José Luis López Saura (Madrid, 1956) se define a sí mismo como “pintor realista al que le gusta hacer cómplice al espectador”. Llegó a Segovia en 2001 para preparar una exposición pero confiesa que se ‘enganchó’ a la ciudad, se fue ‘liando’ poco a poco y ya lleva más de dos décadas, aunque vive entre Madrid y Segovia porque reconoce que esta última “es un paraíso total” pero se considera urbanita y en ocasiones necesita un baño de multitudes. Le encanta el bullicio y pasear por la Gran Vía o dar una vuelta por el Retiro.
Autodidacta, llegó al mundo de la pintura —generalmente acrílico— desde el dibujo y la cartelería aunque con lo que se siente más a gusto es con obras de gran formato y murales. Es seguramente uno de los pintores más populares y reconocidos en Segovia, por el elevado número de obras suyas en restaurantes, comercios, hoteles… y también por los paneles-homenaje de la actividad cultural ‘La Noche de Luna Llena’. Cuenta que en Madrid vivía muy cerca del parque del Retiro, cuyas puertas le abrió su padre, como también las del Museo del Prado, lugar que ha visitado centenares de veces, y donde admite ha aprendido “más que en ningún otro sitio”.

Le hubiera gustado estudiar Bellas Artes. De niño, en el colegio, se pasaba todo el tiempo dibujando y los maestros le castigaban “por llenar los libros con dibujos. Lo que hacía en las esquinas de libros era una animación, un muñequito que, luego, cuando pasabas las hojas, tenía movimiento, como una película”.
El cine ha sido otra disciplina muy importante en su trayectoria artística. Sin embargo tuvo que empezar a trabajar muy pronto, a los 14 años, como aprendiz de electricista de alta tensión para una gran empresa especializada en montajes eléctricos, por ejemplo en los grandes hospitales de Madrid como La Paz o el 12 de Octubre. Pero no dejaba de plasmar sus dibujos en las paredes y un día alguien preguntó por el que pintaba arañas, o caballos, o letras por todos lados y pasó a la oficina para hacer una prueba de delineante, que superó. “Ese fue mi primer contacto con un tablero de dibujo”.
De ahí pasó al mundo de la publicidad. “Como dibujaba ya por todos los lados, alguien me dijo ‘¿por qué no pruebas en una agencia? Así empecé como bocetista, a rotular y dibujar un poco de todo. Al final mi oficio viene de la práctica aunque se me ocurrió ir por las noches al Círculo de Bellas Artes de Madrid, en la calle de Alcalá. Te sacabas una tarjeta y podías acudir a tres estudios, dos con modelos femeninos y uno con modelos masculinos, para copiar del natural. Allí encontré artistas que dibujaban de maravilla y encontrarme, por primera vez, con un modelo desnudo, que posa… Salía encantado, me gustaba mucho, aunque no podía ir todos los días. Recuerdo que había un japonés que se colocaba detrás de mí y pintaba a tamaño natural, en carbón; me dejaba alucinado y posiblemente ahora yo pinte gran formato porque algo me caló de esa experiencia”.
De la publicidad al cine “hay un paso”, según López Saura, gran defensor del género artístico del cartel. Ganó varios concursos en los años ochenta, entre ellos el Primer Premio del Certamen Internacional de Cine de Madrid, que desde entonces le encargó los carteles para sucesivas ediciones. Así conectó con productoras y distribuidoras de cine como Alta Films, Cinema 2000, etc. Entre sus carteles, uno de película con Oscar, ‘Dersu Uzala’ (1975) de Akira Kurosawa, que en España estuvo prohibida en el tardo franquismo y con la recuperación de la democracia se reestrenó, primero en los denominados cines de arte y ensayo y finalmente en el Palacio de la Música. Y ahí estaba su cartelera.

Uno de sus referentes es el pintor valenciano Josep Renau, que fue director de Bellas Artes durante la Guerra Civil (de 1936 a 1939), porque afirma que “era un monstruo del cartel y del fotomontaje. De él es la frase ‘el cartel es un grito en la pared’. Vi una exposición suya y me entusiasmó, luego me compré el catálogo y empecé a estudiar su obra y casi sin querer me metí en el mundo del cartel porque está muy unido al de la publicidad”.
En esta actividad, a la vez económica y creativa, ha trabajado para marcas como Renfe, aceite Koipe o la cerveza Skol e incluso hizo “un montón de pececitos para la campaña del Ministerio de Agricultura y Pesca ‘pezqueñines no, gracias’ (que se inició en los años ochenta). También trabajó para la revista belga Spirou, donde hacía pitufos, que llegaron a obsesionarle, y otros personajes.
El trabajo fue creciendo y empezó a hacer exposiciones en Madrid e, instalado ya en Segovia, su primera muestra en la ciudad fue en 2005, en el Teatro Juan Bravo, con una serie sobre ‘Mujeres a Escena’, con retratos de artistas del espectáculo, precisamente la exposición por la que vino a la ciudad en 2001 y que inicialmente iba a inaugurarse en el Teatro Real de Madrid.

Ha sido galardonado con multitud de premios, como el Primer Premio, representando a España, en el V Certamen Internacional ‘Miradas de Hispanoamérica’ 2012, de la Fundación Jorge Alió, fallado en Chicago, o finalista en el IX Certamen Miradas Internacionales 2020.
Con motivo de la pandemia de covid, empezó a lanzar dibujos en redes sociales, con la etiqueta #quedateencasa, en agradecimiento a los colectivos que ayudaron en la fase más crítica. En total fueron 55 dibujos que culminaron en una exposición y en el libro ‘Coronadibus’.
Su implicación con la sociedad en temas medioambientales como incendios forestales, o posicionándose contra la Guerra de Ucrania, es equiparable a la colaboración desinteresada con colectivos del tercer sector social de la ciudad. Por ejemplo, hace poco se ha presentado el calendario 2023 de Asidos (de la Asociación Down Segovia), para el que ha elaborado la portada.
Siempre, desde una versatilidad prodigiosa en temática pero con su estilo, un realismo propio del que nunca reniega. Al contrario, sostiene que, “aunque puede que sea un poco dinosaurio en este mundillo de la pintura, vengo del dibujo y acabaré pintando realismo porque es lo que me gusta y cada vez me gusta el realismo más puro”.

