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El dinero digital y el despotismo del euro

por Ángel Galindo García
19 de febrero de 2023
en Tribuna
ANGEL GALINDO
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Vamos viendo cómo desde hace décadas el uso del dinero monetario o en papel es cada vez menor: en el supermercado e incluso en la tienda de al lado de casa puedes pagar bien con tarjeta bien por medio del teléfono, puedes hacer trasferencias desde el ordenador de tu casa o desde el teléfono particular: en el bar y restaurantes ya se paga con tarjeta. En poco tiempo hasta las colectas de las misas se harán de forma electrónica. En algunos países ya se ha comenzado a pagar mediante un chip implantado en la muñeca de la mano. Surge un interrogante ¿cómo pagarán quienes no saben usar la electrónica?

Por otra parte, el año 2023 será decisivo para la implantación del euro digital. El Banco Central Europeo estableció un programa de aplicación en 2021 que, previsiblemente, terminará este año. Hasta ahora, las monedas con las que pagamos tienen un respaldo físico en los bancos centrales y, por tanto, no son ficciones del mundo virtual, pues responden al depósito existente en nuestras cuentas o los bancos, sean los nacionales o el central europeo.

De unos años a esta parte se han incrementado los pagos con medios digitales, es decir, mediante tarjetas de crédito o dispositivos digitales. Aplicada a los medios de pago, la digitalización está transformando nuestras prácticas de pago y cada vez es más raro pagar con dinero contante y sonante. De manera progresiva, las propias entidades financieras nos están empujando hacia esta digitalización de los pagos mediante tarjetas o fórmulas como el Bizum, que están vinculadas al uso de teléfono móvil.

En lugar de espabilarnos para prestar más valor al contacto físico y los vínculos personales, la pandemia ha servido para acelerar prácticas sociales que hacen innecesario el contacto personal. Con la pandemia se ha incrementado el uso de los pagos digitales y tanto las administraciones públicas como los bancos han aprovechado para prescindir del engorroso contacto ciudadano.

La cita previa que nos ha quedado es el paso previo para la desconexión física y real con el ciudadano. Como si el servicio físico y real al ciudadano fuera un impedimento para la eficiencia del sistema. Es lógico que nos preguntemos, ¿al servicio de quién están los sistemas financiero, sanitario o administrativo? Ante esta despersonalización digital de los servicios, Christine Lagarde, presidente del banco central europeo, mantiene el programa del euro digital y utiliza la metáfora del “ancla” para describir las funciones relacionadas con la seguridad, orden y estabilidad de pagos.

En otros ámbitos de la vida tiene consecuencias graves para las relaciones humanas cotidianas: este sistema impide las relaciones personales y provoca el aumento de la soledad ¿que será de la soledad de los mayores que no solo los hijos les han abandonado en residencias, que incluso ahora ni siquiera se relacionarán con ellos para recibir las propinas?

Aunque se nos quieran vender como procesos que evitan la existencia del dinero negro, que mantienen la privacidad de los usuarios y facilitan la confianza en la gestión de pagos, la implantación del euro digital puede ser vista como otra vía indolora hacia el dulce despotismo político y financiero. Ya estamos controlados por el uso que hacemos de nuestros dispositivos móviles y los pagos que hacemos digitalmente. Con la llegada del euro digital nuestra libertad como usuarios y consumidores se verá claramente mermada. Aunque nos digan que tendremos garantizada la privacidad, tenemos la obligación moral de sospechar. Hay serias dudas para no sospechar sobre prácticas financieras controladas por bancos centrales, gobiernos centralizados y soberanías digitalizadas. Más despotismo de bancos y estados no garantiza mayores libertades públicas.

¿Qué hacer ante esto? Si es difícil ser libre ante el imperio del dinero físico o que se puede tocar, más difícil será ante el dinero invisible. La solución habrá que buscarla por los caminos de control del consumo, como Benedicto XVI ha enseñado: el futuro está en usar la razón para elegir aquello que debemos consumir. Siempre que los ciudadanos consumidores han hecho huelga, han puesto nerviosos a los productores y a los banqueros. Asimismo, podemos corregir el camino del vil dinero compartiendo nuestros bienes en niveles de igualdad llegando a poner en funcionamiento el trueque de nuestras cualidades.

—
(*) Profesor emérito.

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