Nunca mejor dicho que la noticia está candente, al rojo vivo, pues se trata del mismísimo Lucifer.
15.000 euros y diversas y encontradas razones llevan al diablo, “arquitecto del Acueducto”, a posible traslado de domicilio segoviano, desde el actual asiento en sillar sobrante del monumento, en la cota alta de la Calle San Juan, a la plaza dedicada al caudillo comunero Día Sanz de Quesada que con Fernán García de la Torre, reconquistaron Magrit, plazuela que acoge al histórico Instituto Técnico y de Segunda Enseñanza, hoy dedicado al ilustre segoviano Mariano Quintanilla y Romero, profesor, abogado, historiador (miembro de la Real Academia), poeta, político (Gobernador de Zamora) y filósofo, y lugar en que, en brusco giro, comienza la puente a ser de doble arcada.
La razón esgrimida, desde luego irrefutable, es el riesgo de desprendimiento de cascotes al Paseo de Santo Domingo de Guzmán, o Cuesta de Santa Lucía, muy transitada por viandantes y vehículos, al acercarse al maléfico personaje curiosos visitantes, a veces arracimados para hacerse fotos de grupos o las peligrosas selfies.
Yo añadiría que además, y sobre todo, por el riesgo, de caída de algún inconsciente que se arriesgue en alarde de osadía y equilibrio, pues he presenciado momentos de angustia en que grupos de atléticos jovencitos saltaban al muro, sujetándose unos a otros y haciendo un abigarrado grupo en derredor del broncíneo diablillo.
Tras breve tiempo de diatriba por su ubicación, unos defendiéndola por mejor promoción turística de la zona, normalmente encauzada en riadas humanas para otros derroteros urbanos, otros no viéndola apropiada en zona escolar, dada la desnudez a que, por el sofocante hábitat del averno acostumbra, Lucifer, ahora se ve propuesto, a cambiar de domicilio, eso sí, siempre cercano a su ópera prima, la Puente Seca de Segovia, obra que algunos, incrédulos o poco avisados, atribuyen a los pluriempleados romanos artífices que tantos grandiosos monumentos erigieron por todo el planeta, tanto que hasta osan versificar la hazaña con nada premiables versos, pero bien definitorio pareado: “vivan los romanos, que lo hicieron con sus manos”…
Cualquier segoviano que se precie de tal honor, nativo o advenedizo, sabe que fue una moza que cada día penaba acarreando agua a la casa de sus señores, la que en momento de extremo cansancio, dejando cántaros en el suelo, se dijo para sí, “daría mi alma al diablo, si a cambio me llevase el agua a casa”, y al momento se le presentó Satán ofreciéndole tal servicio, pactando que si en una noche levantaba la puente, se quedaría con el alma de la joven segoviana. Pusiéronse a la tarea el ejército de diablillos, que a marcha forzada iban levantando pilares y arcos, mientras la joven, arrepentida pedía a la Vírgen que no permitiese que el diabólico constructor terminase la obra, y…al alborear el nuevo día, faltando sólo un sillar para concluirla, cantó el gallo, advirtiendo que era concluida la noche, y no lograda la obra pactada. Por esto la ciudad de Segovia tiene por emblema un Acueducto de doble arcada con la cabeza de una joven en la parte más alta del centro.
Esperemos que, aunque con Lucifer ni a recoger monedas de oro, le dejemos tranquilo contemplando derrotado su inalcanzado trato, y nos acostumbremos a la nueva ubicación de la efigie del maligno que tan magistralmente nos ha dejado el burgalés doctor rural, multipremiado escritor (Premio Ateneo de Valladolid), y reconocido escultor José Antonio Abella Mardones, que así mismo nos ha dejado la romántica figura del pastor con sus mastines y rebaño, como recuerdo a la trashumancia y a la industria lanera y pañera que tanto brillo y riqueza dio a la Segovia de las centurias XVI y XVII en que Segovia exportaba 25.000 paños todos con el exigido aval de la Casa del Sello.
Es posible que muchos aplaudan la nueva sede del broncineo Lucifer, por evitarse posibles incidentes y graves accidentes, aunque también se podrá volver a alarmar al personal por la desnudez y bien dotado miembro del maligno en zona mayormente académica, y…hasta es posible que esta romántica plazuela que vio nacer al santo segoviano Alfonso Rodríguez, por mor de la voz pópuli, con el tiempo, se la conozca como Plazuela del Diablo.
En todo caso opino que la estatuilla ya pertenece a los segovianos, y son éstos, por medio de su representación en el Concejo, quienes verán pros y contras del óptimo asentadero del trasero luciferino, por lo que veo justo y necesario que los medios opinen y den voz al pueblo.
