Luis de Gortázar Rotaeche
El cróquet, al igual que el golf, tiene su origen en un juego ciertamente poco conocido. Hablamos del juego del mallo, llamado jeu de maille en Francia, pall mall en Inglaterra, maillebahn (camino del mallo) en Alemania y pallamaglio en Italia. Todas estas denominaciones provienen del latín malleus (martillo o mazo). Este juego, o más bien deporte, se practicó en toda Europa desde la Edad Media. Hay infinidad de variantes y normativas de juego diferentes según las épocas y lugares.
Tristemente hoy es un gran desconocido en todo el mundo y ya no se practica. Pero durante bastante tiempo fue el deporte rey y alcanzó gran popularidad. En muchas ciudades europeas existían largas avenidas flanqueadas por árboles en las que se jugaba al mallo. En algunos lugares se plantaban tilos, que permitían un juego ciertamente relajante. En muchas páginas de internet españolas se afirma que el cróquet surgió en el siglo XII en el Languedoc, cuando no hay una sola prueba de ello. La última referencia a la práctica del juego del mallo de la que hay constancia gráfica en Europa, se sitúa en los primeros años del siglo XX, en el sur de Francia.

El juego del mallo fue una mezcla de lo que hoy son el golf y el cróquet, quizá fue más parecido al golf que al cróquet, por las largas distancias de golpeo, aunque no había hoyos y sí algún aro. Podía jugarse con hándicap. Las variantes diferían bastante pues en Europa continental solía acabarse en un aro de grandes dimensiones, mientras que en Inglaterra también solía finalizar el juego en una canasta elevada, similar a las del baloncesto. La famosa calle londinense Pall Mall toma su nombre de este juego muy practicado en Inglaterra en el siglo XVII; pall es una corrupción de ball y mall es mallet (mazo). En Alemania se conservan vestigios de los mallos en al menos dieciséis lugares, siendo el más antiguo el de Stuttgart del que hay testimonio desde 1609.
En un momento dado, que podemos situarlo a principios del siglo XIX, el mallo derivó en el cróquet. El primer lugar en el que hay constancia de un juego diferente al mallo y más parecido a lo que hoy conocemos como cróquet es Irlanda. Por supuesto, el juego era muy diferente al actual. También hay que señalar que durante el siglo XIX convivieron el mallo y el cróquet como juegos diferentes. En general los estudiosos italianos sitúan el origen de estos juegos en Italia, las fuentes irlandesas los sitúan en Irlanda, los nórdicos en Holanda, los franceses évidemment… en Francia.
En España hay constancia de este juego del mallo al menos desde el año 1502, como puede apreciarse en una sillería de la catedral de Zamora. Años después nos encontramos con un famoso militar de los tercios españoles que fue un gran jugador de mallo. Alonso de Contreras nació en Madrid en 1582 y falleció en 1645. Tuvo 15 hermanos. Escribió sus memorias «Discurso de mi vida» y en ellas comenta que era muy aficionado al juego del mallo, hasta el punto de que llevaba los mazos consigo allá donde fuera. Tan de novela fue su vida que Arturo Pérez-Reverte se inspiró en él para crear al capitán Alatriste. Debió tener un carácter endiablado. Con 12 años apuñaló a un compañero de su escuela por chivarse al cura. A los 14 años le abrió la cabeza de una pedrada a su empleador. Estando en Flandes en su primera guardia perdió la camisa y zapatos jugando a las cartas. Desertó y huyó a Nápoles, donde seguramente se aficionó al juego del mallo. Posteriormente fue corsario por todo el Mediterráneo. Tuvo una amante infiel: “Los cogí juntos una mañana, y se murieron” (sic). También mató a su capitán por golpear a otra amante de Contreras con un mazo. Harto de tantos líos se hizo ermitaño y tras años de fraile le llevaron enjaulado a Madrid, donde le torturaron. Logró escapar a Flandes y luego en Puerto Rico derrotó a Sir Walter Raleigh (Guatarral para los españoles). Volvió a España y acabó otra de vez de monje en Moncayo. Escribió sus memorias a instancias de Lope de Vega pero estas no fueron descubiertas hasta el año 1900.

Pero es a principios del siglo XVIII con la llegada de los borbones cuando el juego alcanza su mayor difusión en España. Hay constancia de varios mallos impulsados por Felipe V. Tengo localizados al menos cuatro; en Madrid (el Buen Retiro), en el Palacio Real de Aranjuez, en El Escorial y en el Real Sitio de La Granja de San Ildefonso. En España el más famoso es este último, situado en los jardines de palacio y que actualmente puede visitarse. Allí jugaba a menudo el primer Borbón español. El Rey Felipe V “curaba su melancolía jugando al mallo”, según testimonio del Duque de Saint-Simon. El mallo de La Granja, creado a similitud del que había en Versalles aunque de dimensiones inferiores, es hoy el mejor conservado de toda Europa, siendo envidiado por los historiadores del Palacio de Versalles y de sus famosos jardines. Las figuras más importantes de la Corte solían acompañar a SS. MM. durante el recorrido del juego. Parece ser que el Rey jugaba concentrado y de vez en cuando contaba un chiste, y la Reina gustaba de gastar bromas a sus acompañantes. Los Reyes jugaban casi a diario cuando no era temporada de caza. Después merendaban. Felipe V tomaba pan y agua, bizcocho y vino. La Reina prefería pasteles, frutas y queso.
En el Parque del Retiro de Madrid también hubo un mallo, del que hoy no queda rastro alguno. Allí jugaban frecuentemente el Rey y su esposa, Isabel de Farnesio. Y también su hijo Luis. Los Reyes entraban desde Atocha, bajándose de sus carruajes para jugar al mallo. El recorrido constaba de dos calles unidas en ele. Los límites de juego los marcaba una estructura de madera de mediana altura flanqueada por una línea de árboles. La entrada seguía una línea paralela a un canal de agua navegable llamado Canal del Mallo o Río Grande. Al llegar al ángulo de la ele, en ángulo casi recto (donde luego estuvo la Casa de Fieras), el recorrido giraba a la izquierda en la calle llamada la Ría que transcurría junto al borde sur oriental del llamado Estanque Grande (el actual estanque del Retiro). Estas calles hoy se llaman Paseo de Coches o del Duque de Fernán Núñez (la arteria principal del Retiro) y Paseo de Venezuela.
En su evolución hasta el formato actual el cróquet pasó desde Irlanda a Inglaterra a mediados del siglo XIX, y después de un cierto decaimiento volvió a resurgir con fuerza a principios del siguiente siglo durante el reinado de Eduardo VII. Su Majestad la Reina Doña Victoria Eugenia, sobrina del rey inglés, solía jugar al cróquet con las Infantas. En esos años el cróquet llegó a ser olímpico (París, 1900). En Londres se publicó una interesante estadística en el año 1907 sobre la práctica del deporte; mientras 403.000 ingleses jugaban al golf, los jugadores de cróquet llegaban a 172.000.

Podemos tomar la década de 1870 como la irrupción del cróquet en España. La primera referencia documentada data del año 1872 en Las Arenas, Vizcaya. El 18 de julio de 1872 se publica un anuncio del cróquet en “La Correspondencia de España”. En el anuncio aparece el “croket” (sic) como parte de los atractivos que ofrecía la Sociedad “Baños de Mar Bilbaínos” (fundada en 1870) en las inmediaciones de la playa de Las Arenas, origen remoto de lo que luego fue el Real Club Marítimo del Abra. Dichos anuncios aparecen con frecuencia al menos hasta 1878.
Es interesante observar que la palabra croquet aparece escrita de diversas maneras ya que hasta 1894, aproximadamente, se utilizaban indistintamente los vocablos cróquet, crocket y croket. Benito Pérez Galdós en 1878 menciona en una de sus novelas el juego del “crocket”. Y no era necesariamente un error ya que incluso en los países anglosajones el término no fue pacífico en sus orígenes.
En 1875 es en Madrid, en el Palacio de Vista Alegre del marqués de Salamanca donde vuelve a mencionarse nuestro juego. En “El Folletín (Correo de Andalucía)” el 24 de enero de dicho año se menciona que “Un grupo de ambos sexos se entregaba a mil amistosas discusiones sobre una intrincada partida de cróquet”. La práctica del cróquet en las casas del marqués de Salamanca no es de extrañar siendo José de Salamanca (1811-1883) la primera fortuna de España, casado con Petronila Livermore (de padre inglés), y con intereses comerciales y financieros en Inglaterra y Francia. En Jerez el cróquet fue introducido de la mano del marqués de Torre Soto de Briviesca (1849-1946). Pronto se expandió también por todos los balnearios españoles por influencia francesa.
Pero donde mayor desarrollo tuvo el cróquet español en sus comienzos fue en la cornisa cantábrica, originariamente en Galicia y posteriormente en Santander, País Vasco y Asturias, así como en Cataluña, Aragón, Valencia, Soria y otros lugares. Los primeros promotores del cróquet español fueron hombres de negocios, políticos y aristócratas que tuvieron una fuerte relación con Inglaterra. Al volver de sus viajes trajeron a España los primeros equipamientos de cróquet y lo pusieron de moda. El cróquet se jugaba en jardines particulares, normalmente en familia y entre amigos, compitiendo de forma no profesional.
Puede considerarse que es en Pontevedra donde nace y se consolida la primera agrupación de cróquet no ocasional en España de la mano del prohombre gallego Adolfo de la Peña Roffignac (1856-1894), Alcalde Santiago de Compostela y fundador del Banco de Santiago. Por la familia de su madre llegó el cróquet francés a Galicia al ser Adolfo nieto del vizconde de Roffignac, afincado en Santiago de Compostela y casado con una gallega. Sus descendientes conservan desde entonces el equipamiento original, con sus mazos y bolas de Boj y la campana central, propia del cróquet francés. El campo era de jabre, y estaba constituido por 8 aros semicirculares, dos palos de corsario y una campana en el centro formada por dos aros cruzados de los cuales colgaba una campanita, convirtiéndose en el aro que entrañaba más dificultad del campo. Este campo de juego todavía perdura 150 años después, de la mano de sus descendientes en la finca de Monterraso. Lo mismo ocurre con el campo construido por Manuel Bárcena y Franco (1834-1908), conde de Torre Cedeira, cuñado de don Adolfo.

Son, por tanto, los primeros campos de cróquet en España de los que se tiene noticia, posiblemente contemporáneos al que estableció en Jerez el marqués de Torre Soto. También fue muy practicado el cróquet en otros lugares de Galicia. Doña Emilia Pardo Bazán solía jugar en el castillo de Sotomayor con los Vega de Armijo. También hay testimonios del juego en el Colegio de Vigo en los primeros años del siglo XX, al igual que en La Toja, en el balneario de Mondariz y en Santiago de Compostela a principios de los años veinte. Don Wenceslao Fernández Flórez, coruñés de pro, fue un gran aficionado al cróquet. Los gallegos son los pioneros de este deporte ya que allí se consolidó y organizó una tradición cróquetística que aún hoy perdura en casa de los De la Peña y de sus parientes Torre Cedeira, los Bárcena etc.
Una vez ya comenzado el siglo XX vemos que se jugó mucho al cróquet en lugares tan dispares como Barcelona, Reus, Gerona, País Vasco, Santander, Murcia, Alicante, Valencia, Tenerife, Huesca, Sevilla, Jerez, Asturias, Madrid o La Granja de San Ildefonso. Hacia el año 1910 se suprimió en algunos campos de cróquet españoles el doble aro central por influencia inglesa, aunque se puede afirmar que hasta finales del siglo XX los campos españoles siguieron el modelo francés.
Eran los años de la Belle Èpoque española, alargada hasta los Happy Twenties, gracias a la neutralidad de España en la Gran Guerra. En el año 1914 se refunda en Madrid el Real Club de la Puerta de Hierro y desde entonces se jugó allí al cróquet, hasta los años cincuenta del siglo XX. Este club madrileño es de alguna forma el decano de los clubs de cróquet españoles. En el año 2011 el cróquet fue reintroducido en el club.
En Vascongadas quizá por ser junto a Cataluña la zona de España más desarrolladas en esos años vemos que todas las grandes casas tenían un campo de cróquet en sus jardines, como el de los Abaitua (1880) o el de los Chávarri (1914). También en los balnearios (Mondragón, 1880) y en los clubs deportivos (San Sebastián, 1915). Ignacio de Gortázar y Manso de Velasco, Grande de España y Gentilhombre de S.M. Don Alfonso XIII, era cuñado del marqués de Urquijo, dueño de la casa de Lamuza en Llodio, Álava. Allí puso de moda el cróquet entre invitados y familiares. A la finca de los Urquijo acudían SS.MM. los Reyes, diversos miembros de la Familia Real y otros ilustres visitantes; el Presidente del Gobierno Eduardo Dato, otros políticos, actores de Hollywood y en general la alta aristocracia española.
En Llodio se jugaba en dos campos; en la entrada de la casa y en el campo propio del cróquet. Los mazos y las bolas eran de madera. Los aros tenían forma semicircular, propios del cróquet francés. Superunda disfrutaba con el juego y según relataba, éste era origen de múltiples piques y conflictos entre los jugadores. Gortázar aludió a dichos desencuentros: “La exquisita educación de los jugadores podía a duras penas disfrazar de sonrisa cortesana o frase amable, lo que en el fondo era un gesto o una frase henchidos de mortífero veneno”. Al ser un deporte que puede ser practicado en igualdad entre hombres y mujeres, y a cualquier edad, parece que los partidos provocaban también tensiones entre hombres y mujeres. De ahí que Superunda escribiera con buen humor el siguiente verso;
“Como es difícil para los casados
practicar los sports más agitados,
propongo que sea el cróquet nuestro sport,
siempre que haya un Señor
que corte, como juez, los altercados.
¡No vaya a ser que, contra el matrimonio,
Se aproveche del cróquet, el demonio!
Es en el año 1914 cuando comienza a practicarse el cróquet en Lamuza, siendo interrumpido por el estallido de la Guerra Civil en 1936, y continuó posteriormente. Aún hoy quedan restos del campo de cróquet de los Urquijo.
En los años veinte del pasado siglo el cróquet también fue practicado en Santander (Reinosa) y en Asturias (Gijón). En Gijón tenemos documentos gráficos del año 1929 en casa de los Penche. A partir de 1926, un destacado hombre de negocios, Casimiro Velasco Díaz, fallecido en 1968, puso un campo de cróquet en su casa de Somió que se conserva hoy en día, así como una larga tradición de cróquet en la familia. Muchas otras familias de la alta burguesía local dispusieron de campos de cróquet de jardín y desarrollaron en los años sesenta del siglo XX una afición a este juego que perdura hasta el día de hoy. El papel de Somió en la historia del cróquet español es a todas luces muy destacable.

En la literatura española del siglo XX vemos que aparece el cróquet de jardín como un juego que producía continuas peleas allá donde de “armara” un campo de cróquet. En una novela escrita en 1951 por Rafael Sánchez Mazas (1894-1966), “La vida nueva de Pedrito de Andía”, el autor describe una escena representativa de lo que era el cróquet en los años veinte. El protagonista aparece retando y manteniendo una monumental pelea en un campo de cróquet contra un inglés que tonteaba con su adorada Isabel. Los golpes con las bolas, los aros y el palo de corsarios son de campeonato.
Más modernamente el cróquet se ha vuelto a desarrollar en España de la mano de un grupo de jerezanos en los años ochenta del siglo pasado. Ellos llevaron también el cróquet moderno a Somió (en el que se jugaba un cróquet familiar y de jardín), de la mano de Fernando de Ansorena, que junto a José Riva Gómez-Jordana son probablemente los dos jugadores más importantes en la historia del cróquet español. Posteriormente se crea la Asociación Española de Cróquet en el año 1994, en torno a un grupo de familias de Somió. Durante los siguientes quince años el cróquet español sigue siendo ocasional y localista. Se establece un campo de cróquet en el Club de Campo de Vigo y otra vez de la mano de varios jerezanos alrededor de la Fuensanta Club de Cróquet en el año 2009 y seguidamente en el Real Club de Golf Vista Hermosa en 2010, comienza el despegue del cróquet moderno en España. Desde el año 2011 fecha en que se reintroduce el cróquet en el Real Club de la Puerta de Hierro el cróquet español entró en fase de crecimiento exponencial trasladándose posteriormente a Pineda, Sotogrande, Neguri y otros clubs. Baste decir que el Real Club de Campo Villa de Madrid tiene cuatro campos y en el Real Club Pineda de Sevilla en breve se inaugurará el quinto campo reglamentario, por ahora récord de campos en un mismo club en Europa Continental. Es destacable también que recientemente la RAE ha admitido el vocablo cróquet en nuestro diccionario, matizando la Real Academia que ha de escribirse con tilde, preferentemente.
Adicionalmente al apasionante mundo del mallo del Real Sitio, tenemos constancia gráfica de que en el año 1904 se jugaba al cróquet en La Granja en casa de los Gómez-Herrero. Y en el año 1929 también tenemos una foto con su crónica correspondiente de un partido de cróquet disputado por elegantes señoras y peripuestos señores, socios del Club de Campo El Tiro. En 2021 el cróquet, en su formato moderno, resurge en La Granja en dicho club. Al día de hoy se han disputado en el campo de cróquet de El Tiro más de cuarenta torneos, incluyendo ligas sociales, cuatro copas de España por equipos y dos ligas europeas de clubs. La afición crece y está en desarrollo la construcción de nuevos campos de cróquet.
Resumiendo, y en mi opinión; el mallo fue un juego europeo que comenzó en Italia y siglos después de él nació el cróquet. Podría decirse que el cróquet tuvo una madre; Francia, y un padre; Inglaterra. Fueron los ingleses los que inventaron el concepto moderno de deporte y cogieron un juego similar al mallo y al antiguo cróquet y lo convirtieron en el deporte que conocemos hoy.
