El Adelantado de Segovia
jueves, 20 noviembre 2025
  • Segovia
  • Provincia de Segovia
  • Deportes
  • Castilla y León
  • Suplementos
  • Sociedad
  • Actualidad
  • EN
El Adelantado de Segovia

El deporte y la guerra

por Mariano Martín Isabel
25 de agosto de 2025
en Tribuna
MARIANO MARTIN ISABEL
Compartir en FacebookCompartir en XCompartir en WhatsApp

Luis Mester

¡Aquellos trenes de vapor!

LA UE Y EL INDULTO A PUIGDEMONT

Jugar viene a ser lo mismo que encajar. Dos piezas que encajan bien hacen juego en la maquinaria, se acoplan perfectamente, y como jugamos para divertirnos por eso convertimos el juego en diversión; un equipo de fútbol, por ejemplo, debe encajar bien en el campo y para eso los jugadores tienen que compenetrarse bien.

Luchar es jugar para conseguir un objetivo; por ejemplo, meter la pelota en la portería. Unas veces jugamos contra otros y otras contra nosotros mismos. Luchar es vencer obstáculos que se interponen entre nosotros y nuestro objetivo, como un equipo vence la resistencia del otro si quiere meter goles; también un jugador de ajedrez imagina jugadas que desbaratan las jugadas del adversario.

Nos entrenamos en el gimnasio para adquirir fuerzas venciendo la resistencia de los aparatos; el estudiante lucha contra la pereza para concentrarse en la tarea, y el músico vence la torpeza de sus dedos repitiendo ejercicios. Quienes vencen las debilidades propias refuerzan su saber hacer y se vuelven competentes; a veces, para lograrlo, tienen que enfrentarse a otros y ser competitivos; la competitividad es una fuerza que saca de nosotros lo mejor de lo que somos capaces, porque ser capaz es lo mismo que ser competente.

Por eso la lucha es esfuerzo, sacrificio, buscamos la excelencia, trabajamos por ser mejores. Hay dos formas de luchar: o sacando lo mejor de nosotros (no podemos sin los adversarios), o quitándoselo a ellos; en un caso vivimos, en el otro matamos: la lucha que mata es guerra, la que da vida es deporte. En el deporte mejoramos con el otro pues cuando un tenista vence a un gran adversario tiene mucho más mérito que contra uno pequeño; oponerse es luchar para ganar, y al hacerlo reforzamos a quien se opone. En la guerra matamos al adversario porque el adversario quiere matarnos y si el deporte saca lo mejor que tenemos, la guerra saca lo peor. El deporte es juego que da vida y la guerra juego que la quita.

Pero además de los juegos de competición existen los juegos de imitación; juegos simbólicos, como se dice. Jugamos a policías y ladrones porque no somos ladrones ni policías y disfrutamos haciendo como si lo fuéramos; jugar es aprender a vivir, pero también vivir otras vidas; jugamos a príncipes y princesas porque no lo somos, jugamos a papás y mamás porque algún día lo seremos, jugamos a ser soldados y marcianos, a hacer como que matamos porque no queremos matar; los animales aprenden jugando y el pájaro aprende a volar, el león a cazar, el niño aprende a comprar cuando juega a los tenderos; también aprende a ser padre o madre cuando juega a las muñecas. A veces los juegos de imitación se asocian con los de competición, como jugar a caballeros medievales que se pelean en un torneo.

Cuando nos ven jugar queremos quedar bien ante quienes miran: recibir su aprobación, ser admirados, que nos den un diploma o una copa, vencer, que nos reconozcan como los mejores; si jugamos para entrenarnos es porque queremos mejorar, pero jugamos para que nos miren y sólo queremos ganar: Sócrates, que quería que lo admirase esa voz interior que le hablaba siempre (la voz de la conciencia), se oponía a los sofistas, que querían que los admiraran las voces que gritaban en el estadio (las voces del triunfo, las del público), voces de la gente que estaba fuera; en el deporte suelen ir juntas las dos. El juego limpio (como no poner zancadillas al adversario) se impone como deportividad, que es lo que llaman los ingleses “fair play”, en Castilla es “caballerosidad” y en Cataluña “seny”. Si jugamos bien, si somos cada vez mejores con la pelota pero el otro nos va a meter un gol, entonces, a la desesperada, lo evitamos con una zancadilla: juego sucio; lo disfrazamos con el lenguaje y al juego sucio le ponemos nombres limpios, palabras honradas: poner una zancadilla queda mal, pero quedamos bien si decimos que hemos hecho una falta táctica.

Cuando un jugador de rugby hace placajes, golpea: esa forma de pegar es deportiva; lo que ya no es deportivo es placar al adversario por el cuello, corriendo el riesgo de lesionarlo gravemente (a esa forma de placaje lo llaman “corbata”). Empujar, golpear, pelearse forman parte del juego, porque uno debe ser agresivo cuando juega; lo que ya no forma parte del juego es la trampa porque entonces no es agresividad, sino violencia; la gente violenta es agresiva, pero no toda la gente agresiva es violenta.

La deportividad, que es juego limpio, es fuente de valores en el deporte. Pelear sin violencia, mejorar aunque perdamos, respetar justamente las reglas, obedecer al árbitro, ésa debería ser su esencia; de lo contrario habría trampa y no excelencia, estratagema, treta, no estrategia, y la inteligencia no sería sino astucia. Quienes prefieren faltar a la decencia con tal de vencer en el juego han elegido ser malos; malos como jugadores, porque no saben jugar, y malos, porque no quieren jugar bien, como personas; ser bueno es hacer las cosas bien pero también hacer bien las cosas buenas. Claro que es preferible ganar mejorando: pero si para ganar siendo peores tenemos que jugar sucio, entonces es mejor perder el partido; una derrota limpia es mejor que una victoria sucia y siempre hay quien no sabe ganar un partido ni sabrá perderlo; el buen ganador suele ser buen perdedor porque es, ante todo, correcto y noble y fuerte: en eso consiste la grandeza. Conviene saber que el cuidado (tanto en amor como en pedagogía) consiste en esforzarse por los demás, mientras que en el deporte nos esforzamos por nosotros mismos; ayudar a los demás es ayudarse a sí mismo porque ayudar es sacar lo mejor que tenemos dentro; tampoco en el deporte puede uno ayudarse a sí mismo sin ayudar a quien tiene enfrente. En el deporte también cuidamos del adversario: jugando limpio.

Fue Ortega y Gasset quien hablaba del origen deportivo del Estado. Gobernar es, para muchos, hacer trampa, hacerse peores a costa del ciudadano; pero la nobleza de la política está en servir, no en medrar. Uno de los valores del buen político debería ser la verdad, aunque a veces parezca que mentir sea necesario: recordemos la inquietante moraleja de la película Cadavres exquis. Si hay que saltarse las reglas para ayudar a otro futbolista (como agarrar la pelota con las manos cuando su impacto en la cara de un adversario podría ser fatal), debería ser una excepción, no la regla; el buen tino de una falta convierte el vicio en virtud y la falta en acierto (“el sábado se ha hecho para el hombre, no el hombre para el sábado”, decía Jesús a quienes obraban pensando con rigidez). Hacer de la política el camino del deporte es mucho mejor que convertirla en camino de la guerra.

Compartir en Facebook122Compartir en X76Compartir en WhatsApp
El Adelantado de Segovia

Edición digital del periódico decano de la prensa de Segovia, fundado en 1901 por Rufino Cano de Rueda

  • Publicidad
  • Política de cookies
  • Política de privacidad
  • KIOSKOyMÁS
  • Guía de empresas

No Result
View All Result
  • Segovia
  • Provincia de Segovia
  • Deportes
  • Castilla y León
  • Suplementos
  • Sociedad
  • Actualidad
  • EN

Edición digital del periódico decano de la prensa de Segovia, fundado en 1901 por Rufino Cano de Rueda