Algo de revuelo se ha declarado por un buen artículo de mí amigo Javier publicado en este periódico con ocasión del acto por la vuelta de Isabel la Católica, en forma de busto, a la iglesia de San Miguel.
El acto, al que asistí y donde por sorpresa coincidí con Javier, y en el que tuve el placer de conocer en persona a Rocío López González, Ilma. Dama Asesora Jurídica del Capítulo, y la ocasión de volver a saludar al Gran Maestre del Capítulo, José María Gómez Gómez, que ya conocí el año anterior en otro acto en homenaje a la causa de Isabel la Católica que se realizó en el Alcázar en la tarde-noche del último día de marzo, tarde-noche que se puso a jarrear agua del cielo cual bendición de la Santa por su acto.
A dicho artículo contestaron al revuelo, por un lado, a modo de objeción, José Luis Salcedo; y por el otro, Jesús Fuentetaja , que proclama, cual luz guía contra la Reina: “que se niega a postrarse ante ese busto”, cosa que nadie le ha pedido, ni siquiera insinuado, y a nadie, al menos, del concurrido acto importa. Reconociendo Jesús Fuentetaja con su pluma, en el artículo, que la tentación le lleva a convertirse en “díptero testicular”, bautizándose él mismo, y sin pedírselo nadie, de nuevo.
Ante la inmensidad de la obra de la Reina, a ambos no les queda más remedio que no poder “negar las grandes virtudes que atesoró Isabel”, y ambos recurren casi a los mismos hechos para intentar menoscabar el reinado de Isabel la Católica y su legado.
Don José Luis escribe que la muerte del hermanastro de Isabel la Católica, Enrique IV (subyugado a Don Beltrán de la Cueva), pudo ser un magnicidio y no una muerte natural, apoyándose en Don Gregorio Marañón cuando dice, sin afirmar, que: “los trastornos descritos (por Juana la Beltraneja) la semejan a un envenenamiento, tal vez el arsénico”, obviando que tiempo después cuando completa su estudio médico de la momia, dice: “presenta un rompecabezas de patologías y síntomas casi imposible de unir. Nada apunta al envenenamiento, y sí a una salud cada año más deteriorada”, pues llevaba una mala vida digestiva con grandes comilonas, atracones, y con purgaciones propias. Otros achacan su muerte a una cena celebrada un año antes en Segovia con Isabel y Fernando, tras la cual comenzó a sentirse mal y a tener problemas digestivos y vómitos.
Nada dice de lo que también Don Gregorio Marañón describe sobre la sexualidad de Enrique IV (Rey que alardeó de su impotencia para conseguir la nulidad de su primer matrimonio): “el Rey sufrió a lo largo de su vida una displásico eunucoide con reacción acromegálica”, es decir que era impotente, , y dice también que tenía, incluso, una guardia mora que daba que hablar: “está sin duda relacionada con su inclinación homosexual su famosa afición a los moros de los que, como es sabido, tenía a su lado una abundante guardia, con escándalo de su reino y aún de la cristiandad”.
Después pasa a escribir sobre la duda en la muerte repentina del muy amado, por su hermana la Reina, Alfonso; según unos, causada por la ingesta de una trucha en mala conservación causándole varios días en cama con fiebres elevadas hasta su muerte, pero alentada como envenenamiento por la causa de su hermanastro Enrique IV, y según otros por la peste “que por aquellos días azotaba la comarca de Ávila”.
Cuenta también que hay autores “que no comulgan con el comportamiento que Isabel la Católica tuvo precisamente con Segovia ya que la perjudicó en varios aspectos arrastrando el daño desde entonces hasta nuestros días”. Cierto es que segregó de la Tierra de Segovia el sexmo de Valdemoro y parte del de Casarrubios, error del que ella misma se acusó dejando en su testamento que se devolviese los sexmos a Segovia ¿pero eso fue la causa de la decadencia de Segovia hasta nuestros días? No. Con Isabel reina, en 1.480 en las cortes de Toledo se decreta dejar libre el paso de rebaños entre Aragón y Castilla, dando así cuerpo legal a la Mesta, algo fundamental en la producción de lana, que fue el otro “oro” de la época, y de la que Segovia fue la gran industria (ver Joseph Pérez La revolución de las comunidades de Castilla). En pocas o ninguna época fue Segovia más rica e industrial que durante el reinado de Isabel la Católica, hasta la verdadera causa de su decadencia y empobrecimiento que fue la derrota de la rebelión de los comuneros por Carlos I, y su secuela de centrifugación de la economía e industria hacia las regiones costeras.
Pero también a la Reina los segovianos la debemos el poder conservar la totalidad del Acueducto para poder lucirlo y hacerlo industria por los beneficios que reporta a la ciudad, pues fue ella, tras ser coronada en Segovia, la que dio orden de reconstruir los 36 arcos que los musulmanes en el 1071, por deseo del rey moro de Toledo Al-Mamún, ordeno demoler en su visita turística (llamada razia) a Segovia.
Finaliza Don José Luis diciendo que la Reina Isabel la Católica sacrifico a Segovia: “Isabel I de Castilla la Católica fue una gran reina de España, no así lo fue de Segovia a la que realmente sacrificó”. Sacrificio totalmente falso.
En el otro artículo, Jesús Fuentetaja repite lo mismo que en el susodicho, pero con algún añadido más, además de jugar con el “diablillo”. Con el demonio no conviene jugar y menos acercarlo al Acueducto, pues como la leyenda dice, la fe en la derrota del demonio trajo el final de la construcción del Acueducto sin perder el alma las segovianas, de ahí que, la pérdida de la fe habría traído la victoria del demonio y supuestamente construcción del Acueducto, perdiendo el alma las segovianas. Ya dice María Vallejo Nájera que “El mayor triunfo del maligno es que el mundo crea que no existe”.
Con su pluma, Fuentetaja dice no preocuparle en exceso el proceso de beatificación de la Reina Isabel la Católica, pero se pregunta y exhorta al “abogado del diablo” que interviene en el proceso (según él), a que pueda tener en cuenta o aduzca a “las dudosas muertes de todo aquel que podría haberla impedido llegar a ser coronada”. Desconozco si en el Vaticano, donde se realiza el proceso de beatificación, tiene el diablo abogado, algo también posible, pues como dijo Pablo VI: “El humo de Satanás entró en la Iglesia”. Lo que sí conozco es lo que me comentaba sobre este proceso mi querido amigo Julio Valdeón Baruque, que estuvo metido en los entresijos en el camino de esta beatificación. Y es que lo que sí había en el Vaticano eran fuertes lobbies opuestos que ya habían paralizado y ralentizado el proceso en varias ocasiones, de ahí el enorme retraso y los costes que estaba llevando.
Pero de lo que nadie duda en este proceso es que la Reina Isabel la Católica con su obra y actos ha sido la precursora de la actual carta de Derechos Humanos y la persona que más almas ha llevado a la iglesia católica, y que sin su obra hoy en día el mundo y la iglesia católica no serían lo mismo. Por lo que pocas personas se pueden merecer más la elevación a Santa (para conocer más sobre el proceso de beatificación y sus documentos, el libro de José María Zabala “Isabel la Católica”).
Este autor suma a la larga mano de Isabel en la muerte de sus enemigos la muerte de Pedro Girón, que como dicen las crónicas, murió de repente; si, de repente, pero con un absceso u apostema en la garganta (claro síntoma de cáncer de laringe), echando sangre por la boca, y “cagándose en Dios, a quien maldecía por haberle hurtado la boda con la infanta de Castilla”.
Sugiero, que en la próxima sume también a las sospechas de la larga mano de Isabel la muerte Felipe el Hermoso, marido de su hija Juana “la Loca” (al que no querían ni en pintura), pues dos meses después de ser coronado rey, como Felipe I de Castilla, tras un acalorado partido de pelota a mano, le dio por beber gran cantidad de agua muy fría, cogiendo horas después “unas fiebres” (que hoy podrían calificarse de neumonía) que terminaron con su vida.
El convertido, al menos en este artículo, en “díptero testicular” que tan minucioso parece al fijar el lugar que ocuparía el pedestal “del rostro amable de Isabel la Católica” en el hoy lugar del “quiosco de la música”, y tan numeroso y exhaustivo en todas sus expuestas intrigas, vuelve a sublimar su persona en gestos que nadie le pide, exige, ni desea, apuntando que: “no podré contemplar impávidamente el nuevo rostro pétreo”. Tan exacto en la posición que ocuparía el pedestal y busto y tan errado en su descripción. El busto de Isabel la Católica Reina en Segovia, no es de piedra (“pétreo”) como dice; es un busto de bronce obra del artista granadino Francisco Javier Galán Domingo.
Remata Jesús Fuentetaja con un “No me esperen entre los visitantes de San Miguel…”, pues dice preferir antes deambular por las calles del casco antiguo, e incluso descender al frondoso valle del Eresma. Tenga cuidado en esa obstinación de andar y andar deambulando con tal de no ver o pasar junto al busto de Isabel la Católica, no le suceda como a la hija de la Reina, que estuvo, obstinada por los celos y por si resucitaba su esposo, tres años andando y andando al lado féretro donde reposaba el cadáver de su amado esposo.
P.S.
Me dicen que Don José Luis Salcedo ha fallecido.
RIP.