TEATRO JUAN BRAVO
10 de febrero de 2025
Idea original:
Roi Borrallas
Interpretación:
Roi Borrallas
Diseño sonido y luz:
Joan Cot Ros
Voz en off:
Julián González
Textiles:
Mina Trapp
Diseño escenografia:
Roi Borrallas
Fotos:
Alex Griffin, Txus García y ACM
Distribución:
MonicaDeGira
De entre todas las formas de interpretación actoral en el teatro, una de las más difíciles es la de hacer de payaso. Encontrar el payaso propio es una tarea muy ardua para aquellos que deciden ir en su búsqueda, porque el payaso no ha de empeñarse en hacer reír, sino que es la propia vulnerabilidad y su aparente torpeza la que le dotan de ese gran misterio que consiste en que un puñado o varios de espectadores rían. Roy Borallas lo logra con éxito.
Con su espectáculo ‘Solo’ , el público cae rendido. Desde el primer momento hasta el último. Al principio, cuando muestra toda la parte posterior de su cuerpo y el respetable siente su emoción y nota sus pensamientos a través de sus precisos y significativos movimientos. Cuando a telón cerrado se aparece de espaldas, haciendo ver que está tras los cortinajes cerrados en el proscenio, preparándose para salir a saludar. En sentido inverso a lo real. Y cuando terminan los aplausos, regresa tras el telón, para encaminarse al camerino.
Es precisamente en el camerino de un teatro donde se desarrolla todo el espectáculo. Cuando el actor se desmaquilla tras el espejo. Los espectadores reales, los que estaban en el teatro Juan Bravo el domingo pasado, pudieron seguir todo lo que le ocurre al personaje interpretado por Roi Borrallas frente a ese espejo invisible, donde personaje y persona trastabillan sus fronteras.
Las manos de Borrallas, grandes y mágicas, tienen el poder de que cada vez que pasan por su rostro, este, como si fuera de mantequilla, se desfigura y transforma. Diferentes ojos, narices, mejillas, bocas, frentes, surgen y desaparecen, originando distintas identidades. Mientras, los espectadores van alelando.
¿Qué otros elementos hay en un espejo de camerino? Las bombillas que contornean el lustre del espejo. ¡Vaya vaya!, algo comienza a fallar: una bombilla que tintinea, otra que se apaga, otra que hace de las suyas. A ritmo de percusión, las bombillas, a un lado, a otro, arriba, abajo, hacen de las suyas. El juego está servido y las risas cada vez más animadas se unen al juego. Precioso. Perfecto. Divertidísimo.
En este pequeño lugar, frente al espejo de un camerino, los espectadores del otro lado del lustro vuelven a abrir la boca de admiración cuando por arte de birlibirloque la parte superior de la cabeza del actor se convierte en cara. El juego de las transformaciones frente al espejo se le da de miedo a este actor payaso.
Borrallas comenzó muy jovencito en el circo italiano, en él aprendió diferentes técnicas, incluso jugaba con algún cachorrito de felino (en la época en la que aún había animales en el circo) cuenta en el hall del teatro después de terminar su espectáculo. Pues nos espera ahí para despedirnos. ¡Qué detalle!
Pero volviendo a la escena, a su camerino, al marco del espejo. Cuando parece que estamos en el fondo del mar o en algún lugar donde la gravedad ha desaparecido, y los movimientos del actor trastocan la percepción y se le ve flotando o desplazándose como medusa o astronauta. O cuando le poseen otra vez las luces del camerino que se vuelven de colores convirtiendo ese pequeño espacio en una sala de baile y él se nos marca un ‘Mambo’. A esas alturas la incondicional rendición como espectadores a su arte no tiene fisuras. Él nos emboba y nos hace reír, tanto, que algún que otro espectador desde el patio de butacas le lanza un guiño, una palabra, una señal.
Hay mucho talento escénico en Borrallas, y sabemos, porque lo ha contado en el hall, que lo que más hizo cuando trabajó en el circo italiano fue de payaso.
Vamos al último número, ese que deja enamorado al público: la máscara y la espuma. Un recipiente de espuma de afeitar y cantidades ingentes de ingenio hacen que este último número sea extraordinario. Uno que podría quedar como aquellos de algunos payasos que en el pasado hicieron historia. Borrallas manipula la espuma para convertirla en diferentes mascaras sobre su rostro. Le da formas, hace que se sostenga, la coloca en distintas partes de su cara. Parece amasarla como si fuera merengue. Se hace el amo y la convierte en una aliada perfecta que obedece a sus requerimientos.
A Borrallas no le fue fácil encontrar el tipo de espuma de afeitar que tuviera la consistencia necesaria para poder ser manipulada, amasada y que mantuviera las formas que él deseaba. Que no oliera fatal, que no fuere excesivamente tóxica, que no le mareara su química- lo cuenta también en el hall del teatro- porque bien que se reboza en ella para crear diferentes caras en su cara. Es inenarrable lo que hace con la espuma. Es bellísimo y está dotado de poesía. Son tantas las sugerencias.
En el aplauso final el público se puso en pie. Encantados y profundamente agradecidos por el tiempo mágico que Roi Borrallas regaló.
