El reloj supera la una y media de la tarde en el pabellón Pedro Delgado y en el hilo musical, instalado en la mañana de ayer, lunes, para amenizar el turno de cribado de los universitarios para registrar positivos por coronavirus, suena ‘Juramento eterno de sal’, una canción de Álvaro de Luna con eco de esperanza, de un presente mejor: “Y volverán las ganas de bailar…”. Acudieron a la llamada 780 alumnos de la Universidad de Valladolid en Segovia, un 30% de los 2.600 estudiantes convocados. Solo cuatro dieron positivo, una cifra que corrobora la responsabilidad de quienes acudieron pero no llega a ser representativa de un colectivo que, en su mayoría, rechazó la invitación.
La coordinadora del cribado, Elsa Ruiz, describía la mañana más tranquila desde que el cribado masivo empezara el sábado. “Como el ambiente era más disentido y había gente más joven, hemos puesto un poco de música en el pabellón. Ha animado un poco para que no sea tan lúgubre. A ver si se animan a venir más”. El hilo musical del Pedro Delgado, el de la emisora, era tan diverso como las caras que cruzaban la entrada al recinto.
En una jornada sin masificaciones, se hicieron la prueba por la mañana más de 300 ciudadanos no universitarios, aprovechando el desahogo. Mientras en días anteriores el millar de test se alcanzaba en dos o tres horas, ayer hubo que agotar toda la mañana para alcanzar la cifra. Fue un día de repesca para la población que no pudo acudir en los días anteriores en su franja correspondiente.
Ruiz habla de un dato que “no está del todo mal”. La cifra tiene mucho margen de error. Algunos alumnos han hecho el cribado en sus localidades de origen y otros se han personado directamente en la franja del apellido que les tocaba. En cualquier caso, el porcentaje está muy por debajo de las estimaciones generales de la Junta de Castilla y León en Segovia, que aspira a conseguir entre un 45 y un 50% de asistencia de los convocados en el global del cribado.
La reserva de una mañana entera para los universitarios en el programa no era un asunto baladí. “Es importante saber la situación epidemiológica en este sector. No queremos tacharles de irresponsables, pero es importante porque es gente que tiene más vida social; algunos son de otros sitios y viven aquí”. En resumen, en un grupo que interactúa mucho en la propia ciudad. Y fuera de ella. “Es de la gente que más se mueve de una provincia a otra”.

«No me parece justo»
Alicia Arroyo interpreta así el mensaje de la Junta con las franjas horarias: “Solo vais a estar vosotros. Id a hacérosla, que no tardáis nada”. Esta estudiante de Publicidad tenía examen por la mañana y acudió al cribado por la tarde. “Quiero saber si lo tengo y no contagiar a nadie. No me parece justo ir por la calle sin saberlo, sobre todo teniendo esta posibilidad”. Y habla de una decisión personal: “Como no te están obligando, cada uno va a hacer lo que quiera”.
Esta estudiante relata los motivos que escucha en su entorno para no acudir a la prueba. “Muchos pasan de hacerlo por no meterse el palito por la nariz. Que les da cosa. Que les van meter el palo hasta el cerebro. Que no”. Y critica las consecuencias. “A mí me parece irresponsable, porque si ellos lo tienen y yo no, me lo pueden pegar, por mucho que yo sea negativa. Y como están haciendo toda la educación presencial…”.
Si el paso a la universidad es un momento esencial en la vida de muchos jóvenes, Alicia resume así cómo ha sido para ella empezar la carrera en la era Covid: “Una mierda. El primer día te vas de fiesta y conoces a gente. Este año, no”. Ella tiene un grupo de amigos de seis personas de su clase. “El resto están de fiesta y no me parece bien. Están haciendo fiestas en los pisos. Y para juntarme con esa gente… pues no. Muchos dicen que como no están con su familia, no pasa nada si contagian. Claro, como no son sus padres, les da igual”.
«Casi toda la clase hace fiestas, Y no se seis personas. Piensan: ya que vamos, pues vamos todos»
Las fiestas, una costumbre que sigue “casi toda la clase”, son un enorme foco de riesgo. “Además, no de seis personas. Ya que vamos, pues vamos todos”. Lejos de ser una excepción, es la rutina: “No sé si todos los días, pero sí a menudo”. La prueba es que mandan fotos del evento por un grupo general de la clase. “Salen borrachos, diez personas… O más. Como tampoco les conoces, pues te callas”.
Ella relata una anécdota del fin de semana: se encontró a cuatro estudiantes con varias ‘litronas’ de cerveza visitando a un compañero al filo de las 20:00 horas. “Les da igual todo. Pero claro, luego se pone malito alguien de su familia y ahí ya cambia la cosa”. Unas chicas se negaron a abrir a la Policía y tuvieron que abandonar el piso: su casero las echó, se quedó con el mes de fianza y ellas pagaron la correspondiente multa.
“Las UCI se están llenando de personas jóvenes”, subrayó ayer la consejera de Sanidad, Verónica Casado. Tienen menos probabilidades de morir, pero la edad de ingreso en los hospitales baja cada vez más por un virus que muestra, con el paso de los meses, secuelas graves en el largo plazo incluso para la población más vigorosa.
