Se dice que el orgullo es el sentimiento de satisfacción que siente una persona hacia sí misma. En nuestro caso este sentimiento es hacia nuestras raíces, hacia el lugar al que pertenecemos, al cual nos sentimos profundamente unidos: a todos y cada uno de los pueblos de esta Provincia. Por eso esta distinción que la Diputación de Segovia ha tenido la generosidad de concedernos, es sin duda uno de los mejores regalos que podíamos recibir. Porque para el Mester da igual estar en el teatro más importante de Madrid, por cierto el pueblo más grande de la provincia de Segovia, o de cualquier otra ciudad. Son muchos los lugares que hemos recorrido fuera de nuestra provincia, en España y en el extranjero, es cierto; pero para nosotros siempre Zamarramala está en alto, Valseca en Vega y la chica segoviana es la mujer que yo más quiero. Alegría, agradecimiento, emoción, orgullo, satisfacción… y tantas sensaciones imposibles de describir. Esto es lo que sentimos al recibir la noticia, pues esta distinción toca en el corazón de todos nosotros.
En nuestras casas se cantaban canciones tradicionales. Y de la memoria de nuestros abuelos y de nuestros padres nos llegaron algunas de las que, tiempo después, pasaron a formar parte de nuestro repertorio. Así por ejemplo esa estrofilla que dice “Camino de Juarrillos / nacen las bodas. / El que no va a Juarrillos / no se enamora”, que se cantaba en la noche de San Juan cuando se iba en romería hasta la ermita para ver salir el sol dando vueltas; o la Chica Segoviana, el viejo canto de carnaval que ahora todo el mundo conoce; o la Epístola de Cabrín Cabrate y algunas otras.
Pero también nos llegaban los ecos de los dulzaineros de entonces, Mariano San Romualdo “Silverio”, Mariano Contreras “El Obispo”, Mariano Matey, Facundo Blanco… a los que escuchábamos cuando acompañaban a los grupos folklóricos en romerías, procesiones y otras fiestas populares… Al maestro Agapito Marazuela le veíamos ensayar con la guitarra cuando íbamos a merendar a la Venta del Pito. Y también sabíamos de su especial importancia y de sus enseñanzas en un local de las Viviendas Protegidas, en el que impartía clases de guitarra y dulzaina, con alumnos que alcanzaron la excelencia, como los guitarristas Eugenio Urrialde y José María de Andrés, o los dulzaineros Joaquín González y Javi “El Pastelero” (apodo éste debido al negocio de su familia, en la calle de Buitrago).
Es comprensible, pues, que no nos resultara descabellada la idea de formar un grupo que cantara canciones de nuestra tierra. Era, además, una manera de tener un contacto especial con ella, habida cuenta de que todos nosotros éramos por aquel entonces estudiantes en el Madrid de los años sesenta. Y de ese modo tan simple, comenzó sus primeros balbuceos este Nuevo Mester de Juglaría, un lejano día de noviembre de 1969.
Desde entonces el tiempo ha pasado mucho más deprisa de lo que ninguno de aquellos universitarios veinteañeros hubiera podido imaginar. Y en este tiempo hemos tenido un montón de experiencias. No solo en lo que se refiera a conciertos -habremos dado cerca de dos mil-, o de grabaciones -pasan cumplidamente de la veintena- sino especialmente, y de ahí viene nuestra profunda vinculación con la provincia, en lo que atañe a nuestro trabajo de recolección de canciones en los pueblos más diversos. Porque no solo eran canciones; eran, además, y lo estamos manifestando en estos días en los medios que tienen la gentileza de ocuparse de la concesión de esta medalla, retazos del alma de las gentes que vivían su día a día en aquellos lugares, y que nos ofrecían, amén de su hospitalidad y de su afecto, sus recuerdos en forma de cantares, con una generosidad extraordinaria y con la consciencia de que ellos eran los depositarios de un legado que se había ido transmitiendo de generación en generación y que corría peligro de desaparecer.
Así recorrimos muchos lugares y fuimos conociendo que en Fuente el Olmo estaba el Piñón, y que la luna se iba poniendo por los cerros de Ortigosa; que buenas mozas hay en Juarros, que en Sepúlveda está la Peña y en Cuéllar la del Henar, que en Cantalejo sonaba la voz de un cribero, que Valverde del Majano la sal se lleva, que en el Carracillo están Chatún, y Gomezserracín y el Campo y el Arroyo. Que los gabarreros de El Espinar tienen buena madera para cantar y bailar, que por ahí se va a Santa María de Nieva y la Nava de la Asunción, y por la otra carretera a Villovela de Pirón, de que tengo amores en Pinillos y amores en Escobar y de que para patatas, Trescasas.
El Mester siempre ha presumido de ser segoviano, allá donde haya ido. Y bien es verdad que podríamos decir aquello de Mira si he corrido mundo que vengo de Miguelañez, y he pasado por… Madrid, Sevilla, Salamanca, Valladolid, La Laguna, Las Palmas, La Coruña, Bilbao, Albacete, Soria, Burgos… Prácticamente todas las provincias españolas han sabido de primera mano que el Mester es segoviano. Y lo han sabido en Francia, Portugal, Italia, Polonia, Alemania… Y que éramos segovianos y castellanos quedó bien claro cuando tuvimos el honor de dar el pregón, cantado, por cierto, en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara (México), en su edición del año 2010, en la que representamos a Castilla y León, que era la invitada de honor en aquel evento.
Y en Villalar, a veynte e quatro días del mes de abril de mil quinientos e veintiún años… La historia del Mester estará siempre ligada a la historia de los Comuneros, a quienes dedicamos uno de nuestros discos más queridos. Hemos estado muchas veces cantando en la Campa, y recorriendo la calle que el Ayuntamiento de dicha localidad tuvo a bien dedicarnos, como también nos dedicó una el Ayuntamiento del pueblo segoviano de Trescasas. A ellos nuestra gratitud.
Y porque Tres cosas tiene Segovia que no las tiene Toledo: la Catedral, el Alcázar y el puente del Azoguejo no podemos olvidar los conciertos realizados en estos escenarios, donde hemos compartido momentos fantásticos e inolvidables con todos los segovianos que nos han querido acompañar.
Por todo esto estamos tan orgullosos al recibir esta Medalla de Oro de la Provincia, que se une a la Medalla al Mérito Cultural de Segovia que nos otorgó en el año 2007 el Ayuntamiento de la capital. Son los reconocimientos más importantes que se nos han hecho en estos años, aunque hay algunos otros que sería prolijo enumerar. Y por eso queremos manifestar nuestra gratitud. Pero, sobre todo, queremos dar las gracias a todas las personas que nos han apoyado a lo largo de casi medio siglo, a las que nos dieron sus canciones, a quienes las escuchan y a todos los que una y otra vez nos dedican su afecto y su cariño. Sin duda, esto nos anima a continuar.
Muchas gracias a todos.
