La música, como todos los sectores, no ha logrado escapar del impacto de este “ciclón” que paralizó al mundo. Tal es así, que un buen número de músicos aún contabilizaban en las cifras de personas sujetas a un ERTE hasta hace apenas unos meses, cuando dio comienzo la época estival y, con ello, las orquestas y bandas segovianas veían aumentar su carga de trabajo. Pero, en algunos casos, las características de sus contratos no les permitían ajustarse a esta medida de flexibilización laboral. Esto, unido a la “precariedad” que denuncian desde el sector, ha obligado a muchos integrantes de charangas a dejar a un lado su pasión, en ciertos casos insuficiente para mantenerse económicamente, y cambiar de sector.
La modificación de formatos por la que se han decantado las orquestas se debe, en parte, al objetivo de recuperar al mayor número de personas que han trabajado anteriormente en este mundo. Pese a ello, hay artistas que se han acomodado en otros sectores y, ante la incertidumbre, permanecen en ellos.
Aunque las orquestas siempre han generado diversos puestos de trabajo a su alrededor, hay quienes consideran que estos empleos son “precarios”. Mientras que hay empresas que hacen contratos, por ejemplo, de seis meses, otras los hacen por un número determinado de actuaciones. Sin embargo, lo más frecuente es que se den altas y bajas por cada actuación.
Y esto no es todo. Una de las principales quejas del colectivo es la baja remuneración. “Este sector está fatal”, argumenta el antiguo músico de orquesta, Gonzalo de la Osa. Tras haber pasado por cinco grupos a lo largo de diez años, decidió dejar la charanga de Salamanca en la que tocaba la batería cuando empezó la pandemia y, con ello, la gira que tenía programada se vino abajo. “Ya no me interesa este mundo, por el esfuerzo que supone y porque económicamente no compensa”, argumenta. Ahora trabaja en su empresa textil.
