Probablemente, si hace unos meses hubieran preguntado a los españoles si pensaban que Pedro Sánchez era capaz de entregar todo lo que pidieran por mantenerse en el poder, al menos sus votantes hubieran dicho rotundamente que no.
Sin embargo, así lo ha hecho, ha entregado todo lo que le han pedido: amnistía, reconocimiento nacional, verificador internacional, recaudación íntegra de impuestos y negociación sobre un referéndum de autodeterminación. Nunca se hubieran imaginado que el presidente del gobierno de España hubiese aceptado una humillación de tal calibre.
Y es que los partidos minoritarios de ámbito regional, mayoritariamente enemigos declarados de la unidad nacional, y que representan tan solo alrededor del 7% de los votos válidos emitidos en las últimas elecciones, han decidido la investidura del presidente del gobierno de España, y a cambio, en contrapartida, han sacado el máximo rédito en la negociación. Cierto que en democracia los pactos están permitidos, pero existen unas líneas rojas que no se pueden sobrepasar cuando perjudican y discriminan a una mayoría de la ciudadanía española.
Este desafío secesionista, con la complicidad de los partidos de izquierda, que, aunque no lo crean, también juran o prometen la Constitución cuando acceden a sus cargos públicos, no solo amenaza a la unidad de España, sino también a la continuidad de la Monarquía, que se vería vaciada del papel fundamental que le asigna la Constitución, que es el de mantener la unidad de la Nación Española.
Se da la paradoja de que los partidos que han declarado públicamente que su principal objetivo es la secesión, aquellos partidos cuyos principales dirigentes han cometido graves delitos contra la vida y el patrimonio de los españoles, y que van a ser amnistiados, van a ser quienes determinarán la acción de gobierno de España, nación a la que quieren destruir.
Todo esto sucede con los agravantes de que el Tribunal Constitucional está profundamente politizado y no puede actuar de oficio; que la oposición actúa de forma medrosa y acomplejada, haciendo sus dos partidos la guerra por su cuenta; así como por el hecho de que el juramento de lealtad a la Constitución no deja de ser un trámite vacuo, que malamente puede comprometer el honor de la gente que carece de él… La realidad es que está por demostrar que los garantes de la Constitución sean capaces de asegurar la unidad de España, cuando hasta ahora han hecho poco o nada para respetar y hacer respetar la Constitución ante las múltiples violaciones que está sufriendo.
Los satisfechos vencedores de este proceso electoral, que en éxitos anteriores corearon meresidamente: “Ista, Ista, Ista, España es socialista”, ahora deberían añadir, y además comunista, independentista y terrorista.
Muchos reconocidos observadores atisban que en el fondo lo que Pedro Sánchez pretende en el futuro es convertirse en el presidente de una república federal socialista y atea, para lo que ha elegido como compañeros de viaje a los que tienen intereses parecidos, controlando desde el inicio de su gobierno las principales instituciones que debieran garantizar el imperio de la Ley. De esta manera tomó el control de la Fiscalía General, del Tribunal de Cuentas, del CIS, del INE, de muchos medios de comunicación y fundamentalmente del Tribunal Constitucional.
Ante este negro panorama, lo positivo es que España ha despertado. Desde el Consejo del Poder Judicial, la escuela, la universidad, el taller y la empresa se ha elevado un clamor ensordecedor. Se ha levantado y está defendiendo en las calles de todas y cada una de las provincias la Libertad y la Dignidad de un pueblo que no soporta la impunidad, que no se humilla ante los que tratan de destruir el bien común de todos los españoles y que no soporta la mentira. La mayoría silenciosa ha dejado de ser silenciosa.
Mientras tanto, Pedro Sánchez está tranquilo. Sabe que todo esto lo ha conseguido gracias a su base electoral de 7 millones de personas, que como le han demostrado se tragan lo que sea. Pero todavía existe una gran mayoría de españoles muy preocupados ante un presidente que miente sin rubor y que carece de los principios más elementales; españoles que comprueban día a día cómo Pedro Sánchez, en su obsesión por mantenerse en el poder a toda costa, nos está arrastrando a una deriva que puede acabar con nuestro Estado de Derecho y la quiebra de la democracia que tanto nos costó ganar.
