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El Reto de la Despoblación II

por Félix García de Pablos
6 de agosto de 2023
en Internacional
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El siglo XX fue un siglo de fuerte crecimiento demográfico, así en el año 1900 España tenía cerca de 19 millones de habitantes, y cien años más tarde en 2021 esa población superaba los 47 millones. Es decir la población española se ha multiplicado por 2,5 desde el año 1900 y, sin embargo, ese crecimiento no se ha distribuido de forma homogénea. Amplias zonas han visto perder una parte importante de su población con gran intensidad en la segunda parte del siglo XX consecuencia de dos factores: fuertes movimientos migratorios hacia las regiones más desarrolladas y un crecimiento vegetativo negativo. Este proceso de despoblación ha afectado básicamente a las provincias del interior peninsular, se abandona la agricultura y se fomenta el crecimiento del sector industrial y de servicios, con lo que se fomenta el desplazamiento de la población a las ciudades y los territorios más dinámicos del país.

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La despoblación no ha sido uniforme, ahora la población se concentra en Madrid, el arco mediterráneo, los archipiélagos, el País Vasco, la cornisa cantábrica y atlántica, el eje del Ebro, mientras esa despoblación ha afectado a la España interior, con bajas tasas de densidad poblacional: principalmente las dos Castillas, Aragón, Asturias, la Galicia interior, Andalucía oriental y parte de Extremadura. En definitiva se pueden declarar como áreas despobladas, 24 provincias: las 9 provincias de Castilla y León (Ávila, Burgos, León, Palencia, Salamanca, Segovia, Soria, Valladolid y Zamora), las 3 de Aragón (Huesca, Teruel, y Zaragoza), 4 de Castilla La Mancha (Albacete, Ciudad Real, Cuenca y Toledo), las 2 de Extremadura (Cáceres y Badajoz), 2 gallegas (Lugo y Orense), 2 de Andalucía (Córdoba y Jaén), La Rioja y Asturias. Solo dos provincias con contacto con el mar: Lugo y Asturias, mientras que han mantenido su crecimiento desde 1950 Álava, Almería, Navarra, Huelva, Lérida y Toledo. Una despoblación que se ha cebado en las provincias de Soria, Teruel, Cuenca, Palencia, Zamora y Huesca, donde se ha intensificado el vacío demográfico con densidades inferiores a 12,5 habitantes/Km2. Un segundo grupo de provincias está formado por Ávila, Burgos, Salamanca, Guadalajara, Segovia, Albacete, Cáceres, León, Zaragoza, Ciudad Real, Badajoz y Lugo, con densidades poblacionales entre 12,5 y 25,5 habitantes/Km2. Por último, con densidades superiores a 25,5 habitantes/Km2 se encuentran Asturias, Córdoba, Jaén, La Rioja, Valladolid y Orense.

Esta despoblación vino asociada a la pérdida de empleo en la agricultura y la emigración hacia las ciudades y otros territorios con actividades industriales y de servicios, con la pérdida evidente de peso económico. Las 24 provincias citadas que se han despoblado representaban en 1950 el 37,2% de la población y el 30,4% del Valor Agregado Bruto (VAB), así como el 36,9% del empleo del país. En los años 2019/2021 esos valores eran los siguientes: aquellas albergaban el 20% de la población (antes el 37,2%), producían el 17,8% del VAB (antes el 30,4%) y proporcionaban el 18,7% del empleo (antes el 36,9%). Es decir, esas provincias han visto reducir su peso demográfico, económico y laboral a la mitad. Mientras que han tenido un crecimiento inferior a la media desde 1950, Cádiz, Málaga, Huelva, Sevilla, Alicante, Las Palmas, Santa Cruz de Tenerife, Cantabria y Valencia.

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La despoblación es un fenómeno esencialmente rural y de las ciudades pequeñas, de modo que el grupo formado por las 50 capitales de provincia y los municipios de más de 50.000 habitantes en 2021 ahora representa el 53,1 de la población (23,5% en 1900), han pasado de 4.321.109 habitantes en 1900 a 25.139.541 en 2021%) –un aumento de 20,8 millones–; los municipios de menos de 50.000 habitantes de la España no despoblada representan el 39,4% (en 1900 el 35,4%), han pasado de 7.340.842 habitantes hasta 16.774.414 –un aumento de 9,4 millones–; y los municipios de menos de 50.000 habitantes de la España despoblada se desploma del 37,4% hasta el 11,5%, han pasado de 6.954.679 a 5.471.152 millones) –una disminución de 1,41 millones–.
El crecimiento poblacional de la España despoblada, los municipios de menos de 50.000 habitantes de las 24 provincias citadas, fue lento hasta el año 1950, con un aumento de 1,5 millones y con una tasa media anual acumulativa 0.44%, similar al resto de las provincias. Sin embargo, a partir de 1950 hasta 1991, se produce una caída media anual de –1,05%, con el resultado de una pérdida poblacional de 3 millones, un –35%, mientras que los municipios de la España no despoblada aumentaron en un 27,8%. En resumen, estos municipios de menos de 50.000 habitantes de la España vaciada concentraron su pérdida en los años 50, 60 y 70 y, en menor medida, en los años 80 del siglo XX.

A partir del año 1991 se modera el descenso, de modo que la despoblación de la España interior tuvo lugar entre 1950 y 1991, aunque la intensidad de la caída se produjo en las décadas de los 60 y 70 del pasado siglo (3/4 partes de la pérdida de la población experimentada en esos 40 años tuvo lugar en esos dos decenios).

No obstante, ese proceso de desdoblamiento afectó de forma intensa al medio rural y a muchas ciudades pequeñas. El declive demográfico se inició en el decenio de 1910 en Soria, Teruel y Guadalajara, siguió en el decenio de 1920 en Huesca y en 1930 en Zaragoza. En los años 40 del pasado siglo comenzó el declive en Lugo y Orense y también en Córdoba. Será en los años 50 del siglo XX cuando el fenómeno de la despoblación se extienda por Castilla y León (Ávila, Burgos, Palencia, Salamanca, Segovia, Valladolid y Zamora), por Castilla La Mancha (Albacete y Cuenca), Extremadura (Cáceres y Badajoz), así como por Jaén y La Rioja. La situación se extiende a partir de 1960 por León Ciudad Real y Asturias. Las provincias de Toledo, Granada, Huelva y Lérida también pierden población, pero la recuperarán en las dos primeras décadas del siglo XXI. Las provincias de Zamora, Palencia, Ávila, Cuenca, Orense y Lugo perderán la mitad de su población, mientras Soria 2/3 partes. El resultado es que, excluyendo sus capitales, Soria cuenta con una densidad de 4,9 habitantes por Km2, Teruel 6,9 y Cuenca 8,7 habitantes por Km2, unas áreas de las más despobladas de la Unión Europea, mientras que Palencia 10,3 y Zamora 10,4 habitantes por Km2, por debajo de 12,5 habitantes por Km2, la cifra señalada por la Unión Europea como “zonas con muy baja densidad de población”. Ávila cuenta con 12,8 y Segovia 14,4 habitantes por Km2 rozan aquella cifra. En efecto, las provincias de Salamanca, León, Burgos, Cáceres y Segovia sufrieron una pérdida poblacional de más del 40%, y tienen una densidad de población entre 13,1 y 17.3 habitantes por Km2. Mientras que también decrecen Lugo (24,0 habitantes por Km2), Orense (27,9), Cáceres y Badajoz, al propio tiempo que Jaén y Córdoba pierden entre el 26% y el 30% con una densidad de 35 Jaén, Córdoba. El resultado es el aumento de la población con edad en estas zonas por la emigración de la población joven, las provincias de Lugo, Orense, encabezan el fenómeno, junto con Zamora, Ávila, Soria, Asturias, León, Palencia, Salamanca y Asturias que tienen una población mayor de 65 años que supera el 25% del total (frente a una media nacional del 18,6%).

La consecuencia también es la pérdida de poder económico de estas provincias. La reducción de las necesidades de mano de obra en la agricultura y en actividades productivas ligadas a ella no se vio indudablemente compensada por el desarrollo de otros sectores con capacidad de generación de empleo. La población no tuvo más remedio que dirigirse a aquellos territorios con mayor dinamismo económico como Madrid, Cataluña, y el País Vasco, junto con el arco mediterráneo y los dos archipiélagos. Mientras que se consolida la España vaciada con Castilla y León, Aragón, Castilla La Mancha, Asturias y las indicadas provincias andaluzas y gallegas. En efecto, la tasa de crecimiento medio anual acumulativo del Valor Agregado Bruto de España entre 1050 y 2019 se situó en el 3,7%, un punto anual más que las provincias de Soria, Ávila, Cuenca, Zamora, Palencia, Segovia, Orense y Salamanca y medio punto más que Asturias, León, Lugo, Huesca, Teruel y Ciudad Real. En definitiva, una diferencia de un punto o medio punto de crecimiento anual en este período de 69 años ha creado unas diferencias enormes entre territorios. Las provincias con un crecimiento cercano a la media tardaron en conseguir en 19 años menos el crecimiento que las provincias pobres consiguieron en 69 años. Es decir, que el producto interior bruto (PIB) de las provincias marginadas que crecieron un punto por debajo de la media se situó en 2019 en la mitad de lo que lo hubieran conseguido si hubieran crecido de haberlo hecho conforme a la media nacional respecto del año 1950.

Las 24 provincias que han perdido población en la segunda mitad del siglo XX, pasaron de tener el 30,4% del Valor Agregado Bruto en 1950 al 17,8%, un proceso que resulta evidente en las provincias de Castilla y León (excepto Burgos y Valladolid), junto con Cuenca, Teruel, Huesca, Badajoz, Orense, Lugo, Asturias y Ciudad Real. En mucha menor medida, el fenómeno afectó a Valladolid, Zaragoza, Burgos, Cáceres, Albacete, Guadalajara, La Rioja, Córdoba y Jaén. La despoblación asociada a la destrucción de empleo en el sector agrario, tuvo su contrapunto en el desarrollo de la industria, la construcción y los servicios en otros territorios más dinámicos. De hecho, entre 1950 y 2000, las 24 provincias que componen la España despoblada habían perdido 2,25 millones de empleo en la agricultura (en el año 1950, representaba el 50% del empleo total de la economía), creándose 1,91 millones en los demás sectores, con una pérdida de 340.000 empleos. En las otras 27 provincias, la pérdida de 2,16 millones de empleos en el sector agrario fue compensada con la creación de 7,7 millones de empleos, con un saldo neto positivo de 5,61 millones de empleos. Mientras que entre los años 2000 y 2019 las provincias pobres crearon 378.900 de empleos (11% en 19 años), mientras que las provincias ricas el empleo ha sido de 3,28 millones (+24,7%).
Valladolid, Zaragoza y la Rioja han mantenido el empleo por el efecto de la capitalidad, al igual que Asturias, Albacete y Burgos, mientras que tienen descensos moderados Huesca, Córdoba, Guadalajara y Ciudad Real. En cambio, allí donde el efecto de la capitalidad no se produjo o lo hizo con menos fuerza, la pérdida de empleos ha sido muy elevada: más del 40% en Segovia, Soria, Zamora, Orense, Cuenca, y Teruel; entre el 30 y el 40% en Palencia y León.

Esa pérdida de población determina una convergencia de la renta per cápita entre los territorios que pierden población y los que la ganan, así la ratio de Valor Agregado Bruto per cápita entre la primera y la última provincia en 1950; Madrid y Cáceres, era del 4,5%, una tasa que se ha reducido al 2,1 en 2019 (Álava/Cádiz). Las diferencias de renta per cápita han disminuido de forma inequívoca entre las provincias españolas, una reducción profunda entre los años 1950 y 1980. Sin embargo, entre 1980 y 2020 ese proceso se estanca e incluso se revierte, justo con la llegada de la etapa democrática.

En 1950, el grupo de las 24 provincias que se han despoblado (excepto Zaragoza, La Rioja y Asturias) tenían un Valor Agregado Bruto per cápita inferior a la media nacional, de hecho 17 ocupaban las 20 últimas posiciones, por lo que su población se vio obligada a emigrar buscando mejores perspectivas. En 2019, Huesca, Burgos, Zaragoza, La Rioja, Teruel, Palencia, Soria y Valladolid superaban la media nacional, mientras seguían por debajo las restantes 15 provincias, con especial distancia en el caso de Badajoz, Córdoba, Guadalajara y Cáceres. Además, nos encontramos ante convergencia engañosa, dado que en el caso de Soria, Zamora, Cuenca, Ávila y Teruel, más del 20% del aumento del Valor Agregado Bruto per cápita se debió a la disminución de la población, y en las de Orense, Lugo y Palencia, entre un 15 y un 20%. Una variable que reduce la tasa de crecimiento del Valor Agregado Bruto per cápita en las provincias que reciben población.
A la hora de elegir las políticas públicas adecuadas es necesario determinar la situación de las provincias despobladas en 2023, atendiendo a la población relativa, la densidad de población, la tasa de paro, el envejecimiento, etc. El Grupo I estaría formado por las provincias Ávila, Cuenca, León, Zamora, Salamanca, Lugo Orense, Segovia, Palencia, Burgos, Soria, Teruel y Huesca. Este grupo, en el que se integra Segovia, presenta los peores registros demográficos, es la España despoblada que decrece, la que ha perdido más población en los últimos 70 años, con el territorio menos habitado (en términos absolutos y relativos) y con la población más envejecida. Son las 13 provincias que han tenido una fuerte reducción del empleo y que constituyen el núcleo duro del problema de la despoblación, aunque tengan Valor Agregado Bruto per cápita y una tasa de paro relativamente baja.

El Grupo II, en la mitad sur del país, está formado por las provincias de Albacete, Ciudad Real, Badajoz, Cáceres, Córdoba y Jaén. Unas provincias que han perdido población aunque mantienen unas determinadas densidades poblacionales, mantienen una población joven y no demasiada población envejecida. Sin embargo, las variables económicas son negativas, dado que son provincias generalmente agrarias con bajo peso de la industria, muy elevada tasa de paro y niveles muy bajos de PIB por habitante. Es la España que se estanca, necesitada de una reactivación económica y de una utilización más productiva de los recursos.
Web Una mujer camina por la calle en un pueblo de Valladolid
El Grupo II está formado por las provincias de Guadalajara, La Rioja, Valladolid y Zaragoza, que cuentan con mejores indicadores económicos, un PIB per cápita superior a la media, baja tasa de desempleo, elevado peso del sector industrial y unas menores pérdidas de población. Sin embargo, todo ello se deriva del efecto de capital, generador de empleo, se trata de la España que remonta.
En resumen, las citadas 24 provincias que integran la España despoblada tenían en 1950 el 37,2% de la población nacional, generaban el 30,4% del Valor Agregado Bruto y proporcionaban el 30,4% del empleo. 70 años después, solamente acogían el 20% de la población, producían el 17,8% Valor Agregado Bruto y asumían el 18,7% del empleo. Es decir, estas provincias han perdido la mitad de su peso demográfico, económico y laboral de España, de acuerdo al estudio de Eduardo Bandrés Moliné y Vanesa Azón Puértolas.

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