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EL REPLIEGUE INDIVIDUALISTA

por David San Juan
8 de diciembre de 2025
DAVID SAN JUAN
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Al cine le interesa Segovia

El Nacido

Pero, ¿qué está pasando?

Hace unas semanas, la Fundación FOESSA (Fomento de Estudios Sociales y Sociología Aplicada, auspiciada por Cáritas) publicó su esperado informe trienal sobre exclusión y desarrollo social en España. Sin entrar en las cifras que ofrece sobre la realidad de la pobreza en nuestro país, siempre cuestionadas por algunos, defendidas por otros, hay que decir que las tendencias son alarmantes, en un proceso inédito de fragmentación social, según palabras de la propia Fundación. El contenido completo puede consultarse en la red.

Merece la pena detenerse en alguna de sus conclusiones, donde llaman la atención un par de expresiones sobre las que me gustaría reflexionar. Afirma FOESSA que vivimos en una sociedad anímicamente desasosegada, lo que está provocando un repliegue individualista que, entre otras consecuencias, aísla cada vez más a las personas en exclusión severa. Esta interpretación es plausible y refleja una reacción natural ante una situación general de incertidumbre. Sálvese quien pueda.

Sin embargo, yo creo que el individualismo rampante al que alude el informe no es nuevo: se ha ido gestando durante décadas, tanto en épocas de crisis como de bonanza, y ha acabado de moldear nuestro comportamiento, especialmente el de las nuevas generaciones. Tengo la intuición de que la sociedad en su conjunto ha recorrido el camino inverso al que sugiere FOESSA. Un camino en el que, partiendo de la exaltación de lo individual, hemos acabado dando en el desasosiego, el pesimismo y la infelicidad. Y puede que el consumismo y las estrategias de control social tengan mucho que ver en este proceso.

No creo equivocarme al afirmar que cada vez nos vamos inclinando más hacia un ideal de modo de vida típicamente urbano de mínimas interacciones sociales, sólo las necesarias para la propia conveniencia —que no convivencia— en el que el medraje insolidario y el culto a uno mismo son los procedimientos recomendados para alcanzar el éxito. El aislamiento como forma de vida, como medio de realización personal.

PAG 2 Jovenes con el movil

La tecnología, el gran ídolo de nuestro tiempo, contribuye y no poco a este repliegue individualista con las nuevas posibilidades que ofrece. Hay tres fenómenos que ya forman parte de nuestras vidas, que alimentan el deshilachamiento del tejido social y las relaciones interpersonales tal como hasta ahora las habíamos conocido.

El primero es el teletrabajo, una alternativa laboral que ha llegado para quedarse, con un impacto futuro que aún no somos capaces de valorar por falta de perspectiva. El teletrabajo, empero, no supone un retroceso social. Al contrario, es una realidad que tiene consecuencias positivas muy deseables. Para empezar, es un paso de gigante en la conciliación familiar y, además, es un rayo de esperanza para no desangrar más esa España vaciada que tanto nos duele, algo que, de momento a cuentagotas, ya se va notando. El teletrabajo retiene población en los pueblos y atrae a nuevos vecinos, pero también supone un repliegue hacia una posición de comodidad que reduce la interacción social a un mero formalismo virtual. No es lo mismo verse, departir, encontrarse con los compañeros de trabajo cara a cara, que hacerlo a través de teams en ropa de estar por casa. Pero bienvenido sea por lo que de positivo tiene.

Los otros dos merecen un juicio más severo. Uno es la fiebre de las compras por internet, fervoroso ritual de consumismo autocomplaciente que cada vez cuenta con más devotos y que deja tocado y casi hundido, al comercio tradicional. Ya no hace falta ir a las tiendas de toda la vida, habitual punto de encuentro de los vecinos, ni siquiera salir a la calle. El tercero es el apetito por las pantallas, ya convertido en necesidad. Embeberse —embobarse— frente a ellas nos evita el molesto trance de relacionarnos con los demás. Nuestro ocio, nuestra vida, se consume frente a un móvil donde, en el fondo, nos citamos con nosotros mismos sin encontrarnos. Para lo último, hace falta tiempo y silencio. La imagen, ridícula hace unos años, de un grupo de adolescentes, hombro con hombro, absortos en sus dispositivos sin hablarse, sin mirarse, se ha convertido en un icono de nuestro tiempo.

Pero trabajar en zapatillas, adquirir bagatelas a golpe de tecla, o comprar acciones para sufrir de cervicales en el futuro, no pasan de ser muestras de una sociedad cambiante, material de estudio para los sociólogos. Lo peor, lo dramático, son las consecuencias de este individualismo arrelacional que hemos ido abrazando sin darnos cuenta, que pueden llegar a ser trágicas, especialmente en las grandes ciudades. Y en las medianas y pequeñas, que lo malo llega pronto.

La cima —el abismo— de esta indolencia colectiva son los ancianos que mueren solos en sus casas, cuyos cadáveres se encuentran pasados meses, años, sin que nadie haya reparado en su ausencia. Ni, antes, en su presencia. Repliegue en un doble sentido: el repliegue inocente de una persona obligada a vivir sola, y el repliegue culpable por omisión del vecindario. No nos acostumbremos a ello, por favor. Cada coche fúnebre apostado frente a un portal haciéndose cargo de unos restos que nadie va a reclamar debería ser un aldabonazo para las conciencias, un golpe en toda la cara que debería dejarnos en shock. Chasquear la lengua y mover la cabeza antes de volver a casa para ocuparnos de nuestros asuntos, que es lo que todos hacemos, no nos exime de responsabilidad.

Vuelta al informe FOESSA. Su propuesta final es que la sociedad debe plantearse un cambio de paradigma para romper el aislamiento y la desigualdad, dando el salto desde el concepto de bienestar (estar bien yo) al de biencuidar (trabajar para que estén bien los demás). El humanismo cristiano apuesta por ello. Otras iniciativas institucionales y civiles también. El tiempo pasa, las generaciones se suceden y cada vez somos más infelices replegados en un individualismo doloroso e improductivo. Quizás haya llegado el momento de un despliegue valiente, personal y comunitario, en el que las relaciones sociales y vecinales vuelvan a ser parte de nuestra naturaleza.

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Edición digital del periódico decano de la prensa de Segovia, fundado en 1901 por Rufino Cano de Rueda

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