El príncipe Felipe estudió el bachiller en el Colegio santa María de los Rosales en Aravaca, hizo el C.O.U. en el Lakefield College School de Toronto (Canadá) y al regresar comenzó una intensa formación militar en las tres academias militares durante los años 1985 a 1988.
Su primer destino fue la Academia Militar de Zaragoza, juró bandera en una bandera que había bordado para él su tatarabuela la reina María Cristina, estuvo en la Academia Naval Militar de Marín en Pontevedra, y finalmente en la Academia General del Aire de San Javier. Esta formación militar era fundamental porque como Rey iba a ostentar el mando supremo de las Fuerzas Armadas, y sería capitán general del Ejército de Tierra, de la Armada y del Ejército del Aire.
Posteriormente se licenció en Derecho en la Universidad Autónoma de Madrid y cursó varias asignaturas de Ciencias Económicas. Domina el francés y el inglés con absoluta fluidez. Resumiendo, el príncipe Felipe tuvo una formación excepcional como ningún príncipe había tenido hasta ahora.
Yo tuve el honor de comprobar de primera mano su excelente formación y su personalidad. Y lo explico brevemente. Para potenciar la exportación española se organizaban desde el ICEX (Instituto de Comercio Exterior) exposiciones en otros países para que conocieran nuestras empresas y para fomentar los contactos de empresarios españoles con empresarios del país que se visitaba. De paso diré que me sirvió para comprobar que tenemos unas empresas punteras en todos los campos que se pueden codear con las de cualquier otro país. Solo algunos inconscientes se dedican a minusvalorar nuestra fuerza, nuestra industria y nuestros valores.
Como portavoz de comercio acompañé al ministro de Economía y al príncipe Felipe en las Expotecnias donde, como ya he dicho, presentábamos a nuestras empresas y favorecíamos los encuentros con empresarios del país visitado para que llegaran a acuerdos económicos de cooperación. Mi opinión sobre el Príncipe, hoy Felipe VI, no puede ser más favorable. Sabe escuchar, lleva los temas preparados, los estudia, y está abierto a las opiniones de los demás. Recuerdo una cena en la India donde le dijimos que podía recordar que su abuela materna, la reina Federica de Grecia, estuvo viviendo en Madrás. Así lo hizo en la primera intervención que tuvo y fue largamente aplaudido por todos los asistentes al acto. Al día siguiente nos agradeció la sugerencia. Lo acompañé en la India, en Brasil y en Japón y en los tres países tuvimos múltiples reuniones de trabajo, conocí gente muy interesante y pude comprobar la calidad humana y profesional del príncipe Felipe.
La India es un país emocionante, de grandes contrastes, con una población cercana a los 1.500 millones de personas, pero de una gran pobreza y una baja calidad de vida. Al menos esto era así hace treinta años. Me explicaron que el punto rojo o negro que adornaba la frente de las mujeres hindúes significaba casada (rojo) o soltera (negro) y se consideraba el ojo del alma para ver el mundo de una manera espiritual. El vicepresidente del gobierno de la India nos contó que no sabían con exactitud cuantos eran los habitantes pero que nacían al año cerca de 15 millones de niños. La pobreza en Nueva Delhi era aterradora pero recibieron al príncipe Felipe con gran cariño y respeto concediéndole el protocolo de jefe de estado.
En Brasil después de las intensas sesiones de trabajo, y antes de regresar, nos invitaron a ver las cataratas de Iguazú, con visita en barca incluida viendo los cocodrilos en la orilla y con el correspondiente paseo por la selva. Gran contraste con Sao Paulo, ciudad endemoniada de más de once millones y medio de personas donde cuando en los desplazamientos te decían que el lugar de la reunión estaba cerca, había que contar más de una hora. Por cierto, del viaje a Brasil tengo una anécdota divertida. Una diputada de ERC, cuyo nombre omito aunque sin duda el avispado lector sabrá de quien hablo, nos hizo un feo a todos y en particular al Príncipe Felipe, al faltar a una reunión con la Cámara de Comercio Brasileña; y encima se fue a la piscina del hotel a la hora que el Príncipe la presidía, acompañado por el resto de la delegación que cumplíamos con nuestro deber. Me sentó muy mal porque por muy separatista que fuera, iba en un viaje oficial de España, su obligación era asistir a los actos programados y no podía tener esa descortesía con el príncipe y con los brasileños. Así que decidí darle un escarmiento y filtré el hecho a unos periodistas que nos acompañaban, quienes dieron la noticia de forma destacada. El resultado fue que empezaron llamar desde España periodistas de todos los medios y se pasó el resto del viaje dando mil explicaciones a las radios y televisiones españolas y pegada al teléfono todo el tiempo. Me pareció un buen escarmiento. Debo decir que el príncipe Felipe no hizo ningún comentario sobre el comportamiento de esta diputada.
En Japón nada que señalar, salvo las consabidas reuniones y los actos protocolarios (nos recibieron con una cena impresionante de más de diez pequeños platos de degustación, bien servida y presentada, pero tuve mucha dificultad para saber lo que estaba comiendo). El tráfico en Tokio es endiablado y la comitiva se partió en dos pese a los esfuerzos de la policía y algunos llegaron al hotel con una gran diferencia respecto a los que viajábamos con el Príncipe. También vi por primera vez en directo a Julio Iglesias que dio un espléndido concierto tras una multitudinaria cena con empresarios japoneses en Tokio que estaban realmente emocionados con él. Por otra parte, era muy gratificante verlos interesarse por nuestra tecnología, cuando pensamos que ellos son el no va más. El príncipe Felipe fue en todas las reuniones motivo de admiración, por su prestancia y su desenvoltura. Como curiosidad, decir que a la ida fue ciertamente impresionante volar sobre Siberia viendo esos grandes ríos helados y todo blanco.
Lo que recuerdo con mucha emoción es la llegada del príncipe con su impecable planta, acompañado de las más altas autoridades en los países visitados, y verle pasar revista a las tropas bajo los acordes del himno nacional mientras se izaba la bandera española a miles de kilómetros de casa. Una gran ceremonia, un gran príncipe y un orgullo como español.
Son solo unos pequeños ejemplos del trabajo de Felipe de Borbón en su época de Príncipe de Asturias, que muestran su entrega y su dedicación en favor de España. Serán otros los que puedan hablar de los diez años de reinado de Felipe VI con más autoridad y conocimiento que yo; pero la verdad es que le ha tocado reinar en un momento muy complicado y lo mejor que podemos hacer los españoles es confiar en nuestro Rey y en la Corona de España que son fuente de seguridad y estabilidad.

