El otro día, quizá por casualidad, finalizando la 70.ª Seminci, de regreso tras deleitarme con la contemplación de la película, El viento (The Wild) de Victor Sjöström, aderezada en directo con la partitura que Carl Davis compuso en 1983 para el filme, interpretada por la Orquesta Sinfónica de Castilla y León, me encontré en la televisión, ya empezada, la película El disputado voto del señor Cayo de Antonio Giménez Rico, que obtuvo en 1986 la Espiga de Plata en la 31.ª Semana Internacional de Cine de Valladolid. También obtuvo en aquella ocasión el Premio del Público. El largometraje es la adaptación de la novela del mismo título del vallisoletano Miguel Delibes. Es conocida la afición del director Giménez Rico por las novelas de nuestro castellano literato. Con Las ratas (1997) inaugura la 46.ª Seminci. Trasformó la novela Mi idolatrado hijo Sisí en un filme al que nombró Retrato de familia (1976). Como estudiante de Derecho en la Universidad de Valladolid se encuentra ligado a la ciudad del Pisuerga y por su amplia dedicación al mundo de la cinematografía, en 2018 se le concedió la Espiga de Honor en la 63.ª edición de la Seminci, en un cálido homenaje. Pero centrémonos en la disputa: ¿folio o celuloide, ordenador o filmación digital? Hagamos punto y aparte.
Es poco esperanzador para la escritura consultar en “internete” un título de caligrafía y comprobar que lo que aparece en la pantalla del ordenador es la película basada en lo que escribió un novelista antes de que un productor se interesase por la historia escrita en papel y pagase los derechos de autor, si antes no se hubieran cumplido ya los plazos que dejarían a su creación libre de cargas monetarias, y encontrase un director que hiciera un audiovisual con el guion resultante de la narración. ¡No es el original la novela! La imagen, que necesita luz, hace sombra al papel, que necesita tinta, y no se nos cae el tintero.
El disputado voto del señor Cayo, narración que titula estas líneas, fue escrita por Miguel Delibes y se publicó en el año 1978. Casi medio siglo ha pasado de lo que nos cuenta en su paginas el escritor vallisoletano y la España vaciada, la querida Castilla de Miguel Delibes, continúa si no vacía sí con poca población y no se vislumbran muchos éxitos en su repoblación. Los pueblos, el campo, que muestra el señor Cayo no difieren mucho de los que hoy encontramos en nuestra comunidad autónoma. Cierto que las carreteras están mejor asfaltadas, los pueblos cuentan con unas casas más confortable y las comunicaciones (televisiones, internet, móviles…) son tan útiles como en las capitales, pero el campo arde en la despoblación. Me permito hablar de Cabañas de Polendos, un pueblo dinámico y con una actividad artesana notable, que cuenta con un bar- restaurante: El Rincón del Tuerto de Pirón, y del aledaño pueblo de La Mata de Quintanar, perteneciente al municipio de Cabañas, que, pese a los problemas de agua, ha crecido sustancialmente. Pero lo que vemos de una manera más general no es tan halagüeño. Y ahora llega la pregunta cultural: ¿imagen o lectura? Quien firma estas letras no lo duda: si no queremos perder la imaginación, aunque no llegue al poder, la lectura. La literatura, aparte de animar nuestra fantasía, nos enseña algo de nuestro folclore y nos acerca con palabras en desuso a engrandecer nuestro vocabulario, la conversación, a hilar la hebra, algo que Miguel Delibes conoce de primera mano y nos lo muestra en sus escritos. En las páginas en las que el señor Cayo es protagonista leemos en boca de Laly: “Las artes de laboratorio son pura evasión”.
Antonio Giménez Rico quiere poner imágenes al lenguaje literario y evidentemente que la lectura que él hace de El disputado voto del señor Cayo, la tertulia que entabla con el señor Cayo y el resto de los componentes de este drama rural, Víctor, Laly, Rafa, no tiene nada que ver con la que tú mantienes con dicho plantel de personajes. Y para más inri, a lo mejor, los actores que interpretan su papel no tienen la pinta que tú les habías otorgado cuando alegremente leías la novela. Como ya he anunciado, si ves la película y luego lees el libro, unos intrusos van de carabina, se entrometen sin permiso en tu amigable relación con la lectura. Mas contemplemos lo que Giménez Rico nos vende.
El equipo actoral hemos de decir que es de primera: Francisco Arrabal, Juan Luis Galiardo, Iñaqui Miramón, Lydia Bosch. La fotografía corre a cargo de Alejandro Ulloa y la música, de Emilio Arrieta. Cierto que El disputado voto del señor Cayo presenta un buen plantel, pero lo fotografiable que la imagen muestra es la solidez del paisaje, la realidad de los personajes. El lenguaje directo, copiado del texto, sin eufemismos baratos, nos acerca a una realidad de ciudad y a otra deshabitada con alma, el campo, y eso la técnica no lo puede imprimir. La sensación que se siente al terminar la novela se diluye en la transposición perpetrada para el cine. No, lo que acomoda Giménez Rico en su exégesis es una película de evasión, cierto, las fechas que refleja la novela son las mismas que muestra el cineasta en la producción, y el resultado es apreciable, pero lamentablemente lo filmado, del siglo XX, puede retratarse con la misma fidelidad hoy en día. Quizá eso es lo que une el original escrito, con el guion filmado. Dos discursos diferentes de una realidad objetiva.