En un partido para el que las autoridades sanitarias recomiendan desfibriladores, Nava y Cangas se juegan la salvación a menos de 100 segundos del final. La pelota le llega a David Iglesias en seis metros para poner por delante a su equipo, pero Patotski le niega la alegría. Los naveros lanzan la contra y Bernabéu llega raudo al balón ante la salida a la desesperada del portero rival para embocar a puerta vacía. Unos segundos que valen la salvación virtual, pues el Nava ya es inalcanzable para tres equipos –Cisne- Villa de Aranda y Puerto Sagunto- y Cangas, si fuera el cuarto en bajar, necesitaría una machada para voltear una diferencia que ya es de cuatro puntos. A falta de que el calendario lo oficialice, el Nava ha reservado su plaza para el año que viene en Asobal.
La afición dio la bienvenida al partido con el grito de “¡esa defensa!”, pero ahí no estaba el problema. En efecto, funcionó la retaguardia, pero el Nava sufrió una congelación ofensiva. No fue falta de intensidad, pero el deseo de empezar bien terminó en precipitación. Javi Díaz hizo su aparición desviando el primer tiro al contragolpe de Rodrigo Pérez Arce; fue la primera de muchas transiciones de los segovianos sin éxito.
Ambos equipos compartieron imprecisiones, pero Cangas se entonó antes. Cuando Dani Fernández abrió el marcador en el quinto minuto de juego, aprovechando una transición, Javi Díaz tocaba todos los balones y contaba con la providencia de la madera para que su portería quedara a salvo. El primer gol del Nava lo anotó Vujovic tras un desbarajuste defensivo de los gallegos; fue el único tanto local en el primer cuarto de hora de juego, una sequía terrible.
Lo aprovechó Cangas para hacerse con la batuta, con tiros de siete metros como el que anotó Mendiuña, desafiando el optimismo de la incansable grada: “Patoski lo para”. Y eso que el meta bielorruso limitó daños, frustrando contragolpes de libro como el de Muratovic tras una de tantas pérdidas, el lenguaje con el que el Nava estaba cavando su propia tumba. Cuando Zupo pidió el tiempo muerto, justo después de otro balón repelido por Díaz, los gallegos se marcharon eufóricos a su banquillo. Habían ganado el primer asalto (1-5).
Reaccionó el Nava, que fue entrando en calor con un golazo de cadera de Adrián Rosales a un pase picado genial de Vujovic para habilitar a Darío. Mejoraron las prestaciones del ataque local, con Pérez Arce al frente de las operaciones, desequilibrando entre líneas y canjeando los siete metros. En un suspiro, parcial de 3-0 y de nuevo en el retrovisor. El susto pareció superado.
Pero volvió el Guadiana y el Nava sufrió en el tramo final del primer acto. Cangas se comportaba como un equipo sólido, bien dirigido en ataque por el cerebro de David Iglesias, que ya fue una pesadilla en la ida. El impulso anímico estaba con los gallegos mientras Díaz, sobresaliente, vivía en un 50% de paradas, cifra con la que se marchó al descanso. Fueron los minutos en los que el Nava tuvo la cabeza en la guillotina y su rival tuvo clemencia: Simes galló un tiro de siete metros y Díaz marró una contra clara con un pase demasiado fuerte que no pudo alcanzar Villoria. Así las cosas, el primer tiempo terminó con un penalti de Mendiuña , que devolvió la vida al marcador tras ocho minutos petrificado (7-10).
Cangas no pareció temblar a la vuelta de vestuarios y volvió a estirar su ventaja a los cuatro goles, la máxima del encuentro, tras dos buenas acciones de Muratovic y Cerqueira. En su montaña rusa emocional, volvieron a levantarse los segovianos. Anotó Paco Bernabéu y pidió ánimos de vuelta a su campo; respondió Pérez Arce, primero forzando una exclusión y después con otro penalti infalible. Y siguió Patotski, que paró un lanzamiento a seis metros de Dani Fernández tras una excelsa circulación de balón, asistencia por la espalda incluida. El Nava tenía bola para empatar el partido.
La cosa volvió de nuevo a torcerse. Mota no pudo culminar el ataque del empate y Díaz lanzó la contra de Fernández, que esta vez acertaba. Segundos después, el portugués veía la tarjeta roja al entender los colegiados que había agredido a David Iglesias, visiblemente enfadado con la acción. Con el público aturdido, Miguel Baptista martilleaba la portería que defendió el curso pasado y devolvía el colchón a los visitantes.
El golpe anímico era de primer orden, pero el Nava tiene muchas vidas. Devolvió la fe Adrián Rosales, que se erigió en muralla defensiva y forzó la falta en ataque de Baptista. Lo celebraba Yeray desde el banquillo: “¡Eso es! ¡Qué grande!” Mientras el portero vasco animaba, Patotski detenía un mano a mano a Cerqueira y Vujovic anotaba el contragolpe. Baptista protagonizó la jugada del partido con una colgada preciosa para Fernández, pero la ventaja del Cangas menguaba sin remedio. Y sería Carlos Villagrán quien volteara el encuentro; primero, anotando el empate a puerta vacía y luego materializando a la contra la primera ventaja local del partido 51 minutos después.
Todo servido para que la saga tuviera su capítulo final, con los guionistas ya sin tinta. Tras el penúltimo intercambio de golpes, Muratovic y Simenas intercambiaron faltas en ataque con el partido en empate. Quedaban dos ataques, con 100 segundos por jugar. El gol de Bernabéu cerró el marcador más bajo de la temporada, pero también el más feliz. La guinda la puso Rosales, soportando la enésima carga defensiva para forzar falta en el último ataque del Nava. Los segovianos agotaron el reloj y dejaron el suspense hasta el último tiro gallego, con el tiempo cumplido. Aguantó la barrera; la de Rosales, la de un pueblo que se ha ganado un año más en la élite del balonmano español.
