Commonwealth en 2023, una reforma legal que estableció de forma explícita la independencia del poder judicial respecto al Parlamento y al Gobierno. En 2009 se creó la Corte Suprema del Reino Unido, compuesta por doce jueces, que asumió las funciones judiciales que habían recaído durante siglos en la Cámara de los Lores. Es la última instancia de apelación, aunque no puede anular una ley del Parlamento.

El proceso de selección de sus miembros es también independiente. Está cuidadosamente diseñado para evitar la interferencia política. Cuando hay una vacante, se convoca una Comisión Especial de Selección, formada por jueces de alto rango y miembros de la Comisión de Nombramientos Judiciales. Anuncian la plaza, evalúan a los aspirantes por mérito y experiencia y proponen un candidato. El Lord Canciller puede aceptarlo o pedir que se reconsidere una vez. Si la Comisión insiste, el Lord Canciller debe acatarlo sin más.

Allá por los años 80 del siglo pasado, en la única televisión que por entonces veíamos en España, se emitió la serie británica de la BBC –ejemplo de independencia– Yes, Minister. Una sátira de fino humor inglés centrada en el choque entre el ministro de Asuntos Administrativos y su astuto e imperturbable secretario permanente, Sir Humphrey Appleby, capaz de transformar cada idea política de su superior en otra cosa, mientras le hacía creer que todo procedía de aquél. Una clase magistral de cómo funciona una administración verdaderamente profesional.

En el reino de Carlos III de Inglaterra, en cada departamento ministerial hay un Secretario Permanente –el funcionario público de más alto rango–, imparcial, apolítico y no vinculado a partido alguno. Este garantiza la continuidad administrativa a pesar de los cambios de Gobierno. Asesora a los ministros y se encarga de implementar sus decisiones. No lo nombra el ministro de turno ni desaparece con las elecciones. Su puesto se alcanza por mérito y capacidad; su neutralidad no es retórica: los Secretarios son la columna vertebral del funcionamiento del Estado.

Llegados a este punto, creo que ya sabe por dónde voy. Trato de decidir si es mejor tomar té a las cinco o echar una buena siesta. ¿Por qué no ambas? Primero uno y luego otra, o al revés… Uf, ¡qué difícil! Tal vez sea más fácil pensar en reformar España de arriba abajo para garantizar de una vez una verdadera separación de los poderes ejecutivo, legislativo y judicial, alejando a la política lo más posible de este último. Es urgente reformar la administración para que sea profesional, apolítica y no partidista, que asegure la continuidad del Estado sin depender de qué humor se levante ese día el inquilino de La Moncloa.

Quizá haya llegado el momento de dejar de debatir sobre siesta o té y empezar a exigir instituciones que funcionen como Dios manda. La tópica pausa a media tarde será mucho más placentera en un país que, por fin, se ponga en marcha en serio. A ver si en las próximas urnas podemos meter la papeleta de quien proponga ese camino. ¿No le parece?

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Edición digital del periódico decano de la prensa de Segovia, fundado en 1901 por Rufino Cano de Rueda

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