Hay una frase atribuida a Lorca que dice que “el español que no conoce América, no sabe lo que es España”. Esta cita, para recuperar hoy su vigencia, requeriría como mínimo, ese pequeño matiz de cambio en el enunciado con el que se ha titulado esta nota y seguramente, de igual forma, muchos que hayan pasado largas temporadas por tierras americanas, la matizarían también para titular y con ello sintetizar, sus propias conclusiones acerca de las observaciones o referencias cotidianas de aquel continente y España.
Puede que la América de los últimos siglos fuese una proyección contemporánea de la España del momento, una proyección absolutamente reconocible y a gran escala. Hoy, sin embargo, en ambos lados, los rasgos de la idiosincrasia cristiana y el marco cultural tan definido de la Hispanidad sobreviven sólo donde la permanente campaña de desprestigio, intencionadamente política, pautada y secundada desde el indigenismo moderno y los nacionalismos domésticos, todavía no haya logrado imponer los discursos de una revisión peyorativa de la historia común llena de juicios, acusaciones y todo, rodeado de un folklore que, a medida que pierde el colorido, permite aflorar la verdadera cara de “la autocracia”, del “falso mesianismo” y de un, cada vez menos disimulado, “etnocentrismo supremacista” por parte del nacionalismo (el demócrata cristiano incluido).
Puestos en antecedentes o mejor dicho, teniendo claro el panorama, sería una ingenuidad pensar que aventurarse en América, es sinónimo de experimentar algo parecido a los momentos en los que los padres reconocen sus propios gestos reflejados en los de sus hijos. Hoy resulta mucho más fácil descubrir esa proyección “congénita” a la inversa, ya que la mayoría de las referencias políticas y sociales, fluyen en sentido contrario. Incluso sin ser un gran observador, mirando a ese lado, se podría percibir el reflejo anticipado del próximo escenario que a este paso, nos depara el destino patrio.
La España en la que hoy vivimos, no se podría entender sin antes escudriñar muchísimos de los gestos y de las referencias ideológicas de origen americano. A poco que se observe, cualquier situación de actualidad, cualquier escenario de crispación, de convivencia, cualquier gestión polémica, sobre todo las de orden social y económico disparatado, encontrarían su correspondiente referente en el lado americano. En concreto, en los escenarios donde irrumpe con fuerza, la dinámica populista, auto denominada “progresista” y sus sinónimos chavistas. Es como si por sistema, se ejecutasen al dictadillo las doctrinas de los seminarios del avión presidencial venezolano. Ya saben, donde no han llegado al poder, aprovechan los contextos complacientes de las sociedades dormidas, para maniobrar desde los medios, sin prisa y con los nada “anecdóticos” intervencionismos en las facultades de filosofía o de ciencias políticas, generando el caldo de cultivo óptimo, para el pensamiento único que se avecina. Y donde ya gobiernan, pues ya lo ven ustedes mismos. Si todavía se mantienen pudorosos como para no evidenciar términos muy identificativos y revolucionarios, hablarán de “transformaciones y cambios” enarbolando las banderas de los nuevos órdenes sometidos a la agenda del 2030, tensionando a la sociedad al extremo y no tardando en evidenciar su jugada maestra: “las políticas de aniquilación de las clases medias”. Después llegará la pomadita de la subvención en el típico modelo social y económico que genera dependencia de subsistencia ¿les suena? porque no se trata de otra cosa que alcanzar el sueño húmedo de todo político paternalista: perpetuarse en el poder generalizando la pobreza…
Y así es como nos alejamos de Europa, quedándonos embelesados frente al espejo, con el reflejo de países fallidos de “Latinoamérica”, aquellos donde tampoco se escatimó en esfuerzos para destruir la solvencia de las clases medias, donde el intervencionismo termina con la separación de poderes, corrompe las instituciones o directamente las destruye, donde se criminaliza a los empresarios y a los emprendedores acusándoles de ser los culpables de una inflación ya estructural o que como aquí, vaya camino de serlo, donde esta recibe además, un impulso interno a base de nuevos impuestos con la excusa del margen fiscal del Gobierno mientras este, demoniza y siembra el descrédito de los sectores estratégicos (“los poderes ocultos”, para entendernos) quizás buscando arengar con ello, un escenario de clamor popular que allane el camino del expolio… y si no, al tiempo.
