‘Retrato de caballero’ y ‘Retrato de dama’ son los dos óleos, obras del pintor Rafael Tegeo (1798-1856), procedentes del Museo Ignacio Zuloaga de Pedraza, que forman parte de la exposición temporal que sobre el artista murciano, uno de los introductores de la nueva sensibilidad romántica en la pintura española, ha organizado el Museo del Romanticismo de Madrid.
La muestra, que puede visitarse hasta el 17 de marzo de este año, está compuesta por una treintena de obras procedentes de instituciones como Patrimonio Nacional, el Museo Nacional del Prado o el Museo de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, así como de colecciones y museos privados como el ubicado en el Castillo de Pedraza.
Los dos retratos cedidos por este Museo de Ignacio Zuloaga fueron pintados entre 1837 y 1843.
Hay que destacar que el retrato fue el género que más fama y dinero reportó al pintor a lo largo de su vida. Desde el comienzo de su carrera le proporcionó una clientela estable, que le permitió además afrontar con cierta libertad su posición frente a las grandes instituciones, de las que logró mantenerse relativamente independiente.
Próximo a la Real Casa, no fue retratista de Cámara hasta el final de su carrera.
El Museo del Romanticismo inauguró en noviembre la primera exposición monográfica sobre Tegeo, al que considera “un artista fundamental en la escena de la primera mitad del siglo XIX”, introductor del romanticismo en España.
A partir de la adquisición de la ‘Virgen del Jilguero’, pieza clave de su producción religiosa y una de las más depuradas pinturas de su producción, la institución puso en marcha la recuperación de la figura de este artista, “poco conocido e inadecuadamente estudiado, a pesar de la importancia de su papel en la escena artística de su tiempo”.
Datos biográficos
Nacido en Caravaca de la Cruz (Murcia), a finales del Siglo XVIII, Rafael Tegeo llevó a cabo su primera formación artística en la capital murciana, trasladándose después a Madrid para estudiar en la Academia de Bellas Artes de San Fernando. En 1822 viajó a Roma por su cuenta, donde permaneció hasta 1927.
Fueron años que le reportaron influencias de los grandes maestros del Cinquecento, así como del Neoclásico tardío italiano. A su vuelta a España fue nombrado miembro honorario de la Academia de San Fernando, en la que ostentó distintos cargos a lo largo de su carrera.
Los años treinta del XIX fueron los años de esplendor del pintor, en los que realizaría decoraciones para el Casino de la Reina y el Palacio Real de Madrid. Al mismo tiempo, Tegeo se impuso como uno de los retratistas de mayor fama en la imperante sociedad burguesa del romanticismo español.
Con una concepción capaz de integrar la tradición dieciochesca, sus retratos al aire libre fueron los más apreciados, conjugando en ellos una profunda atención a la dimensión psicológica de los modelos. En 1846 fue nombrado pintor de cámara de la reina Isabel II.
Famoso en su tiempo, fue la víctima perfecta, durante los años siguientes, de los prejuicios del gusto de historiadores del arte y coleccionistas, que relegaron su figura hasta caer en el olvido.
