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“El paisaje segoviano es parte esencial de sus paisanos, quienes han sabido mantenerlo poco alterado”

Guillermo Cuadrado Olvera, jardinero

por Lucía Herranz Contreras (*)
28 de diciembre de 2025
Guillermo Cuadrado Olvera
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Guillermo Cuadrado Olvera, máster en Jardinería, Paisajismo y Espacio Público por la Universidad de Granada y Experto en Restauración de Jardines Históricos y Paisajes Culturales por la ETSAM, es -desde 2006- técnico de jardinería de su propia empresa, la empresa segoviana SEGOGARDEN. A este jardinero andaluz de inusual formación el tiempo le da para mucho: ha sido presidente de la Asociación Española de Paisajistas, por ejemplo, o miembro del jurado del Festival Internacional de Xardins de Allariz (Orense), y lleva años coordinando e impartiendo docencia en el Curso de Jardinería de la Escuela de Jardinería de Segovia. En las redes, le encontramos colaborando con el historiador Alberto Garín en Sierra de Jardines, una serie de YouTube sobre la historia de los jardines…

—Te defines como jardinero naturalista y activista del jardín orgánico. ¿Por qué insistir en el carácter ‘orgánico’ si, en teoría, la esencia de cualquier jardín ya es lo vivo y lo biológico?

—Así es y -quizás hasta el pasado siglo- no tendría ningún sentido esta etiqueta, pero la sociedad de consumo y la globalización también han afectado al jardín. Hoy día hay quienes hacen jardines totalmente inertes o muertos, altamente funcionales y llenos de artefactos, evitando en todo lo posible la responsabilidad del cuidado por la vida.

—¿En qué prácticas se basa la jardinería orgánica? En otras palabras, ¿cómo podemos potenciar la biodiversidad en nuestros jardines?

—La jardinería orgánica requiere recuperar la relación activa y directa que el hombre siempre tuvo con los elementos vivos. Es intervenir el territorio con sensibilidad y empatía por la vida que allí late. Apelo a conocer la energía que la vegetación proporciona al resto de seres vivos. Por ello, nuestra intervención debiera ser siempre más colaborativa que intervencionista, evitando lo caprichoso para no ser innecesariamente transformadores. Y, por supuesto, no olvidar nunca el agua como elemento esencial e indispensable.

—Te he oído arremeter contra la mecanización en el cuidado de los jardines (sopladoras, desbrozadoras, segadoras…). ¿Qué impacto tienen estas máquinas?

—Muy negativo. Últimamente se habla mucho de esto. Parece que ya existen suficientes pruebas científicas sobre la gran sensibilidad que las plantas tienen a las ondas sonoras, es decir, al ruido. Si las plantas pueden sufrir estrés por diversas alteraciones naturales o ambientales, también lo sufren por estas intervenciones artificiosas. Y la suma de muchas plantas estresadas es, en definitiva, un jardín estresado. Los jardines se estresan, y no solo por el aforo o la ‘carga de usuarios’, sino -peor aún- por muchos jardineros cuya maquinaria los insensibiliza y distancia de los más elementales cuidados. No olvidemos que un jardín es, esencialmente, una oportunidad para cuidar y cuidarnos.

Otro daño que produce la excesiva mecanización es la erosión que determinadas intervenciones causan en los suelos. La mecanización del jardín es otra influencia de la globalización que nos está haciendo perder jardineros en favor de operarios y, con ello, calidad en nuestros jardines.

—¿Hace falta tener muchos conocimientos técnicos para cultivar bien un jardín?

—La jardinería -o la horticultura- requiere técnica en función del nivel de complejidad y artificio que desarrollemos. La amplitud de la práctica jardinera permite todos los estadíos y todo tipo de ideas o pensamientos; por tanto, es jardinería cualquier intervención en un territorio con la finalidad exclusiva de estimular nuestras ideas y sentidos. Las técnicas serán necesarias solo en relación con la complejidad de nuestra actuación. Cultivar bien un jardín requiere aceptar, conocer y entender los retos que nos plantea el medio ambiente; solo entonces podremos crear el jardín que nos sea oportuno. La técnica será parte de este aprendizaje.

—Eres profesor de jardinería: ¿qué cursos impartes, en Segovia y fuera de aquí?

—Tras buscar en numerosas ocasiones jardineros o aprendices (recibía muchos currículums que no acreditaban los conocimientos necesarios para el oficio) varios entusiastas decidimos crear -allá por el año 2015- la Asociación de Amigos de la Jardinería de Castilla, desde la que impulsamos la Escuela de Jardinería de Segovia. Queremos formar profesionales sensibilizados con el cuidado del jardín.

Diseñamos un curso anual siguiendo el calendario escolar. Aunque empezamos con un programa de 300 horas, la viabilidad nos llevó al formato actual, de 80 horas, que cuenta con buena participación de aficionados e interesados en la materia.

Además, debido a la creciente demanda, hemos puesto en marcha la Escuela Itinerante de Jardinería, especialmente orientada a la formación de operarios municipales. Con ella nos desplazamos a cualquier lugar del país para enseñar el oficio.

Patio segoviano diseñado y cuidado por Guillermo Cuadrado en Galíndez, Aldealengua de Pedraza.
Patio segoviano diseñado y cuidado por Guillermo Cuadrado en Galíndez, Aldealengua de Pedraza.

—¿En que consiste la belleza, la armonía en un jardín?

—La belleza de un jardín solo es posible cuando se practica la armonía entre sus elementos. A diferencia de un cuadro o una escultura, un jardín nunca tiene una belleza constante o estática; su belleza cambia casi por horas. Solo una armonía bien lograda permite que esa belleza sea más duradera o permanente. Por eso, armonizar un jardín es un proceso incesante e infinito. El diseño es únicamente el punto de partida; será ese constante proceso estilístico -acorde a nuestra madurez y pensamiento- el que mantenga la armonía necesaria para alcanzar la belleza.

—Belleza, conocimiento y ecología ¿con cual te quedas?

—No conseguiremos implantar un jardín sin estas tres premisas: belleza, funcionalidad y sostenibilidad. Especialmente cuando se diseña para otros, es fundamental trabajar con las tres presentes. En este sentido, la belleza es el resultado de aplicar la funcionalidad y la sostenibilidad al territorio con una finalidad lúdica.

Hoy día se habla mucho del jardín sostenible, pero los jardines mediterráneos lo han sido desde la antigüedad. De hecho, el jardín ha sido una fuente de aprendizaje permanente para las civilizaciones, especialmente en ecología, mucho antes de que existiera el término como tal. Ya se era ecológico en los jardines mucho antes de que la ecología fuera una disciplina teórica. Y quiero aclarar que un jardín nunca es sostenible en sí, lo hace sostenible el jardinero.

—¿Por qué ahora la mayoría de la gente “cementa” sus espacios al aire libre? ¿Qué consecuencias tiene esta práctica? ¿Es que los jardines está en crisis?

—Tengo muchas teorías al respecto, aunque es difícil señalar una sola causa. Lo principal es la pérdida de conexión con la tierra de las generaciones más recientes. El urbanismo denso y la especulación han reducido el tamaño de las parcelas para convertirlas en patios. Esto en sí mismo no es malo, pues el patio es un espacio característico del mediterráneo, heredado de la domus romana. Sin embargo, antes de los años 90, las parcelas solían tener terreno suficiente para impedir la pérdida total del suelo vivo, lo que obligaba a mantener un jardín o un huerto.

Por otro lado, la proliferación de accesorios (mobiliario, pérgolas, barbacoas) ha desplazado a los elementos vivos, priorizando lo funcional. La peor consecuencia es la pérdida de suelo; el suelo es el principio de la vida en cadena.

Pero no creo que el jardín esté en crisis. Al contrario, la reacción contra los ‘jardines inorgánicos’ no se hace esperar, y es entonces cuando el jardín tradicional se vuelve más necesario que nunca para quienes viven en entornos urbanizados.

—En segogarden.com hablas de la renaturalización de los jardines. ¿en qué consiste y qué tal está resultando la experiencia?

—Empezaré diciendo que la experiencia será, con seguridad, positiva y muy saludable. ¡Re-naturalizar, por fin! Es darse cuenta de que no podemos hacer del planeta un lugar exclusivo para el hombre y sus artificios; entender que somos solo un eslabón de una compleja cadena viva. Han hecho falta casi dos siglos de destrucción de territorios y hábitats para comprender que este aislamiento empieza a perjudicarnos seriamente. Vemos patios de colegios que se convierten en auténticas ‘parrillas’ bajo el sol; o niños que pasan semanas sin ver un ser vivo, inmersos en una educación donde el contacto con el medio ambiente se ve con temor y lejanía, siempre montados en un coche (‘no te manches’, ‘abrígate’, ‘quítate del sol’…). Por lo tanto, re-naturalizar no es otra cosa que dejar que la naturaleza recupere, en parte o en su totalidad, territorios y espacios. En el jardín, los naturalistas buscamos el ‘jardín salvaje’: un espacio que mantiene belleza, funcionalidad y sostenibilidad, con la ambición de ser lo más natural posible. Es la forma más civilizada de recuperar el equilibrio que el ser humano necesita respecto al resto de seres vivos.

Esto no es nuevo. A finales del siglo XIX, William Robinson escribió The Wild Garden frente al avance de los jardines artificiales. Leandro Silva también apelaba a esa conexión: ‘Es necesario que todos los elementos del jardín estén respaldados por un gesto de comprensión de la naturaleza que los circunda’. Llevado a gran escala, supone transformar territorios, dentro y fuera de las ciudades, para dar oportunidades intencionadas a la expresión de la vida.

Regando en su jardín experimental en Basardilla.
Regando en su jardín experimental en Basardilla.

—¿Qué pauta debiera seguir un jardín naturalista que, presuponemos, es orgánico?

—Por supuesto, el jardín orgánico y el jardín naturalista (que también podemos llamar ‘salvaje’) son casi sinónimos. Para alcanzar la belleza y armonía necesarias, debemos entender la energía propia que cada jardín genera, la cual aumenta con su crecimiento y desarrollo. La clave es cuidar que la transformación de esa energía ocurra siempre dentro del propio jardín, siendo la misión del jardinero gestionarla y organizarla.

Uno de los mayores procesos de erosión que sufren los jardines actuales es la retirada permanente de restos orgánicos -mal llamados ‘basura’- que son, en realidad, la principal fuente de energía. Muchas empresas venden sustitutos (sustratos y abonos comerciales) que implican costes y manipulación, cuando el propio jardín ya genera los requerimientos nutricionales que precisa. No olvidemos que las plantas son seres autótrofos; en sus propios desechos preparan su alimento futuro. Nosotros gestionamos ese ciclo como principio para crear un hábitat propio.

Por otro lado, es primordial fomentar la diversidad, incluso en cierto exceso, para generar las relaciones que permitan equilibrios mediante la lucha biológica y el albergue de seres en un sistema colaborativo. Cuando te centras en estos aspectos, pronto dejas de ‘trabajar’ físicamente para dedicarte a gerenciar y ‘pastorear’ la convivencia de todos los seres del jardín. Es entonces cuando podemos hablar de clímax.

—Llevas más de 30 años ejerciendo el oficio. ¿Qué visión te ha aportado esta larga trayectoria en los jardines segovianos? Y, sobre todo, ¿es posible disfrutar de un jardín bajo el rigor del clima de montaña y de secano de esta provincia?

Segovia y sus pueblos son lugares perfectos para el desarrollo de un jardín; de hecho, contamos con excelentes muestras de ello. Somos un destino de élite para los viajeros que visitan España con el fin de conocer jardines.

Si aplicamos la coherencia entre el medio y nuestras acciones, Segovia ofrece quizás mayores oportunidades que otros territorios. Por su ubicación y clima, puede albergar y hacer prosperar una diversidad botánica mayor que la de un jardín gallego, andaluz o valenciano. Podemos concentrar plantas de procedencia mediterránea, continental y oceánica, e incluso especies alpinas, algo que no es posible en otros lugares.

Por otro lado, la jardinería es una alternativa viable para la recuperación de parcelas inutilizadas en la ‘España vaciada’. Los pueblos tienen en el jardín un potente atractivo, no solo para el turismo, sino para atraer habitantes que buscan entornos de bienestar. Solo es necesario incentivar la profesión del jardinero responsable, capaz de crear espacios de calidad. Mi experiencia en el jardín segoviano me ha hecho crecer profesional y personalmente, siempre acompañado por un paisaje que es, ante todo, un símbolo de luz.

—¿Por qué Segovia? Tu eres andaluz… ¿Qué te ha traído a estas tierras?

—Encontré en la provincia de Segovia una reserva natural en sí misma. Aunque hay muchas otras provincias con gran riqueza y diversidad de paisajes, Segovia suma a su entorno uno de los mejores ‘controles sociales’ del territorio. Me explico: el paisaje segoviano es parte esencial de sus paisanos, quienes han sabido mantenerlo poco alterado e intervenido. Los segovianos han evitado caer en las tentaciones del ‘nuevo rico’ o del oportunista que tanto daño ha hecho en otras zonas de nuestro país, convirtiendo territorios en lo que se ha denominado la ‘España fea’. A mis motivos personales se sumó, por tanto, este amor por un paisaje respetado.

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