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El poder del voto latino ante las elecciones de EEUU

El poder del voto hispano queda recortado por el sistema de colegio electoral. En cualquier caso, ante una contienda muy reñida, con una victoria que podría decidirse en el margen, los latinos contribuirán de forma decisiva a cerrar mayorías en algunos de los estados indecisos donde se centran las campañas demócrata y republicana.

por Sergio Plaza Cerezo
3 de noviembre de 2024
en Internacional
Un hombre con una bandera de los Estados Unidos delante del Capitolio en Washington.

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En cada nueva elección presidencial, la referencia al poder ascendente del voto hispano -o latino- resulta ineludible. Uno de cada cinco estadounidenses pertenece a esta minoría, que aporta un quince por ciento de votantes potenciales. Si bien la tasa de participación suele resultar moderada –un 54 por ciento en 2020-, estas cifras demográficas imponen.

Hace años, solía especularse con la posibilidad de algún candidato demócrata con dicho perfil étnico para la vicepresidencia; pero, Kamala Harris y Donald Trump han elegido como compañeros de “ticket” a dos políticos blancos del Medio Oeste, zona, a priori, con escasa representación hispana donde se dirimirá en buena medida el resultado final.

El sistema de colegio electoral, con un ganador que se lo lleva todo, estado por estado, recorta la influencia de los latinos, quienes representan un tercio de la población con derecho a voto en California. Gracias a ellos, entre otros factores, dicho estado siempre vota demócrata; y queda fuera de la contienda de facto. Algo así como la pescadilla que se muerde la cola.

270 votos de colegio electoral es cifra mágica: abre el portón de la Casa Blanca. El número asignado a cada estado depende de su peso demográfico: por ejemplo, Texas otorga cuarenta de estas unidades de medida. Hillary Clinton obtuvo tres millones más de votos; pero, perdió la elección frente a Trump (2016). En el contexto de polarización ideológica extrema, el elenco de estados abiertos, pendulares, susceptibles de cambiar de bando (“swing states”) no cesa de reducirse: solo siete en 2024.

George W. Bush llegó al Despacho Oval aupado por un puñado de sufragios en Florida, otorgante de todos los votos de su colegio electoral (2000); y los cubanoamericanos fueron claves en aquella victoria. Florida, “swing state” hasta hace cuatro años, ya no lo es y optará por Trump-.

En cualquier caso, ante diferencias inferiores a un punto en las encuestas de varios estados indecisos, la victoria podría dirimirse en el margen, donde adquiere relevancia el sufragio hispano. Estrategas demócratas y republicanos practican acupuntura electoral, vía cortejo de electores buscados con lupa en distritos concretos. De forma significativa, a pesar del retroceso de nuestro idioma en esta campaña, Trump, desdeñoso con muchos medios, ha participado en un foro –al igual que Harris- organizado por Univisión, cadena principal de televisión en español, en el que votantes indecisos formularon preguntas.

Hillary Clinton (2016) y Joe Biden (2020) recolectaron casi dos tercios del voto hispano; pero, según la última encuesta elaborada por “The New York Times” y Siena College (NYT-S) a finales de octubre, Harris solo obtendría un 52 por ciento de apoyos, frente a un 42 por ciento para Trump –más el cinco por ciento de indecisos-. Se trataría de los mejores resultados obtenidos por cualquier candidato republicano, junto con Ronald Reagan.

No obstante, Kamala Harris disfruta de una percepción más favorable entre los votantes latinos -60 por ciento- que su rival –un 43 por ciento-. De acuerdo con la encuesta referida, a nivel nacional habría un empate entre Trump y Harris, si se computan todos los votantes probables de Estados Unidos –con 48 puntos porcentuales para cada candidato-

Desde las mentiras de un populismo aberrante, Trump ha entronado su mantra, obsesivo, en el debate electoral: “inflación record”; y aversión a la inmigración ilegal en la frontera porosa. Estabilidad de precios –crecimiento anual del 2.4 por ciento- y tasa mínima de desempleo –cuatro por ciento- conforman el legado de Biden. No obstante, hay enfado con el rebrote inflacionario acontecido tras las crisis de la Covid, que ha recortado el poder adquisitivo de las familias. Según más de la mitad de los encuestados latinos, el país marcharía en dirección errónea, con una economía en mal estado. En el foro de Univisión, alguna votante indecisa se quejó del encarecimiento de su cesta de la compra desde 200 a 350 dólares semanales.

Segunda generación

Los nacidos en Estados Unidos, con perfil étnico más difuminado, si bien aquellos de segunda generación, mayoritarios, suelen ser bilingües, ya representan el setenta por ciento del electorado hispano. Por ello, tal vez, los participantes en los dos actos de Univisión no hicieron preguntas a los candidatos sobre la política exterior hacia Latinoamérica.

El posible giro conservador y populista pro-Trump quedaría extremado en varones latinos con bajo nivel educativo, lo mismo que ocurre dentro de la mayoría blanca no hispana. En torno al 51 por ciento de los electores probables de sexo masculino, dentro de la colectividad analizada en este artículo, apoyaría la deportación de los indocumentados, que Trump pretende sea masiva. El expresidente les dice que los mismos destruirán sus empleos. Aquellos con percepción de perder con la globalización aplauden las políticas proteccionistas propuestas por el expresidente, quien desea establecer un arancel del sesenta por ciento a las importaciones procedentes de China. De forma significativa, los votantes hispanos con título universitario, más competitivos frente al mercado global, apoyarían a Kamala Harris en una proporción superior a ocho puntos respecto a los que no lo tienen.

La fortaleza tradicional del Partido Demócrata se apoyaba en la coalición integrada por trabajadores y minorías étnicas. No obstante, la victoria de Trump evidenció la merma parcial del primer atributo; mientras, Hillary Clinton disfrutaba de gran popularidad entre amplios sectores de clase alta y media-alta, antaño leales a los republicanos. Según la encuesta de NYT-S, solo un 43 por ciento de los latinos con edades comprendidas entre 30-44 años, con niveles bajos de afiliación sindical, considera a los demócratas como el partido de la clase trabajadora. Por el contrario, sí lo piensan casi tres de cada cuatro mayores de 65 años.

Los evangélicos suponen una quinta parte del electorado hispano –y hasta el 24 por ciento de aquellos sin completar estudios universitarios-. Este factor religioso enfatiza la derechización, en cuestiones tales como la oposición al aborto. La integración en la clase media va acompañada del desplazamiento a suburbios residenciales más conservadores. Un sesgo también alimentado por el peso enorme de autónomos que regentan pequeños negocios.

Enemigo interior

La mitad de los varones latinos encuestados piensa que Trump sería un líder más fuerte. Si populismo y tradición autoritaria se entroncan dentro de la cultura latinoamericana, podría haber cierta condescendencia con el caudillismo y perfil machista de Trump, personaje catalogado por su antiguo jefe de gabinete, el general John Kelly, como fascista. Los mítines del expresidente, auténtico showman, recuerdan a las intervenciones de Nicolás Maduro, con música euforizante y bailoteo. Desde los cánones populistas, se promueve la división entre “los otros” –los malos- y “nosotros” –los buenos-: Trump no cesa de referirse al “enemigo interior”.

El pronóstico de posible aumento de cuota del voto hispano para Trump resulta un tanto paradójico. A pesar de lo expuesto antes, las dos terceras de estos electores apoyan una vía para legalizar a los indocumentados, muchos de ellos latinoamericanos, como desea Kamala Harris. Por su parte, Trump demoniza a los inmigrantes ilegales, su enemigo imaginario número uno; y no para de repetir falsedades, tales como que muchos de ellos vienen desde cárceles y manicomios de sus naciones de origen. El político populista habla de “país ocupado”, convertido en “cubo de la basura”.

Muchos jóvenes latinos, llegados a los Estados Unidos cuando eran menores de edad, son llamados “dreamers” o “soñadores”. Gracias a un estatuto de protección temporal (DACA), aprobado como parche por Obama, pueden trabajar y disfrutar de muchas ventajas como si fueran inmigrantes naturalizados; pero, en términos legales, son indocumentados, que viven bajo amenaza permanente de deportación, defendida por Trump.

Una mujer de origen mexicano, soldado del ejército estadounidense, fue asesinada por un compañero de armas durante la presidencia de Trump, quien recibió a los padres en la Casa Blanca, delante de las cámaras de televisión. Según una filtración, después de la reunión, en privado, Trump se habría quejado del elevado coste del entierro para una “jodida mexicana”.

Las mujeres

Desde la brecha de género, compartida con el resto de la población, las mujeres latinas apoyan en mayor grado que los varones a Kamala Harris –con proporciones respectivas de 62-45 por ciento a inicios de octubre-. La vicepresidenta es adalid del derecho constitucional al aborto, revocado por obra de los miembros más conservadores del Tribunal Supremo, nombrados por el expresidente. Féminas y jóvenes de la minoría hispana sitúan los derechos reproductivos de la mujer en el primer plano de su interés por la campaña.

Muchos latinos creen en el “Sueño Americano”, concretado con el acceso a la clase media. Si estos ciudadanos registran mayor riesgo de padecer diabetes, la vicepresidenta enfatiza el establecimiento de un tope para el precio de la insulina por la Administración Biden. Harris defiende controles de precios en supermercados, para reducir el coste de la vida. La aspiración de comprar una casa se vería facilitada con el establecimiento de una fuerte desgravación fiscal, que también se incrementaría para el cuidado de los hijos. La candidata, originaria de Jamaica e India, apoyaría menores gravámenes para los pequeños negocios.

Si se confirmase la merma relativa del apoyo hispano respecto a 2020, los demócratas tendrían más dificultades para cerrar mayorías en algunos “swing states”. Su mayor influencia será ejercida en dos estados del suroeste, donde representan, de forma respectiva, un cuarto y más de la quinta parte de las personas con derecho a voto. Gracias a estos electores, originarios de México en su mayoría, hace cuatro años el presidente actual obtuvo, con gran mérito, los once votos del colegio electoral de Arizona, donde siempre ganan los republicanos, por apenas diez mil sufragios. El aumento de la población latina también ha posibilitado que los demócratas venzan en Nevada –seis votos de colegio electoral- desde 2008 –con Barack Obama-; pero por márgenes muy ajustados. Como hay muchos trabajadores latinos en el sector de la hostelería en Las Vegas, con sindicatos importantes, Trump y Harris abanderan una propuesta común: que las propinas estén libres de impuestos.

Cinturón del óxido

En la región de los Grandes Lagos y Medio Oeste, donde se encuentra el “cinturón del óxido”, Trump fraguó su victoria (2016), con ventaja exigua frente a Hillary Clinton. Pensilvania es la joya de la corona de dicho “muro azul” –también integrado por Michigan y Wisconsin-, recuperado por Joe Biden (2020) para los demócratas: el estado otorga 19 votos de colegio electoral. A raíz del declive industrial y bajos precios inmobiliarios, dada la gran movilidad geográfica en el mercado laboral, se ha expandido de forma exponencial la colectividad puertorriqueña, integrada por 450.000 ciudadanos, con proliferación de empleos precarios, en almacenes de Amazon y similares de ciudades como Reading o Allentown.

En última instancia, un acontecimiento menor, en apariencia, le costó la derrota al vicepresidente demócrata Al Gore (2000). El enfado de los votantes cubanos de Florida, tras tramitar Bill Clinton la repatriación a la isla caribeña del niño balsero Elián González, cuya madre falleció ahogada al navegar hacia Estados Unidos. Pura teoría del caos.

En la recta final de la campaña de 2024, cierto suceso desagradable, con ribetes racistas, podría conllevar consecuencias relevantes; mientras, no dejan de hablar del tema en CNN. Un comediante, invitado al mitin de Trump celebrado a en el Madison Square Garden de Nueva York, se ha referido a Puerto Rico como “isla flotante de basura”. De inmediato, artistas originarios de la isla del encanto, como Ricky Martin, Luis Fonsi, Jennifer López y Bad Bunny, han pedido el apoyo para Kamala Harris desde sus redes sociales. La vicepresidenta, quien ese mismo día visitaba un restaurante puertorriqueño de Filadelfia, podría capitalizar una movilización extra en el estado clave de Pensilvania del voto boricua, destacado de forma tradicional, junto al mexicano, por su lealtad al Partido Demócrata.

Un apunte en relación a la influencia capaz de ejercer el cantante de reguetón Bad Bunny, seguido en Instagram por 45 millones de admiradores: los jóvenes –uno de cada cinco posibles electores latinos-, aquellos más susceptibles de motivarse al mover ficha su ídolo, constituyen el segmento demográfico con menor tasa de participación.

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